La princesa de Gales, Diana Spencer, que murió en un accidente de coche en París en 1997, habría cumplido 60 años el jueves. La estatua diseñada por Ian Rank-Broadley fue inaugurada en los jardines de Kensington, su antigua residencia y la actual de su hijo Guillermo, heredero de la corona tras su padre Carlos, en presencia de sólo unas 30 personas, entre ellas miembros de la familia Spencer, debido a la pandemia de covid-19.
24 años después
El príncipe Carlos, con quien Diana se casó un 29 de julio de hace 40 años y del que se divorció en 1996, no debió participar en la ceremonia, según uno de sus familiares citado por el diario Sunday Times, para no “reabrir viejas heridas”.
Su coche fue vendido en subasta por unos 70.000 dólares a un museo sudamericano esta semana. Y aunque la casa de remates no precisó a quién por motivos de confidencialidad, según el diario británico The Times se trata de una institución en Chile, cuyo Museo de la Moda ya adquirió uno de los vestidos de la princesa en 2010. Diana sigue siendo considerada un icono de la moda y sus vestidos se exponen regularmente en el Reino Unido, aprovechando el interés reavivado por la serie de Netflix The Crown.
“Batalla de dos hermanos”
Pero más que el homenaje a la difunta princesa, lo que estuvo en juego en esta ocasión fue si el reencuentro de los dos hermanos pudo aliviar la crisis provocada por el sorprendente abandono de Enrique de sus funciones oficiales como miembro de la familia real británica y la explosiva entrevista que concedió en marzo junto a con su esposa, la exactriz estadounidense Meghan Markle, a la estrella de la televisión norteamericana Oprah Winfrey.
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El duque y la duquesa de Sussex provocaron especial conmoción en la institución monárquica al asegurar que uno de los miembros de la realeza se había comportado de forma racista al cuestionar el color de piel que tendrían sus hijos, dado que la madre de Meghan es afrodescendiente. Los miembros de la familia real “no son en absoluto racistas” , respondió el príncipe Guillermo, de 39 años, al ser preguntado poco después al respecto durante un acto oficial.
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Del mismo modo, el hecho de que su hermano menor, de 36 años, que vive en California con su mujer y sus hijos, dijera de él que está “atrapado” en la familia real no debió ser del agrado del hombre destinado un día a llevar la corona. Desde entonces, los dos hermanos se vieron brevemente en el castillo de Windsor con ocasión del funeral de su abuelo, el príncipe Felipe, en abril, pero sin signos aparentes de que las tensiones hayan disminuido. “Guillermo no habló con Enrique en la recepción de Windsor tras el funeral por miedo a que el contenido de la conversación fuera inmediatamente filtrado por Meghan a través de Oprah Winfrey o los amigos de los Sussex”, asegura Robert Lacey, experto en la familia real, en un libro recién publicado titulado “La batalla de los dos hermanos”.
El príncipe Enrique regresó al Reino Unido recién la semana pasada desde California, donde reside con su mujer y sus dos hijos, e hizo una aparición sorpresiva el miércoles en una actividad caritativa organizada para niños enfermos. Según el tabloide Daily mail, que cita una fuente de la realeza, su regreso a territorio británico brindó la oportunidad a los dos hermanos de hablar esta semana de la victoria de Inglaterra sobre Alemania en la Eurocopa, alimentando la esperanza de un posible acercamiento entre ambos.