Si el caso no es tan grave, el primer impulso puede ser reprenderlo. “Pero reñir no ayuda en absoluto”, dice Ulric Ritzer-Sachs, del servicio de asesoramiento en línea de la Conferencia de Asesoramiento Educativo alemana.
Este pedagogo explica que, si el adolescente está borracho no está en condiciones de ver ni oír con claridad. Por eso, aconseja: “Hay que darle un cubo y dejarle claro que no queremos hablar de ello ahora, sino mañana”.
Al día siguiente: investigar las causas
Cuando vuelva a estar sobrio al día siguiente, los padres deben tomarse el tiempo necesario para una conversación seria. “Yo no empezaría con acusaciones de inmediato”, recomienda Ritzer-Sachs. Y añade que eso normalmente provoca una reacción defensiva, así que es mejor hablar de las propias preocupaciones y experiencias negativas. Y preguntar: “¿Qué está pasando? “¿Qué podemos hacer para que no vuelva a ocurrir?”.
Algunos jóvenes solo quieren divertirse con los amigos. Otros beben para superar su timidez, para poner a prueba sus límites o porque no quieren ser “mala onda”. A veces, sin embargo, los problemas en la escuela o la falta de perspectiva están detrás del consumo de alcohol.
Cuando se trata de miedos o preocupaciones, los padres deben tomarlos en serio. Entonces es aún más importante mantener el diálogo y elaborar juntos normas de consumo. Porque, tal y como advierte la iniciativa “¿Alcohol? Conoce tu límite”, quien bebe alcohol para evitar problemas puede desarrollar una adicción.
El alcohol perjudica a los jóvenes
Los expertos advierten que los niños, adolescentes y adultos jóvenes reaccionan de forma más sensible al alcohol porque sus órganos y, sobre todo, su cerebro están aún en desarrollo. Por eso, incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden causar daños considerables. A veces ayuda hablar de esos riesgos para la salud.
Los padres pueden dejar también claro que no se trata solo de su opinión sobre el tema del alcohol, sino también de las prohibiciones de aplicación general en cada país. Según la normativa alemana, por ejemplo, los jóvenes solo pueden beber cerveza, vino y champán -sin supervisión de adultos- a partir de los 16 años, y licores a partir de los 18 años.
Sin embargo, si este tipo de incidentes se producen con frecuencia, a veces no basta con solo una conversación seria. Ritzer-Sachs aconseja entonces a los padres que busquen ayuda, por ejemplo en un centro de asesoramiento sobre adicciones o en un centro de asesoramiento educativo.