“La cumbre de los dioses”

Una bella obra francesa de animación que sigue dos historias paralelas que tienen como factor común la determinación obsesiva, que toma forma en el deseo de conquistar el monte Everest.

Wild Bunch
audima

(Disponible en Netflix)

La cumbre de los dioses es una de esas gratas sorpresas que suelen colarse por debajo del radar en el habitual diluvio semanal de estrenos de Netflix.

La historia, adaptada de un manga del autor japonés Jiro Taniguchi, gira en torno a Fukamachi (Damien Boisseau), un fotógrafo para una revista japonesa sobre alpinismo, quien al final de un infructuoso viaje a Nepal para fotografiar a escaladores en el monte Everest, acaba cruzándose con un hombre que intenta venderle una cámara que supuestamente perteneció a George Mallory, un legendario escalador inglés que desapareció intentando escalar el monte Everest en 1924.

Fukamachi se convence de que la cámara, que podría tener la respuesta de si Mallory llegó o no a la cima de la montaña, está en poder de un misterioso alpinista japonés, Habu Joji (Eric Herson-Macarel), y comienza a buscar obsesivamente cualquier pista que le ayude a dar con el paradero de Habu.

Lejos del alto nivel de estilización y los movimientos ultra fluidos que uno encontraría en los clásicos de animación “tradicional” de Disney, o de algunos de los trabajos actuales de la vibrante industria francesa de la animación - como las estupendas obras de Studio La Cachette - , los personajes de La cumbre de los dioses están animados con austeridad, con un peso realista.

El diseño de los personajes emula los dibujos del manga de Taniguchi, y en general la estética de la película, los diseños sin mucha exageración caricaturesca de los personajes y la animación naturalista, asemeja a animes de corte “realista” como el espectacular Jin-Roh, aunque con menos detalle en elementos como el manejo de sombras.

Ese peso de la animación se siente en particular en las asombrosamente detalladas secuencias de alpinismo que forman gran parte de la película.

La animación transmite de forma efectiva el esfuerzo físico de cada metro ganado al escalar un titánico muro de roca y hielo, y pone un meticuloso, casi obsesivo énfasis en las minucias técnicas del alpinismo mientras Habu o Fukamachi manipulan cuerdas, ganchos, estacas y poleas en desafío de la gravedad y los embates de la naturaleza.

El filme desenvuelve su historia en dos tramas paralelas, al menos durante la mayor parte de su duración: las escenas en el “presente” - aunque la película parece trascurrir en algún momento de la década de 1990 – con Fukamachi investigando a Habu; y “flashbacks” extendidos que exploran la historia de Habu.

La película interroga la compulsión de Habu – y eventualmente la de Fukamachi – por poner su vida en incalculable riesgo aparentemente por motivos que parecen banales, ascendiendo a lugares en los que la naturaleza no recibe al ser humano con los brazos abiertos sino con temperaturas asesinas, avalanchas y falta de oxígeno.

Y la respuesta nunca es dada de forma explícita, Habu no sabe articular por qué necesita escalar más allá del hecho de que “es su vida”, pero acaba sintiéndose como una expresión de la necesidad humana de superar obstáculos, de rebelarse ante el poder inabarcable de la naturaleza parece un constante recordatorio de que a pesar de toda su inteligencia, el ser humano es solo otra especie animal en el globo.

La cumbre de los dioses es una joya enterrada en el catálogo de Netflix que merece la pena desenterrar.

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<b>LA CUMBRE DE LOS DIOSES (Le Sommet des Dieux)</b>

Dirigida por Patrick Imbert

Escrita por Patrick Imbert, Magali Pouzol y Jean-Charles Ostérero (basado en un manga de Jiro Taniguchi)

Producida por Damien Brunner, Didier Brunner, Jean Charles Ostoréro y Stéphan Roelants

Edición por Benjamin Massoubre y Camillelvis Théry

Banda sonora compuesta por Amin Bouhafa

Elenco: Damien Boisseau, Eric Herson-Macarel, Lazare Herson-Macarel, Elisabeth Ventura, Kylian Rehlinger, François Dunoyer, Philippe Vincent, Luc Bernard

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