Caacupé tiene su fábrica de “Willy Wonka” criolla donde en lugar de chocolates y golosinas raras, se fabrican los autóctonos dulces característicos de la hora del recreo. Dulce de batata, dulce de batata con chocolate, dulce de maní (ka’i ladrillo) y el eterno barquillo también están de vuelta a las escuelas.
“Todavía la distribución es tímida, pero paulatinamente, tenemos la esperanza de que el negocio reflote”, dice Roberto Yubero (40) de la fábrica de dulces artesanales “La Casita Dulce”.
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Para Yubero, el sistema de envasado fue crucial para darle una vuelta de tuerca a la presentación de los productos. Eso le da otra presentación y también garantía de higiene. “Trabajamos a nivel familiar y en el proceso de producción también aplicamos los pasos de la receta de la familia, aunque se mantienen el sabor y la calidad, la idea es ir innovando siempre”, enfatiza Yubero.
Asentada en el barrio San Miguel de Caacupé, la fábrica comenzó hace 14 años debajo de un árbol de mango. Hoy, cuentan con las certificaciones correspondientes en la elaboración y el envasado.
“El barquillo tiene una venta muy buena porque la gente de antes conoce muy bien”, agrega el productor cuya mercadería estrella para los nostálgicos llega al consumidor final a un precio e G. 500. Los dulces a G. 1.000. El dulce lo elaboran en la fábrica y el “barquillo” en si se trae desde la ciudad de Caaguazú.
En realidad ahora no solo en la escuela nos piden, también en los almacenes y otros lugares en los que se valoran tanto la tradición, como el buen sabor y un momento para evocar la infancia.
“Durante la pandemia tuvimos una época muy dura y tuvimos que trabajar con menos gente. Ya que al cerrarse las escuelas también se cerraron las posibilidades de colocar nuestros productos. Ahora estamos con la esperanza de volver a activar”, finalizó Yubero.