“Giselle” es un clásico obligado para todas las compañías de danza del mundo. Pero esta obra, que exige una exacta combinación de técnica y performance de comedia y drama, debe ser ejecutada con gran solvencia, algo que logra la compañía paraguaya.
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La obra es una fantasía oscura que cuenta la historia de una joven enamorada que sufre en carne viva el desamor. Literalmente muerta de amor, la joven se sumerge en un mundo onírico donde existen las Willis que, según cuenta la leyenda, son espectros de bellas jóvenes que en noches de luna llena bailan con sus trajes de novia. Entre flores y brillo fantasmal, ellas danzan en busca de venganza, movidas por el despecho, buscando castigar a los hombres a quienes los fuerzan a bailar hasta morir.
El primer acto se desenvuelve en la aldea donde Giselle conoce a Albrecht, de quien cae perdidamente enamorada. Entre fiestas en el pueblo, una escena muy colorida y toda la felicidad que conlleva ese júbilo del amor, el ensamble lleva a la perfección este ambiente, en medio de figuras llenas de carácter y pasos con brío, piruetas y giros, los solistas ya empezaron a arrancar los primeros aplausos fervorosos de un público que llenó el teatro.
Pero de un punto a otro, de la felicidad a la desilusión se llega a través de todo este acto, que cierra de la peor forma. Uno no puede no quedar conmovido por la apabullante interpretación de Macarena Vallejo, quien fue Giselle en el estreno. Su descenso a la locura, que no fue abrupto sino bien trabajado, cocinado a fuego lento, fue digno de una gran interpretación dramática. Caíamos junto con ella en la desesperanza.
El telón se cierra para luego mostrarnos ese mundo de penas al que llegó Giselle, hasta donde nos llevan Macarena, Abel Rivarola (Albrecht), Ricardo Riveros (Hilarión), Gianinna Fernández (Myrtha) y las Willis, con tamaña entrega. Uno no puede despegar los ojos de las figuras finas, la fragilidad y la locura, que el elenco sabe mostrar.
Punto aparte para la Orquesta de la Fundación Arts Musicae, bajo la dirección de Jesús Ayllón, que era igual de protagonista y que ejecutó las piezas musicales con gran aplomo.
Los aplausos de pie al final fueron interminables, para la entrega en cuerpo y alma que mostró el Ballet Clásico y Moderno Municipal que está a la altura del desafío y logra, con esta temporada, ponerle la firma a una interpretación sólida de la mano de todo el ensamble como también de los solistas, quienes reafirman con ímpetu que Paraguay no tiene nada que envidiar a compañías del exterior.
Hay entradas desde G. 35.000 y se venden a través de la Red UTS.