La presentación fue realizada el pasado jueves en el auditorio del Instituto Municipal de Arte y contó con la presencia de su directora, Luz María Bobadilla, el conductor radial Beto Barsotti, y el autor Juan Manuel Acevedo, además de la misma Jacqueline.
Barsotti resaltó en todo momento la tenacidad y empeño de Lobito de perseguir sus objetivos, en pos de abrir un camino hacia una identidad del jazz paraguayo. “Este libro es un regalazo no para nosotros sino para él, la quintaesencia. Debe estar feliz”, manifestó Beto señalando al cielo. Asimismo, indicó que si bien Jorge Martínez tenía un “carácter feroz” fue “un ejemplo de buen músico”. “Artísticamente hablando dejó a Paraguay bien parado siempre. Cada vez que subía al escenario se transformaba en Zeus, era impresionante”, recordó.
Además, reflexionó que la generación de músicos que se está desarrollando ahora “es fruto de las conversaciones con Lobito y Palito Miranda”, dijo recordando también al saxofonista paraguayo. “Hicimos de todo para abrir un camino a los músicos paraguayos para que vayan a algún lado a estudiar. No teníamos una movida como ahora con los festivales, no teníamos público suficiente, pero eso se crea”, subrayó.
Por otro lado, afirmó que obviamente “Lobito es recordado por varias cosas y una de ellas son sus composiciones”. “Para mí lo mejor de él está en este material, y que muy poca gente dio atención: “Los sonidos de la luz”, pues aparece con cuatro composiciones de él y otros cuatro temas. Ahí está el Lobito músico de jazz. Pero nadie prestó atención; la gente se emocionaba con otras cosas. Pero ese disco para mí es la obra maestra de Jorge. Aparte de sus composiciones con una variación rítmica y de timbres maravillosa él grabó cosas de Thelonius Monk, Coltrane, o sea no grabó como se tocaba sino que pasó sus sentimientos a esas composiciones, daba su feeling a esas obras”, resaltó Beto.
Por su parte Acevedo se explayó sobre el talento de Lobito como también sobre cuando lo conoció en 1986 hasta la amistad que los unió. “En el 86 cursó el Summer School del Berklee en Buenos Aires, ganó el premio Count Basie, pero para ir a Estados Unidos necesitaba una beca más importante. Lo premió la Embajada con la beca Fullbright y gracias a eso él viaja dos años después. Entonces nos hicimos muy amigos del 86 en adelante. Para mí era un ídolo porque estaba haciendo jazz en Paraguay”, remarcó Acevedo.
Recordó que en el año 2003, cuando Lobito falleció trágicamente, el hermano le había dado el “triste privilegio” de apagar todas las máquinas con la que trabajaba. “Ahí me hice un compromiso con la familia de tratar de custodiar el recuerdo. Parece frase rebuscada pero en Paraguay es casi una obligación moral eso cuando uno tiene un amigo que quiere cuidar, porque aquí la memoria no tiene mucha duración”, expuso.
En tanto Jacqueline afirmó que “como contó Manuel fue una tragedia cuando sucedió (la muerte de Lobito). Yo guardé las cosas y años después estoy abriendo las puertas de mi casa, les estoy mostrando mi herencia a ustedes y entregando todo lo que él quiso repartir”, mencionó la hija, quien reconoció verse sorprendida por tantos estudiantes o músicos que se acercan a pedirle materiales ya sea para tocar o hacer incluso tesis.
“Todo este libro está escrito por él, las partituras y frases, yo solo hice el prólogo”, sostuvo Jacqueline, quien espera que así su padre “siga viviendo a través de nosotros”.