Julia Napier: “El yoga ablandó mis durezas y me conectó con la vitalidad innata”

Julia Napier (49), profesora de ashtanga yoga y filosofía budista, visita por primera vez nuestro país para desarrollar un taller. Conversamos con ella sobre esta disciplina, su forma de vivirla y transmitirla.

"Aplicamos el yoga a la vida; practicamos para vivir mejor" (Julia Napier)Sarawut Doungwana / EyeEm
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Julia nació en EE. UU., pero vive desde hace décadas en Argentina. Es egresada de Haverford College. Tiene, por universidades de Londres-Inglaterra, maestrías en Literatura y Escritura Creativa. Ha publicado escritos en antologías y revistas literarias en el Reino Unido, Sudáfrica y Argentina.

Siempre en la temática libros, trabajó de manera cercana, durante más de una década, con el renombrado artista conceptual Leandro Erlich. Actualmente trabaja como editora de una serie de libros sobre prácticas contemplativas.

Julia Napier, profesora de yoga y filosofía budista, llegó a nuestro país para dar una serie de talleres hasta el jueves 17 de agosto

Traductora literaria de obras sobre yoga y budismo de varios autores, incluso las del dalai lama. Como practicante de yoga es discípula de Richard Freeman y Mary Taylor, además de haber estudiado con otros maestros del ashtanga yoga. Da clases regulares de filosofía sobre la práctica contemplativa.

La profesora Napier está en Asunción para dar un taller libre y gratuito, desde el 14 al 17 de agosto en Ashtanga Yoga Paraguay, Barrio Santísima Trinidad, Asunción. Más info al teléfono (0971) 347938

“Fui a tomar el té con un desconocido”

Julia vive en Buenos Aires con su marido, Juan Mora y Araujo, y sus dos hijos, Justina y Oliverio. Imaginamos su casa con un ambiente sereno y ordenado. “Mi meta personal es crear un ambiente contemplativo en mi casa, pero parte de eso incluye tolerar el ruido y caos de vivir con dos adolescentes.

Mi oficina, donde también hago mi práctica de yoga, es un lugar donde priorizo la belleza y el cuidado. Mi escritorio es una suerte de altar, pero mi trabajo lo mantiene dinámico”, nos cuenta.

-¿Por qué el yoga en tu vida?

Llegué al yoga por accidente a los 28 años. Me estaba preparando para una maratón (siempre fui muy deportista), me fracturé un pie por estrés, ¡por exigencia desmedida! Y no pude correr por un buen tiempo.

Alguien me invitó a una clase de yoga. Fui como quién va a tomar el té con un desconocido. Pero me enamoré en el acto y me cambió para siempre el vínculo con mi cuerpo. Descubrí que podía estar presente en mi cuerpo sin empujarlo al límite. Ahí empecé a explorar la práctica y durante los últimos 20 años ha sido un elemento clave en mi vida.

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-¿Cuál es tu definición personal de esta disciplina?

Entre muchas otras cosas, es el acto de prestar atención: al cuerpo y a través del cuerpo, a la mente y con la mente, en los vínculos que tenemos con los demás.

Julia poniéndole yoga a su vida a la par que disfruta de su familia. "Después del Covid cambié profundamente, antes me peleaba un poco con todos defendiendo mi lugar de práctica, ahora busco fusionarlo todo"

-¿Se aplica el yoga a la vida o se vive haciendo yoga?

¡El yoga a la vida! ¡Pobre yoga de hacerlo al revés! Practicamos para vivir mejor. No vivimos para practicar. El yoga (y las demás prácticas contemplativas como la meditación) nos ayuda a sobrellevar nuestros desafíos y a gozar mejor de la felicidad que nos toca en la vida.

-Contanos cómo aplicás el yoga cotidianamente y qué resultados te ha dado

Yo soy una persona que sufre de ansiedad. Hice terapia, me mediqué, corrí maratones, bailé arriba de mesas en bares a la madrugada, pero lo único que encontré que me calmara es la práctica de yoga y, detrás de esa práctica física, una filosofía que me ayuda a comprender un poquito de los misterios de la vida.

Asana (postura en yoga) nos tranquiliza porque afecta el funcionamiento del sistema nervioso y hay mucha investigación seria sobre esto, pero suceden cosas invisibles que la ciencia aún no sabe explicar. Un maestro indio ha dicho que la práctica nos hace más suaves, como el efecto del agua para permeabilizar la capa externa de una semilla.

El yoga ha tenido este efecto en mí: ablandar mis durezas y conectarme con una vitalidad innata que todos podemos sentir.

-¿La práctica de yoga te llevó al budismo?

Sí. Mis maestros directos Freeman y Taylor, referentes en el mundo del yoga, también tienen mucha afinidad y años de experiencia con prácticas y escrituras budistas. Ellos, de hecho, están muy abiertos al diálogo entre tradiciones contemplativas y no son sectarios. Esto ha sido un gran beneficio para mí y me ayudó a cultivar diálogos con distintas corrientes.

Los maestros de Julia Napier viven en Colorado (EE.UU), ellos son Richard Freeman y Mary Taylor, conocedores profundos del Ashtanga Vinyasa Yoga.

Lo que tanto me atrae del budismo es el acto de incluir al otro o a los otros en la búsqueda espiritual. El yoga a veces se dedica más a la liberación personal, y no hay problema con eso, pero me atrae mucho más la aspiración del Bodhisattva (un ser orientado hacia el despertar o la iluminación) de seguir en el mundo hasta que todos los seres se liberen.

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-Vivimos tiempos de cambio, las religiones son muy cuestionadas. ¿Cómo vivís tus creencias en este mundo globalizado y antireligioso?

Yo me crié en una casa antireligiosa y con mucho prejuicio hacia la religión. Experimenté el yoga como algo fuera de la religión establecida (pero solo porque aquí en Occidente el hinduismo no está muy representado y es anárquico por naturaleza), pero me pasó algo muy fuerte cuando asumió el papa Francisco.

Me levanté temprano para ver la ceremonia por televisión y vi que sus gestos rituales eran muy parecidos a un puja indio (forma de culto) y se me cayó en este momento todo mi juicio personal al respecto. Empecé a ver la belleza del rito que busca dialogar con lo invisible.

El problema en el mundo con las religiones (y el problema de las religiones en el mundo) es, me parece, el instinto humano de reducir algo inexplicable a dogma o a convertirlo en una estructura jerárquica. Ni hablar de reprimir la sexualidad de algunas personas o negar la participación de otras.

"Empecé a ver la belleza del rito que busca dialogar con lo invisible" (Julia Napier)

Un trabajo físico y emocional

“El yoga puede vitalizar el cuerpo, mejorar su elasticidad, fortalecer los músculos, corregir la mala postura. Pero cuando lo pienso, después de los años, me parece que es para abrirse. Esto sucede físicamente con las posturas y luego sucede emocionalmente con el tiempo.

No es una gimnasia, aunque lo pueda aparentar, pero tampoco se puede negar su efecto positivo para el cuerpo”, dice Julia. Respecto a las dietas orientales, dice: “Soy vegetariana y mis hijos y marido también, mi hijo de 16 años está experimentando con la carne y yo, cada tanto, lo acompaño para no ser rígida.

Mi visión de la salud (de mi cuerpo y el planeta) parte de una dieta basada en plantas, pero creo que hay mucha falsa virtud en ideas modernas de la alimentación –eso me pone loca- En el yoga no eres cuerpo, entonces ¿por qué tanta obsesión con el cuerpo? No me gusta la noción de pureza y me cuido de no caer en nociones de bueno y malo.

Muchas mujeres buscan en el yoga un método para adelgazar o estilizarse. Julia explica: "No es una gimnasia. En el yoga no eres cuerpo, entonces ¿por qué tanta obsesión con el cuerpo? "

Trato de comer fruta y verdura orgánica, de no ser parte de una industria (de la carne) basada en la crueldad extrema, pero también tengo mis contraindicaciones. Me encanta la leche en todas sus manifestaciones. Soy muy fan del camino del medio. Me permite unir en lugar de rechazar”.

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-No siendo oriental, ¿qué te cuesta más en esta disciplina?

Lo que siempre me cuesta más del yoga es hacerlo porque pide una disciplina importante que va en contra de lo que pide la vida externa. Yo trabajo full-time, tengo dos hijos a quienes me dedico mucho, un marido ambicioso y una perra que adoro.

El tiempo se esfuma. Antes de la pandemia me peleaba un poco con todos para proteger el lugar de mi práctica, pero los años de Covid me cambiaron profundamente y ahora busco fusionarlo todo.

Hay días en los que mi practica de asana se convierte en cocinar con mi hija, pasear a la perra con mi hijo, hacer un tiempo para mi marido –un tiempo que antiguamente hubiera defendido a muerte para mi práctica de yoga-. Pero intento mantener cierta disciplina para mi propio bien.

-¿Conocés, has viajado a la India?

Nunca fui a la India, porque mis maestros están en Boulder, Colorado y los considero “mi India”. He pasado largos tiempos ahí y he viajado hasta Tailandia para estar con ellos.

Durante muchos años he estudiado de forma muy cercana con maestros occidentales que vivieron muchos años en la India, como Richard Freeman y Edwin Bryant, quienes fueron mendicantes a la antigua durante su juventud.

En algún momento me gustaría ir, pero no porque sienta que el yoga está allí. Creo que hay un gran debate acerca de la autenticidad del maestro/a occidental, pero no me preocupa mucho porque he tenido mucha suerte.

Hay gente occidental no formada o trucha, como hay gente muy sincera y muy formada. Parte de nuestro deber como practicantes es afilar nuestra atención para percibir la diferencia.

-En una frase o relato: ¿cuál es tu enseñanza hoy mismo?

Escuché hace poco este relato: dos amigos, ambos discípulos del mismo maestro fallecido se juntan. Uno le dice al otro, “Quieres ver lo que me dejó el maestro?” El otro dice que sí, fascinado por presenciar cualquier objeto relacionado con el gurú. El otro saca una vieja olla de un placard, y el amigo quedó perplejo, ¿qué tenía de especial este pedazo viejo de aluminio?

¿No lo ves? –dijo el devoto- No tienes que brillar

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