En el lanzamiento de este nuevo aporte a la bibliografía de la memoria de nuestra historia, Alfredo Boccia Paz resumió en unos minutos la importancia no solo de la obra sino de quien protagoniza dichas páginas. Rememoró que Emilio Barreto, en sus recuerdos de infancia ya podía demostrar su destino.
“Ya en las actividades de su padre músico, militante comunista, activista social interesado en lo que pasaba en la sociedad, se diseñaría lo que sería la personalidad de ese chico que a los 14 años ya estaba militando en una organización estudiantil llamada Federación de Estudiantes Democráticos Revolucionarios (FEDRE), fuertemente golpeada por la represión en la década del 60″, comenzó mencionando en el acto.
Recapituló que en junio de 1965 Emilio Barreto tenía solo 25 años y estaba recientemente casado. Pero allí su historia cambiaría drásticamente cuando lo llevan preso al Departamento de Investigaciones. En el libro “él lo recuerda con detalles imposibles de olvidar; fue sometido a un suplicio, a todo tipo de torturas y sobrevivió de una manera casi milagrosa a todos los sufrimientos que los esbirros del ya entonces tenebroso Departamento de Investigaciones sometían a los presos políticos”.
Once años después, Barreto fue trasladado a Emboscada, “porque las comisarías estaban atiborradas de presos políticos después de la represión enorme a la Organización Político Militar (OPM) que se llevó a la cárcel más de 500 a 600 personas solo aquí en Asunción”.
En la obra de Hugo Martínez, “Emilio describe con meticulosa belleza, diría, cómo esa entrada a Emboscada significaba para ellos un paraíso: por primera vez podían hablar con otros presos, había mujeres primero separadas que pudieron reencontrarse bajo aquel histórico guapo’y, compartiendo experiencias e iniciando un primer proceso de recuperación a través del arte, desde la posibilidad del recitado, teatro, música, poesía. De alguna manera a reencontrarse con la vida, señaló Boccia Paz.
“Un día febrero de 1978, sin explicación previa, porque no había juicios, jueces ni expedientes, simplemente le dicen: estás libre; lo sacan de la cárcel. Emilio tenía 38 años y había pasado los últimos 13 años encerrado. Había que comenzar el lento proceso de recuperación emocional y una vez más el arte fue su salvación. El arte y el amor, el reencuentro y la posibilidad de reconstruir una vida que increíblemente se reconstruyó sin odios, sin ese rencor que bien merecido lo tenían sus captores y torturadores”, subrayó el médico y escritor sobre esta vida que transformó su dolor gracias al arte.
En ese sentido, dijo que ese mismo arte “le hizo un guiño” a Emilio, quien se aventuró al teatro, formando grupos como Teatro Estudio Libre o Pirirí Teatro, viajando gracias a ellos. “Sin perder el interés de la militancia gremial nos habla del Cepate”, destacó también. Un día, tras un encuentro con el cineasta Osvaldo Ortíz Faiman llega a la pantalla grande protagonizando la película “Guaraní”, que le valió el Kikito de Oro, un importante premio del Festival de Cine de Gramado, Brasil. Y hace poco, rememoró Alfredo, también se estrenó “Emilio Barreto: Ángeles y demonios”, “película de Cris Arana, donde lo que parecía ser un documental sobre el suplicio, se transforma en un cortometraje sobre la esperanza”.
“Por eso, -añadió Boccia Paz-, este libro es fundamental para la memoria de una generación que no se imagina, porque está muy lejos aquella dictadura con esas atrocidades, con esas perversiones, violaciones a los derechos humanos, ante una sociedad que en silencio no se enteraba. Una generación que cree incautamente que eso nunca volverá a suceder, que no sabe que la historia tiene una tendencia particular a ser circular y repetitiva, que no se percata que hay un autoritarismo creciente que con otras armas se cierne sobre la sociedad paraguaya”.
Un legado esencial
A su turno, Hugo Martínez Cardozo expresó sus palabras de agradecimiento, sobre todo a Julio Benegas Vidallet, quien lo ayudó durante la elaboración del material, lo corrigió y escribió el prólogo. “Y por supuesto, al querido Emilio por dejarme escarbar en su vida”, dijo con emoción, recordando que muchas veces debía parar con la escucha de las entrevistas, porque las historias eran muy duras.
“Hay partes del libro que realmente duelen un poco ¿De qué manera pudo resistir a todas las torturas físicas y psicológicas que pasó este hombre que está con nosotros? Yo creo que es de acero. Emilio es un hombre fuerte, fue un sostén con su arte para tratar de paliar situaciones extremadamente difíciles que han pasado los compañeros. Fue la persona que pudo sostener esa angustia de estar encerrado en un sótano bajo una cocina, con un calor extremo. Era impresionante”, recapituló el autor.
“Agradezco eternamente a Emilio porque sé que toqué cosas muy difíciles de recordar y admiro su valentía, también la valentía de su señora, que estuvo escuchando sus relatos esas mañanas de mate, cocido, que compartimos juntos, por todo lo que yo aprendí con él. La historia no contada por los organismos oficiales escuché con Emilio”, amplificó.
Cuando Emilio Barreto agarró el micrófono, casi hacia el final, también de deshizo en agradecimientos a todos quienes cuentan no solo su historia sino las historias de personas que pasaron lo mismo que él. Al autor le agradeció sobre todo por la paciencia, ya que venía desde General Delgado hasta Asunción, para realizar las entrevistas, que comenzaron antes de la pandemia.
“Agradezco por interesarse por mi historia, porque yo no pensé que podía interesarle a la gente, porque hay muchos otros. Hay muchísimas historias que se tienen que contar, de cuántos que han desaparecido ya, lastimosamente”, lamentó.
Dijo que ahora se ve la importancia y gracias a “personas capaces e intelectuales que dimensionan toda esta historia trágica del pueblo paraguayo” se puede conocer.
“Ojalá otros puedan contar historias de todos los compañeros. Escriban para que, como dice Eduardo Galeano, vayamos uniendo los fragmentos de nuestra historia, de esta América que nos duele tanto”, refirió Barreto, quien finalmente asumió su ideología comunista, al igual que su familia, como su hermano y su padre, ambos desaparecidos que “no contaron” su historia. “Con esto termino”, sentenció.
La velada culminó con un momento artístico, donde compañeros como Sergio Peña y Atanasio Galeano, compartieron melodías desde su guitarra.