Es el gran momento esperado por toda la Naturaleza: el verdor en los campos y la belleza deslumbrante de las montañas rejuvenecidas por el sol; y nadie puede dejar de pensar en la nueva vida que Dios infundió al mundo fue algo semejante, si bien se trató de una esperanza mucho más sublime.
Este despertar de la Naturaleza es la obra del sol, y entonces podemos asegurar con propiedad que el sol baila. ¡Ah, mira esos rayos de sol! ¿Dónde es posible ver una maravilla igual? ¿Dónde, algo tan sutil, transparente, atractivo, y, al mismo tiempo, tan poderoso, tan cálido, pues en ellos se halla concentrada toda la fuerza de la vida?
¿Aún sigues creyendo que no baila? Que te digan las nubes, los livianos navíos del espacio, que se deslizan envueltos en las pavesas de sus bordes enrojecidos... Que te lo diga el agua que corre saltarina de peña en peña, bajo la caricia brillante de los rayos del sol... Que te lo digan los capullos que se abren llenos de vida... Que te lo diga el ruiseñor, o las primeras mariposas que se posan a libar en las bellas flores recién abiertas, o los chiquillos, tú mismo, cuando te lanzas en veloz carrera por un prado, tras otros amiguitos que se encuentran tan llenos de vitalidad como tú, las mejillas encendidas, los músculos a punto, la mirada anhelosa de ver lejanos horizontes, el espíritu dispuesto para descubrir los más profundos secretos de la vida sin asombrarse...
Todas esas cosas creadas por Dios, tú mismo, darán una única respuesta:
—Nosotros estamos aquí para dar fe de ello, para revelarlo al mundo, porque lo comprendemos. Es bien cierto: el sol baila en la mañana de Pascua. Ha llegado la gran esperanza de la nueva vida. ¿Qué tiene de extraño que baile de alegría?
Sobre el libro
Libro: Mis cuentos de hadas
Título: Qué bella es la vida
Editorial: Cuenticolor