Nochebuena feliz, sin riñas ni aguafiestas en la fiesta familiar

Los preparativos para las Fiestas de fin de año traen un gran desgaste de energía. En muchas familias, la elección de dónde y con quién pasar la Nochebuena suele ser motivo de discusión. Muchas veces el desacuerdo no se supera y acaba afectando no solo esa noche sino a los lazos emocionales.

Es muy posible organizar una Navidad en paz y en familia, poniendo cada quien lo mejor de sí.
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Llega la Navidad y hay mucha ilusión de juntarse, de ver a los parientes y pasarla bien. No obstante, cada quien en la pareja añora estar con los suyos y he ahí cuando surge el punto a resolver. A veces se habla del tema con antelación, otras, para evitar una discusión, no lo hacen.

En la familia surge todo tipo de conflictos: los que visitan a sus padres, pero están peleados con algún hermano. Hay hijos distanciados de su papá, una situación que pone a la mamá entre la espada y la pared porque quieren pasar con ella, pero no con él. Hay parientes políticos que no son aceptados por la familia, etc.

Enfrentamos diversas situaciones, sin embargo, todos tenemos una idea, un deseo o un presentimiento de cómo pasaremos la Navidad. “El calendario emocional anual nos condiciona, nos habita y no es fácil escapar de su influencia, porque además de generar expectativas, despierta ansiedad y, dependiendo de la edad, nos vamos a predisponer a estas festividades de acuerdo al bagaje biográfico que hayamos vivido en el pasado, con la familia de origen en la infancia y adolescencia, y tendremos esto como referencia”, dice la psicóloga Gabriela Casco Bachem.

Sentiremos una y otra vez lo que hemos vivido en nuestra infancia, pues eso hemos aprendido. No obstante, somos capaces de no dejarnos llevar por el inconsciente que nos genera ideas negativas.

-¿Hay manera de modificar esa referencia?

Podemos reinscribir en nuestro presente una forma menos protocolar de pasar las fiestas, organizando de la manera en que mejor nos sintamos, si somos organizados necesitamos previsión, pero si somos más espontáneos, podemos esperar hasta la última semana e ir viendo dónde organizar con la familia y/o amigos.

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-¿Las rencillas, choques, enojos tienen que ver con problemas familiares /personales antiguos?

Todo evento detona emociones reprimidas, hay como una pulsión neurótica de querer boicotear la felicidad que nos espera en todo evento, como una búsqueda de anular todo tipo de goce o disfrute que la persona que origina los problemas siente no merecer. Es como un sentimiento de culpa por disfrutar, por celebrar, por agradecer que la persona no se permite. Si tenemos una persona así en la familia, tratemos de no aliarnos a su síntoma: no es algo personal con nadie, sino algo no elaborado en la persona.

Y si somos esa persona, tratemos de fiscalizarnos cada vez que nos encontremos con emociones que no caben en el contexto festivo para no aguar las fiestas a los demás y, por supuesto, hacernos cargo e ir a terapia si se repite cada año.

Padres sobreprotectores y otras personas que necesitan límites

Gran parte de las familias paraguayas se mantiene un autoritarismo paterno/materno que ordena qué hacer a sus hijos adultos e independientes. La Lic. Casco lo llama inmadurez. “Ser adulto mayor, tener experiencia, tener canas no son señales que garanticen que una persona ha madurado emocionalmente. Esta falta de sincronización causa estragos para quienes conviven con personas inmaduras y de alta demanda.

Negociar la cena de Navidad con los padres puede ser sencillo o todo lo contrario. Siempre es mejor, conociendo a nuestros padres, tratar el tema con tiempo y tacto.

Si tenemos padres infantiles y que buscan todavía controlar lo que hacen los hijos, de manera a sentirse útiles o poderosos, debemos poner límites y, a veces, distancia. No existe otro destino para todo ser humano que ser adulto, buscar tener cierta responsabilidad emocional y hacerse cargo de su propia vida sin molestar a los demás.

Si la inmadurez de ciertas personas adultas en la familia se activa cada año respecto a las Fiestas, ya debemos tener un discurso y un límite que en algún momento van a tener que comprender, adaptarse a su nuevo rol y lugar de familia originaria y no la principal que forman los hijos con su pareja e hijos.

-¿Qué revelan sobre sí mismos los que imponen dónde pasar la Nochebuena sin consultar a la pareja?

Existe algo más importante para el ser humano que sentirse amado y es sentirse reconocido, aunque sea con odio o malestar. La búsqueda de reconocimiento es pura demanda de amor y atención, búsqueda de protagonismo.

Si para una persona resulta muy importante esto, es mejor aclarar de antemano que un año haremos la cena de Nochebuena con una familia y el próximo con la otra, así quedan establecidos los límites y no se siente menospreciado.

Hay quienes solucionan el dilema de la cena navideña juntando a toda la familia, padres, suegros, hermanos, cuñados, sobrinos, primos, etc. Todos son bienvenidos. Esta opción sigue dándose en muchas familias de nuestra cultura.

-Parece un pacto sencillo: Nochebuena con tus padres, Año Nuevo con los míos (y el año que viene al revés)

Eso podría resolver el problema de la demanda de atención y reconocimiento de ambas familias o bien si una familia abre las puertas a todos y cada uno colabora con algo también resulta beneficioso para los nietos que tienen a sus padres, abuelos paternos y maternos reunidos.

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-Las familias de pocos integrantes parecen tener menos problemas para ponerse de acuerdo.

El problema no radica en la cantidad de familiares sino en las formas en que cada familia fue organizando estas fiestas a lo largo de la vida. Algunas se manejan con tradiciones ya instaladas, incuestionables “pasamos todos en lo de la abuela”, incluso si la abuela ya no está.

Pero si estas fechas tuvieron sabor a desencuentros, malestar, envidia, celos esto se va a repetir porque el cerebro está preparado para repetir ciertas emociones de acuerdo a las fechas, al clima. Es como una memoria epigenética que nos arroja a sentirnos mal, por ejemplo, justo cuando es la fecha de aniversario de muerte de una persona querida o más angustiados cuando está por llegar nuestro cumpleaños.

Entender que este condicionamiento nos puede manipular, es también ser conscientes de cómo queremos sentirnos en ciertas fechas y no dejarnos llevar por el inconsciente que activa estas emociones.

-¿Cómo lidiar con un familiar aguafiestas?

No existen estrategias que garanticen que una persona no explote en estas fechas si ya sabemos que es así. Toda personalidad que se exacerba lo hará en cualquier circunstancia porque no sabe controlar sus emociones.

Los aguafiestas son aquellos, que, por ejemplo, tocan temas delicados en la familia con el fin de comenzar discusiones y arruinar la noche. Es bueno y necesario que estas personas consideren buscar ayuda psicológica.

Así como los niños que necesitan de nuestras direcciones y amortiguadores emocionales para sortear sus berrinches y malestares, así también tendremos que lidiar con estos adultos que no pudieron elaborar emociones maduras. Quizás sugerirles que se analicen y que resuelvan sus emociones en terapia y no en un show familiar.

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Navidad, esperanza y nuevo comienzo

-Dicen que las buenas Navidades que vivimos siendo niños, no volverán porque ya no somos niños y porque hoy todo cambió…

La Navidad es un cumpleaños, hay que celebrarlo como tal. Es la promesa de la llegada del Niño Jesús a nuestros corazones y lo que esto signifique para cada persona, hará que esa noche cobre una magia especial, y si la hemos perdido, mirar a los niños de nuestras vidas, a los hijos, sobrinos, ellos tienen en sus ojos la esperanza, la fe y la ilusión de la vida. El nacimiento de todo niño es una promesa de vida y de nuevos comienzos, es la llegada de nuevos desafíos emocionales y compromisos espirituales. La Navidad es nacer espiritualmente en familia y con la alegría de volver a empezar.

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