Jardín de infantes en el bosque, el auge de aprender en la naturaleza

La ronda matinal se realiza sobre la colina cubierta de hojas secas de los árboles. Impacientes, los niños se balancean sobre los troncos de los árboles que les sirven de asientos. La maestra saluda a todos en ronda y les quiere leer un cuento.

Los niños del jardín de infantes "Die Frischlinge" sentados en la ronde matinal en el bosque cercano a la localidad de Büdingen, en el estado federado alemán de Hesse. Foto: Frank Rumpenhorst/dpaDPA
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“¿Tienen ganas?”, les pregunta, y un potente “sí” resuena en el bosque junto al canto de los pájaros.

En los jardines de infantes que funcionan en los bosques de la región de Büdingen, en el estado federado alemán de Hesse, los niños pasan muchísmo tiempo en la naturaleza. Y este tipo de entidades educativas son cada vez más populares en Alemania, en particular en estos tiempos de coronavirus.

Los pequeños escuchan entretenidos la historia. Algunos son nuevos en el jardín de infantes llamado “Die Frischlinge” (Los novatos) y miran curiosos los rostros de sus compañeros.

“La familia también puede venir a observar para ayudar en la adaptación”, explica la directora, Jutta Schaffert. Pero los niños se acostumbran rápido a este entorno. Al final de la ronda matinal llegan las últimas indicaciones y luego de inmediato los niños saltan de sus asientos y se van al bosque. Ya pueden comenzar a retozar.

Schaffert conoce al jardín de infantes en el bosque desde su creación en 2001. Surgió, como la mayoría de ellos, de una iniciativa de los padres.

La ex enfermera y madre de tres niños, hoy de 56 años, decidió ser fiel a este jardín infantil, se formó como educadora y desde 2012 integra el equipo docente.

El concepto de jardín de infantes en el bosque proviene de Escandinavia, en particular de Dinamarca, un país considerado precursor en esta rama educativa.

Las mochilas de los niños del jardín de infantes "Die Frischlinge" cuelgan en el vagón que les sirve de refugio en el bosque. Foto: Frank Rumpenhorst/dpa

De acuerdo a la asociación que nuclea a estos jardines de infantes en el bosque y la naturaleza (BvNW), actualmente existen cerca de 2.000 de estas entidades en toda Alemania, mientras que hace cuatro años eran solo 1.500.

En el estado federado de Hesse, ubicado en el centro de Alemania, de los 4.500 jardines de infantes que existen, unos 160 están asentados en el bosque y la naturaleza.

Dos educadores y una practicante se encargan de los niños de entre tres y seis años en “Die Frischlinge”. Sin embargo, esto es solo el mínimo. “Básicamente, sería mucho más útil y deseable contar con más personal”, declara Gisela Stoll-Krohn, directora de la filial de la asociación BvNW en Hesse.

Según señaló, no necesitarían ser obligatoriamente pedagogos especializados en educación en los bosques, ya que sería suficiente un educador normal para fortalecer el grupo.

La particularidad de los jardines de infantes en el bosque es que los niños están al aire libre en cualquier época del año. Esto también fortalece el sistema inmunológico.

Ronda matinal en el bosque de los niños del jardín de infantes "Die Frischlinge", en el estado federado alemán de Hesse. Foto: Frank Rumpenhorst/dpa

Dos veces a la semana, el grupo camina por el bosque. Según Schaffert, a los niños les encanta construir tipis con las ramas que hay por ahí.

Los maestros también enseñan a los niños a mantener limpio su entorno, por eso recogen los residuos que encuentran en la zona. También lo hacen varias veces al año durante las campañas de limpieza.

Solo cuando hay un aviso de tormenta, el grupo se retira a su pequeña cabaña, que en el caso de este jardín de infantes en Hesse se trata de un antiguo vagón rojo adaptado para los niños.

Allí encuentran una muda de ropa, juegos, manualidades y libros. “Por lo demás, estamos en el exterior con cualquier clima”, explica Schaffert. “Incluso en invierno, aunque entonces no durante tanto tiempo”.

No se necesita mucho, tan solo ropa de abrigo, calzado resistente a la intemperie, un gorro y una bufanda para la época de frío.

Apartado del lugar donde los niños juegan se encuentra una pequeña caja roja con un agujero que sirve como una especie de baño para los pequeños.

La directora señala sonriente que los padres habían exigido un cubículo sanitario móvil. El compromiso con la caja pequeña ofrece ahora a las niñas la posibilidad de sentarse cuando la situación apremia.

Durante 15 años el jardín de infantes funcionó sin baño. “Luego escondimos algo similar más atrás en el bosque, donde se cavan agujeros en el suelo para el caso de que sea necesario”.

Según Schaffert, otro argumento en contra de los baños portátiles fue que hay un parque público de juegos cerca que atrae a mucha gente en verano. Cuando hace buen tiempo, señala, el peligro de que los adolescentes borrachos destruyan o derriben un cubículo sanitario de este tipo es demasiado grande. Por eso decidieron no hacerlo.

Los niños juegan básicamente con todo lo que ofrece el bosque. Algunos hacen mandalas con hojas, palos y piedras, otros utilizan herramientas.

La directora precisa que también hay cuchillos redondos para tallar y se pueden utilizar sierras y martillos. Lo importante, subraya, es que los niños aprendan de sus errores.

Un niño del jardín de infantes "Die Frischlinge" trepa a un árbol en el bosque. Foto: Frank Rumpenhorst/dpa

En general, en el bosque ocurren muy pocos accidentes, como sostiene la asociación de jardines de infantes en el bosque y la naturaleza en su página web.

De acuerdo a este concepto, los niños adquieren mayor confianza en sus habilidades motrices y aprenden a evaluar mejor los desafíos gracias a los numerosos movimientos al aire libre.

“Caminan con más confianza por los terrenos irregulares y no tropiezan con cualquier raíz”, dice la asociación. Además, afirma, la percepción de los niños mejora debido a las condiciones especiales del bosque y aprenden a evaluar sus propios límites.

Los niños del jardín “Die Frischlingen” aprenden por sus propios medios a trepar a un árbol. “Solo así ellos aprenden cómo se hace”, dice Schaffert. El accidente más grave ocurrido en los últimos 20 años fue un brazo fracturado, precisa.

Schaffert asegura que los padres envían conscientemente a sus hijos a jardines de infantes en el bosque.

Mientras tanto, los niños se han sentado cómodamente a comer, mientras escuchan el canto de los pájaros y el susurro de las hojas.

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