Acababa de terminar la carrera de Teología y, según recuerda, se caracterizaba por ser una persona muy meticulosa, ordenada y tranquila. Tenía 24 años cuando inició una pasantía en Argentina y tuvo su primer episodio. “Casi no dormía porque me pasaba las noches escuchando radio, y constantemente tenía ganas de estar en movimiento”, detalla el periodista Wolfgang Streich, quien fue diagnosticado con trastorno de bipolaridad afectiva.
Durante tres meses, pasó de ser un muchacho tranquilo a alguien súperhiperactivo. “Cosas muy raras en mi personalidad, que cambió repentinamente”, considera. En ese interín, una modificación en las leyes argentinas ocasionó que tenga que volver al Paraguay y perder su trabajo. Ahí fue que inició una profunda depresión que lo hizo encerrarse en su habitación, sin ganas de comer, dormir ni asearse.
Su madre había en ese entonces leído una historia acerca de una persona que tenía trastorno de bipolaridad, por lo cual lo convenció de acudir al psiquiatra. Rápidamente, fue diagnosticado y, desde los 25 años, lleva un tratamiento farmacológico y psicoterapéutico, guiado por dos especialistas.
Cuando volvió a conseguir su estabilidad emocional, consiguió un trabajo que implicaba varios viajes al vecino país y descuidó su tratamiento. Eso ocasionó varias crisis en su enfermedad, no tan intensas, hasta que debido a varios inconvenientes, dejó su trabajo y se alejó de la religión, que fue su sostén durante mucho tiempo.
Luego de volver a conseguir estabilidad laboral de 10 años y llevar un tratamiento constante y exitoso durante todo ese tiempo, a raíz de problemas internos perdió el trabajo y también tuvo una ruptura amorosa. Todo eso le llevó a uno de los episodios más difíciles de su vida: su primer intento de suicidio. Solo sobrevivió gracias a que su madre lo encontró a tiempo, pero estuvo 10 días en terapia intensiva.
Luego de recuperarse, se casó y vivió establemente hasta el 2017, cuando a raíz de una crisis familiar que lo llevó a un fuerte cuadro de estrés, tuvo su segundo intento fallido de suicidio. Afortunadamente, en ambos casos lo salvaron a tiempo y hoy trabaja como periodista freelance y tutor de tesinas.
Wolfgang destaca que toda su vida, desde que su entorno se enteró de lo que padecía, se sintió muy estigmatizado y, de cierta manera, sobreprotegido. Básicamente sintió que no lo veían como lo que él era, sino por la enfermedad que padecía. “Normalmente, cuando hace frío, se viene la depresión y cuando hace calor, aceleración. Todos los meses es así”, especifica.
Hoy, aunque todavía sigue luchando con su enfermedad y afirma que se siente muy acompañado de sus seres queridos y, junto con Dios, son sus pilares.
Todos estos episodios lo llevaron a que hoy en día aproveche cada ocasión que tiene para tratar de crear consciencia sobre la importancia de consultar ante cualquier signo de cambio brusco de humor. Mientras más temprano se inicia el tratamiento, mejor calidad de vida puede conseguir el paciente, asegura. “Ir al psiquiatra debe ser considerado como consultar con cualquier otro médico”, expone.
Miles de personas padecen este trastorno
Alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo, es decir, al 1 o 2% de toda la población total, también padecen de trastorno afectivo bipolar. Según la Organización Mundial de la Salud, esta enfermedad “se caracteriza por la alternancia de episodios maníacos y depresivos separados por periodos de estado de ánimo normal”, tal y como lo exponía Wolfgang, el paciente sufre constantes cambios de humor.
La directora del Programa Nacional de Salud Mental, Mirta Mendoza, destacó que este trastorno es uno de los motivos más frecuentes de consulta en el sistema de salud pública. Se estima que estima que aproximadamente el 1% de la población local (71.000 personas) tienen bipolaridad, pero no todos son conscientes de ello.
Como ya lo expusimos anteriormente, este trastorno tiene dos fases, la depresiva y la maníaca. “Afecta directamente el estado de ánimo o el humor”, puntualiza. Generalmente, es el adulto joven el que empieza a sentir los primeros signos (20 a 30 años).
La fase depresiva es severa y los pacientes tienen cuadros de profunda tristeza aparentemente inexplicable, dificultad para tomar decisiones o dormir, incapacidad de sentir placer y una intensa desesperanza. “Se sienten en la ruindad, que no sirven o valen para nada”, añade. Después de esa fase, generalmente hay un periodo libre de síntomas, en el que toda la vida transcurre con total regularidad.
Luego, generalmente, llega la etapa maníaca, en la cual el afectado se siente en óptimas condiciones, pasa de una idea a otra sin parar, está muy alegre la mayoría del tiempo y esa agitación extrema le ocasiona fuga de ideas y hasta dificultad para dormir. Sin embargo, no puede terminar nada de lo que empieza, lo cual afecta su vida laboral. “Asumen conductas de riesgo, sientes que son todopoderosas y nada les hace daño”, añade.
Cabe destacar que la bipolaridad tiene una multicausalidad; sin embargo está científicamente comprobado que hay una importante carga genética, es decir, es hereditaria. Recién en la etapa adulta ciertas situaciones estresantes en la vida suelen actuar como desencadenantes. Para realizar el diagnóstico, se debe estudiar todos los antecedentes familiares y la persona tuvo que haber tenido al menos tres grandes crisis.
La Dra. Mendoza explica que el tratamiento que debe realizar el paciente es farmacológico, con pastillas llamadas “reguladoras del humor”, además de un acompañamiento constante del psicoterapeuta.
La enfermedad bipolar es una de las enfermedades mentales crónicas, debido a que son de larga data clínica, es decir, prácticamente toda la vida la persona que la padece deberá tener algún tipo de tratamiento. “Si la persona está tratada y medicada, podrá llevar su vida”, añade.