Simbad el marino (4)

Recordó que había escuchado hablar de esa ave llamada roc, pero siempre había pensado que se trataba de un cuento.

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Se sacó el turbante, lo deshizo, y, retorciéndolo hizo una cuerda que ató, un extremo a su cintura y el otro, a una pata del roc.

Cuando, a la mañana siguiente el pájaro levantó vuelo, se llevó con ella a Simbad sin darse cuenta, transportándolo a otra montaña.

Allí, Simbad se desató y pudo ver no muy lejos una ciudad a la que se dirigió. Por el camino fue encontrando enormes diamantes que cargó en sus bolsillos y guardó en su turbante, utilizándolo como bolsa.

Llegó a la ciudad y, en el primer barco que llegó al puerto, se dirigió a su patria más rico que antes.

Lo que es de no creer: el barco era el mismo que lo había dejado en la isla, así que recuperó toda su mercadería con sus ganancias.

Volvió a hacer lo mismo cinco veces más: viajaba, le ocurría algún desastre, y se salvaba por su valentía, ingenio y presencia de ánimo.

Volvía feliz y más rico que antes, daba grandes banquetes a sus amigos y a los pobres, y al cabo de cierto tiempo, volvía a salir en busca de más riquezas y aventuras.

Después de su tercer viaje fue cuando comenzaron a llamarlo El marino, porque siempre sus aventuras transcurrían en el mar.

En el tercer viaje, el capitán del barco perdió el rumbo, debido a los fuertes vientos que les eran contrarios, y el barco fue a chocar contra las rocas, casi en la playa de la Isla de los Monos.

Estos eran unos monos malísimos que subiendo al barco, tiraron al mar todo lo que encontraron a su paso, se llevaron muchos alimentos, machacaron a algunos tripulantes y pasajeros, y; a otros, los tiraron al agua.

Entre ellos estaba el héroe de nuestra historia. Los sobrevivientes fueron a tierra con Simbad y se internaron en un bosque.

Al salir del otro lado del bosque, se toparon con un gigante horrible: era todo negro, con unos colmillos como de jabalí y una boca enorme. Los labios le colgaban como los de los camellos y las orejas le llegaban hasta los hombros.

Su altura superaba a la de los más grandes árboles del bosque.

Sobre el libro

Título: Simbad el marino

Adaptación: Raúl Silva Alonso

Editorial: El Lector

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