¿Qué es ser “mala madre”? La psicóloga Angélica Roa, feminista y psicóloga clínica que trabaja el tema del autocuidado de las mujeres, las emociones de las mujeres y de violencia hacia las mujeres, dice que no sería bueno hablar de un síndrome de mala madre, ya que eso llevaría a tratar de diagnosticar clínicamente a las mujeres discordantes con el ejercicio de su maternidad, entendiendo, como lo plantea el feminismo, que la maternidad es una función social y no parte de la naturaleza.
“Para desmitificar, el rol maternal niega el instinto maternal y cuestiona profundamente la maternidad como destino, afirmando que el rol maternal está determinado por mandatos sociales”, explica.
“De ahí podemos entender que la “madre desobediente” debe sobrellevar sentimientos de frustración y ansiedad al no cumplir con el estereotipo social. La maternidad idealizada está en el centro de la identidad y subjetividad femenina. Por tanto hablar del “síndrome de la mala madre” puede llevar a etiquetar de manera patologizante una experiencia que es colectiva. No se trata de un problema personal, ni aislado, es una situación compartida por las mujeres como resultado de factores inmersos y sostenidos por la cultura patriarcal. Nuestra sociedad se empeña en mantener la imagen de maternidad idealizada incompatible en el día de hoy, con las exigencias de la vida moderna”, señala Roa.
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Explica Angélica que “el malestar en la maternidad está dado por la imposibilidad de cumplir con el mandato social de la buena madre.
“El ideal de la ‘buena madre’ es aquella que se desvive por la familia con abnegación y sacrificio, trabajar sin descuidar la crianza de sus hijos y capaz de las mayores renuncias por el bienestar de los demás. Desde la década de los 80 a este modelo de maternidad se suma una imagen de “súpermujeres” capaces de triunfar profesionalmente o exitosas laboralmente sin desatender la imagen de una familia feliz”, explica.
Debatir sobre una maternidad mas realista
Para la psicóloga, en la actualidad al mito de la perfección sostenida en los modelos anteriores se debe agregar el ideal de mujer emancipada.
La expansión laboral, el uso de plataformas digitales, el trabajo desde la casa, impactan en la vida de las madres que deben rendir el 100% de productividad como si no tuvieran hijas e hijos, ejerciendo una presión extraordinaria sobre su rol materno.
“Ha ayudado mucho que en los últimos tiempos podamos debatir abiertamente sobre una vivencia más realista de la maternidad, la responsabilidad compartida en la crianza de los hijos y los espacios de apoyo y redes entre mujeres. Tomar conciencia de la influencia que aún tiene sobre ella el sistema de valores tradicionales en cuanto a los cuidados, que son sobre exigencias para una maternidad inalcanzable que necesariamente lleva a la frustración”, añade.
“La práctica de la maternidad se mueve entre la culpabilidad y la autoexigencia. Los abrumadores y constantes consejos del entorno en cuanto a la crianza de los hijos y la incertidumbre en el deseo de ser una buena madre le producen dudas sobre su propia capacidad, se siente invadida por inseguridades y dudas respecto al ejercicio de la crianza, que se traduce en sentimientos de culpa permanentes”, recalca la profesional.
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Resalta la psicóloga Angélica Roa que un proyecto emancipador debe incluir respuestas colectivas y responsabilidad social, como afirma Marcela Lagarde y de los Ríos en su libro “El feminismo en mi vida. Hitos, claves y utopías”. Este reza:
“Maternicemos o hagamos materna a la sociedad y desmaternicemos a las mujeres, significa que la sociedad y el Estado asumen un conjunto de funciones que deben ser públicas e institucionales para enfrentar el problema de la sobrecarga vital y el sobretrabajo que conlleva en la actualidad para la mayoría de las mujeres la maternidad, y para contribuir a la crianza y el desarrollo de calidad de niñas y niños”.
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