Julio Bocca: “El talento también hay que trabajarlo”

MADRID. Julio Bocca lleva la danza en la venas. Desde que era un niño supo que lo que más quería en el mundo era bailar, tanto como otros quieren jugar al fútbol o tocar la batería; renunció a poco, los ensayos y los viajes constantes le compensaban, ahora no “extraña” el escenario y ayuda a que otros lo disfruten.

Julio Bocca ofreció varios espectáculos en Paraguay a lo largo de su carrera, incluyendo repertorios clásicos y contemporáneos.Archivo, ABC Color
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Conferencias y masterclass ocupan su tiempo y se emociona con poder volver a viajar, tras muchos meses sin moverse por la pandemia, cuenta a Efe en una videollamada desde Uruguay, donde reside.

"Tengo ya las dos vacunas puestas y aunque aquí no ha habido un confinamiento total, sí vivimos adoptando todas las precauciones sanitarias", comenta días antes de visitar España, en concreto la ciudad de A Coruña invitado por el ciclo ‘Mar en danza’, donde impartirá dos clases magistrales en el Conservatorio Profesional de Danza, el 12 y el 13 de mayo, además de una conferencia en el Teatro Colón.

Aprender fue siempre su objetivo, ahora quiere hacerlo de los más jóvenes y a la vez transmitir todo aquello que atesora en su mente y en cada fibra de su cuerpo.

De un bailarín, Bocca (Buenos Aires, 1967) valora su personalidad por encima de todo y que tenga "respeto" por una carrera, que requiere un "gran sacrificio".

"El talento se puede trabajar. Incluso aunque sea innato hay que trabajarlo", el éxito no nace de la nada -dice- mientras advierte que no todos los buenos bailarines tienen un buen ensayo. "Hay profesionales que se crecen en un escenario".

"Lucho para que me conozcan en otra faceta", apunta, con el deseo de enseñar cómo bailaba y sus experiencias junto a grandes figuras de la danza, otra manera de disfrutar de esta "carrera maravillosa".

Después de quince años alejado de los escenarios, tras pasar 27 sobre ellos, no mira con nostalgia a aquella etapa dorada rodeado de grandes estrellas de la danza, formando parte de ese universo, una época que relata de una manera tan cotidiana, que su discurrir por los teatros más importantes del mundo parece algo natural.

"La danza para mi es algo normal. Nunca me marqué una meta. Bailaba porque era lo que más me gustaba en el mundo". Ganó la Medalla de Oro del 5º Concurso Internacional de la Danza de Moscú, el certamen más importante del mundo, y Mijaíl Barýshnikov le convocó para ingresar como primer bailarín en el American Ballet Theatre con 19 años.

A partir de ahí, el salto a los grandes teatros no se hizo esperar. Ha bailado junto a referentes de la danza como Maya Piseakaya, Barýshnikov, Martha Graham, Carla Fracci y recuerda que Rudolf Nureyev llamó, tras verle actuar, a la puerta de su camerino para felicitarle.

"Tuve mucha suerte. Nadie te prepara para eso y más viniendo de Sudamérica", dice con una sonrisa, enumerando una larga lista de espectáculos entre los que le resulta imposible resaltar el más querido.

"Las cosas no pasan quedándote sentado. Trabajé muchísimo y supe utilizar la ayuda que tuve", indica este hombre que se define como "autoexigente".

Aunque reconoce que no echa de menos un escenario "uno tiene sangre en las venas" y cuando escucha una partitura que bailó no sujeta el cuerpo, aunque no tanto como para volver a calzar las zapatillas.

"Disfruto cuando veo que dejo mi granito de arena en estudiantes y profesores", confiesa al ver cómo sus clases tienen reflejo en la manera de actuar de un bailarín en el escenario tras sus recomendaciones.

Cita entre sus grandes maestros a Mª Luisa Lemos, Jose Pares o Wilhelm Burmann, el maestro por excelencia de grandes figuras de la danza, coreógrafo y director American Ballet Theatre, de Nueva York, del que formó parte.

"Cada uno de ellos supo lo que mi cuerpo necesitaba en cada momento para sacar lo mejor de mi", hasta cambiarlo físicamente, y esa es su ilusión, tratar de trasladar a sus alumnos todo lo que sabe para que su actuación brille sobre el escenario.

Alumnos de los que aprende observando, con la experiencia de que los métodos de antes no siempre son útiles en la actualidad. "La comunicación con la gente joven ahora es distinta", pero asegura que el respeto a la profesión y la educación debe de ser la misma.

No se había propuesto ser maestro, pero está "feliz" con lo que hace. "Me retiré con el cariño y respeto de la gente, en lo más alto de mi carrera". Asegura que las primeras clases le costaron "muchísimo" hasta que tomo las riendas del Ballet Nacional del Sodre de Uruguay, convirtiéndolo en referente de la danza en América Latina.

"Era un desafío y me di cuenta de que me gustaba lo que hacía", un territorio, el de la dirección, al que gustaría volver.

Considera que la cultura no tiene el espacio que debería y apela a los políticos para que le den el lugar que merece, "debería de forma parte de la educación".

“La cultura no es un hobby, es una elección de vida”, concluye Bocca.

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