Un grito atraviesa el aire. Las cuerdas de las guitarras de José Carlos Cabrera, Favio Rodríguez y Rodrigo Benítez, y las percusiones de Dani Pavetti deslumbran con “Ahendú nde sapukái”, una obra de José Asunción Flores que desde el vamos desafía a los músicos para sacar a relucir su sensibilidad y virtuosismo. La pieza es una amplia paleta de posibilidades sonoras entre un carácter de ritual y lo festivo, que el trío cumple con delicadeza y entrega.
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El público estalló en aplausos e hizo notar su felicidad por compartir ese precioso momento con el trío que presentaba en sociedad su nuevo álbum, además defendiéndolo con maestría a pesar de que, según advirtieron los músicos, estuvieron mucho tiempo sin tocar con esta propuesta a causa de la pandemia. Pero eso no se notó, al contrario, dieron fe de su alto nivel y de que son un lujo para nuestro país.
El disco, que contiene obras de compositores de la región de diferentes generaciones, invita a un paseo musical que empezó por un Paraguay de mediados de los años 50 y siguió por la actualidad.
Otro gran guitarrista de esta tierra: Pedro Martínez, entró en ese contexto para tocar las obras suyas que Mbarakatrío incluyó en este trabajo. “Vamos a hacer realidad un sueño, tocar con uno de nuestros ídolos y a quien admiramos muchísimo, por ser maravilloso y generoso”, dijo Rodrigo Benítez para presentarlo. Así sonaron “Canción para ellas”, interpretada con suma ternura y amor para dedicar a todas las mujeres de sus vidas, y la etérea y cristalina “Gracias”.
Siguiendo en un Paraguay actual llegó “Pensamiento”, una obra impregnada de nostalgia que el joven guitarrista y compositor Martín Ortega dedicó al trío. Los entramados de guitarra formaban figuras caleidoscópicas en esta pieza que hipnotiza y llega a lo más hondo.
De allí dimos un salto directo a Argentina, para aterrizar bailando al ritmo de la maravillosa “El barrio, el candombe”, de Carlos “Negro” Aguirre y enseguida se vislumbra en la mente un paisaje de sonrisas, saludos, paseos por la infancia en algún barrio que nos vio crecer.
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El vuelo “Mbarakatrío” nos llevó con destino a Brasil y sus sones que irradian entre “jóia” y “lembranças”. Del brasileño Ricardo Pauletti empezó a elevarse “Mbarakatu”, una obra dedicada al trío que hace un juego de palabras entre “mbaraka” (guitarra en guaraní) y “maracatú” (ritmo musical brasileño).
Una pieza que entiende cómo conjugar tanto la solemnidad como un carácter descontracturado sin caer en el caos. El uso de la guitarra como “instrumento de percusión” confiere a la pieza de una fuerza irreverente, que el trío sabe manejar y generar que la audiencia rompa en ovación.
Nuestro viaje continuó en Brasil con las composiciones “Palhaço” y “Maracatú”, del gran pianista, guitarrista y creador Egberto Gismonti, quien desde los inicios buscó no cerrarse al cruce de influencias, ejemplo tomado y aprendido con magistralidad por el Mbarakatrío.
La primera adquiere un espíritu de bella melancolía y la otra, en las antípodas de la anterior, ingresa con intensidad en tanto las guitarras dialogan como desde diferentes universos, pero generando una armonía que embelesa.
Ya hacia el final y volviendo al país vecino, Argentina, nos encontramos con dos piezas de Astor Piazzolla, otro compositor revolucionario. La entrega del trío en “Invierno porteño” nos arrulló y abrazó hasta casi hacernos quedar sin aliento y “Escualo” fue una muestra más de la hermosa locura escénica que manejan, porque exceden la pose de sobriedad marcando su propio estilo, uno para nada formal, más bien desenfadado.
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“La partida”, del chileno Víctor Jara, marcaría la despedida, una en la que se conjugaban un sinfín de emociones tanto para el trío, los invitados, como también para el público. La emoción del lanzamiento de un nuevo disco, que significa pasión, esfuerzo y sacrificio, y la alegría por el reencuentro entre amigos, familiares, colegas y un público que saldría satisfecho con el final “final” que dieron con la explosiva “Berimbau”, (incluida en el primer disco de Mbarakatrío) de Baden Powell y Vinicius de Moraes, nuevamente con Martínez y Pavetti. Una despedida imborrable para el Mbarakatrío, que puso un nuevo sello de excelencia a su carrera.