La lista va en orden descendente: 14 minutos en el buscador, 10 minutos en Instagram, 5 minutos en el contador de pasos, 3 minutos WhatsApp. Teléfono, un segundo.
El detalle de los tiempos de uso del teléfono celular de Tobias Lang del lunes hasta el mediodía no es representativo, porque el joven de 29 años es periodista y hablar por teléfono forma parte de su trabajo, en teoría. Sin embargo, sigue siendo reacio a tomar el teléfono, en especial cuando alguien llama.
A la hora de hacer una reserva en un restaurante, por ejemplo, Lang solía dejar que otros tomaran el teléfono y lo hicieran. Y los conocidos a menudo tienen que llamar varias veces antes de que él se atreva a levantar el teléfono.
Incluso en el trabajo, ignora a veces a quienes lo llaman y prefiere esperar que le manden un correo electrónico. “Me saca de lo que estoy haciendo, y tengo que involucrarme con una persona”, explica Lang su malestar. “A veces no tengo ganas”.
A los jóvenes les falta práctica
Tobias Lang no es el único para quien hablar por teléfono cuenta entre las actividades desagradables de la vida. Algunas personas desarrollan incluso verdaderos ataques de pánico frente a una llamada. Y particularmente a los más jóvenes, al parecer, les falta la práctica.
Más de tres cuartas partes de los jóvenes utilizan el Messenger o los SMS para estar en contacto con sus amigos, según detalla un estudio de la asociación alemana del sector digital Bitkom del año 2017. En segundo lugar se ubica la conversación personal, cara a cara, y las llamadas telefónicas solo son elegidas como medio de comunicación por solo poco más de un tercio de los consultados.
“Los jóvenes tienen realmente más problemas que antes”, sostiene Uschi Schöllhammer, entrenadora telefónica, quien a través de su instituto en la ciudad alemana de Bamberg imparte cursos para empleados de centrales telefónicas, en atención al cliente o para aprendices.
La psicóloga diplomada explica la timidez telefónica: “La situación es difícil para muchos porque demanda una presencia mental absoluta”.
En el intercambio escrito, señala, es distinto. Los correos electrónicos y los mensajes de texto o de aplicaciones de mensajería se pueden volver a leer y uno puede tomarse un tiempo para la respuesta. Con el teléfono, en cambio, se debe reaccionar de inmediato.
A esto se suma que las personas que llaman no ven a la otra persona del otro lado de la línea. “Esto hace que hablar por teléfono sea un poco perturbador”, dice Schöllhammer. Cuando el interlocutor no responde, no se ve si está nervioso, desatento, distraído o simplemente no entiende.
La buena noticia es que el hablar por teléfono se puede entrenar. Incluso si hay razones más profundas detrás del miedo a las llamadas telefónicas.
Síntomas como en un ataque de pánico
Al consultorio de Christine Rummel-Kluge acuden personas para quienes las llamadas telefónicas son un verdadero problema. “Sudor frío, palpitaciones, sequedad en la boca, síntomas como en un ataque de pánico”, describe la médica los problemas que presentan sus pacientes.
La profesional, que dirige una clínica ambulatoria especial para trastornos de ansiedad en el Hospital Universitario de Leipzig, asegura que ese tipo de casos no son raros y en general aparecen en el marco de fobias sociales.
Aunque términos como fobia al teléfono o fobia a llamar por teléfono aparecen una y otra vez, no se trata de una enfermedad en sí misma. En principio, se trata de que la comunicación directa demanda mucho esfuerzo a los enfermos.
“Una paciente tuvo que quejarse porque su calefacción no funcionaba y tenía miedo de decir algo equivocado”, dice Rummel-Kluge. Estas personas prefieren entonces, según detalla, escribir un correo electrónico o dejar que los conocidos se encarguen de la llamada.
Pero con el paso del tiempo la situación va empeorando. “El obstáculo disminuye solo si se practica”, afirma Rummel-Kluge.
Hay clínicas que ofrecen entrenamientos en habilidades sociales, por ejemplo, y las situaciones críticas pueden representarse en juegos de rol. La médica también aconseja que los amigos, familiares o colegas también ofrezcan ayuda en vez de asumir toda la tarea del otro.
Anotar los mensajes importantes de antemano
Se puede ayudar a través del estímulo, la práctica de conversaciones difíciles, la asunción del papel del propietario o del cliente enfadado, por ejemplo, y el posterior aporte de comentarios constructivos. Pero para muchos ya es una ayuda si se sienten tomados en serio.
“El error que cometen algunos jefes a veces es que inscriben a sus empleados a los entrenamientos telefónicos sin avisarles de antemano”, explica la psicóloga Schöllhammer.
La experta recomienda que, si el nerviosismo crece ante un llamado, la persona se puede preparar bien con papel y lápiz en mano. Según aconseja, los mensajes importantes que se quieren transmitir se pueden escribir de antemano, como también el nombre del interlocutor, el tema o las propias preocupaciones.
En situaciones difíciles, las respuestas preparadas son de gran ayuda, como por ejemplo: “Averiguaré y lo llamaré”.
Lo importante, tranquiliza Schöllhammer, es que los errores están permitidos y no todas las llamadas tienen que ser perfectas. “Mejor cinco llamadas malas que ninguna”, dice. De lo contrario, alerta, el miedo a una llamada telefónica no hará más que aumentar.
La psicóloga también aconseja sonreír y concentrarse en la respiración. “Eso crea inmediatamente un estado de ánimo diferente”, subraya.