Las MUJERES que hicieron historia en Paraguay

La INDIA JULIANA. “La India Juliana, hija de un cacique, como otras tantas hijas de caciques que se ven sometidas a la explotación servil por parte de los españoles, no tolera más la subordinación de su pueblo ni las afrentas. Al decidirse el Jueves Santo de 1539, tras un conflicto de conciencia del que participaron, invisibles, sus ancestros, sus dioses y su orgullo guaraní, se levanta contra su agresor, el marido español, Nuño de Cabrera, el de las múltiples formas de ensañamiento, el de la cruz y la lengua extraña, el del látigo y la infamia, y lo liquida, cortándole la cabeza.

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JUANA MARÍA DE LARA. Una figura sin par de la revolución emancipadora de 1811 es, sin lugar a dudas, Juana María de Lara, quien fue hija de doña Luisa Villanueva de Otazú y del español Carlos José de Lara. Juana María nació en Asunción en 1760. Se dedicó a los estudios, y se casó con don José Díaz de Bedoya, quien era el viudo de su tía Margarita Valiente y Otazú. No tuvo hijos, enviudó en 1806, y fue mayordoma perpetua de la Cofradía del Corazón de Jesús. Además, integró la Tercera Orden Franciscana. Los datos históricos recuerdan que varios próceres eran sus parientes. Además, se resalta que ella cumplió un papel vital en la noche del 14 de mayo de 1811, cuando hizo de enlace entre los revolucionarios, teniendo en cuenta la fuerte vigilancia sobre quienes luego se convirtieron en próceres de la Patria. Es interesante saber que fue ella quien realizó el contacto entre los revolucionarios y los oficiales de guardia del Cuartel de la Rivera, de la Maestranza de Artillería, y se menciona que ella determinó el momento en que comenzarían las acciones rebeldes.

RAMONA MARTÍNEZ. El 21 de diciembre de 1868 se iniciaba la gran batalla de siete días de Ita Yvate, en la que murió casi la totalidad de los guerreros paraguayos, y en la cual se distinguió otra mujer, comparable a las anteriormente citadas. Cuenta Juan Crisóstomo Centurión en sus “Memorias”, que Ramona Martínez, una adolescente de apenas 15 años, de tez morena, cabellos y ojos negros, formaba parte de la servidumbre del Mariscal y se hallaba en su tienda de campaña contemplando el desastre, cuando el enemigo se acercó al lugar y lo rodeó, y ella, con una espada que le había dado el mayor Ozuna, arengando a los heridos, comenzó a atacar. Primero el enemigo afrontó su ataque, y el de los heridos arengados por ella, con estupefacción, hasta que la atacaron y cayó herida en la cabeza y en el pecho. Los brasileños la contemplaron con admiración y respeto, e intentaron acercarse a ella, pero se levantó sangrando y se abrió el camino a sablazos, y desapareció de sus perseguidores tras un montículo cercano. Esta heroína sin par falleció en la Asunción, a la avanzada edad de 92 años, totalmente ciega.

Las HEROÍNAS DE PIRIBEBUY fueron casi todas exterminadas; las que sobrevivieron fueron llevadas ante el Serenísimo Príncipe para presenciar el sacrificio de sus compañeros, el incendio del hospital repleto de enfermos y heridos. Esto lo anota el Conde d’Eu en su diario de guerra. En el mencionado hospital se encontraba atendiendo a heridos la señora Francisca Yegros de Yegros, quien murió con aquellos que no pudieron escapar de tan tremenda muerte, y a quienes estaba tratando de ayudar a hacerlo.

LAS RESIDENTAS. Así se denomina genéricamente a las mujeres que sostuvieron al Paraguay durante la Guerra Grande (1865-1870), incluidas las llamadas “destinadas”, las castigadas por el gobierno del mariscal López, acusadas de presunta traición. Son las que prácticamente reconstruyeron el país luego de la hecatombe. El actual jefe de la Iglesia Católica, el papa Francisco, las reivindica y hasta llegó a pedir el Premio Nobel para ellas: “A mi juicio, la mujer paraguaya es la mujer más heroica de América. Después de la Guerra, quedaban entre 20 a 30 mujeres por hombre, e hizo esa gran opción de tener hijos, para salvar la Patria, la lengua, la cultura y la fe”, y jefas de hogar, formadoras de ciudadanos, impulsoras del crecimiento del país.

ADELA Y CELSA SPERATTI. Nacidas en 1865 (Adela) y 1868 (Celsa), en Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala), ambas hermanas son consideradas próceres de la educación en el Paraguay. Organizaron la educación pública de las mujeres y fundaron la Escuela Graduada de Niñas, la Escuela Normal de Maestras y la Escuela Normal de Profesoras. Adela y Celsa Speratti fueron dos educadoras paraguayas de ejemplar dedicación, formadoras de generaciones de docentes. Es considerado como muy importante el aporte de Celsa y Adela a la instrucción pública paraguaya. Continuaron su obra mujeres como María Felicidad González, Lucía Tavarozzi, Juanita Centurión, Lidia González. Como un pequeño homenaje, los rostros de Celsa y Adela Speratti figuran en los actuales billetes de G. 2.000.

SERAFINA DÁVALOS. Nacida en Ajos (hoy Coronel Oviedo) en 1883, se unió a las hermanas Speratti en la lucha por la educación pública de mujeres, exigiendo la creación de la Escuela Normal de Maestras, en 1896. Fue la primera mujer en obtener un título de doctora en Derecho, en 1907, con su tesis “Humanismo”, en la cual reivindica ser mujer, estudiante y amante de su patria, y reclama la plena participación cívica y política de las mujeres en el destino del Paraguay. Es considerada la gran pionera del feminismo y de los derechos de las mujeres en el país. Fue la primera en ocupar un puesto en la Corte Suprema de Justicia, participó en el primer congreso feminista internacional, fundó el Movimiento Feminista de Asunción, el Centro Feminista Paraguayo, la Unión Femenina de Paraguay, y la Liga Paraguaya pro Derechos de la Mujer.

ENFERMERAS DEL CHACO. Cumplieron un rol humanitario esencial, poniendo en riesgo sus propias vidas para salvar las de los combatientes heridos durante la Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia (1932-1935). Hicieron su trabajo en condiciones sumamente precarias, y muchas nunca regresaron a sus hogares.

JOSEFINA PLÁ. Nacida en las Islas Canarias en 1909, llegó al Paraguay en 1926 como compañera del artista paraguayo Andrés Campos Cervera (Julián de la Herrería). Fue periodista, escritora, artista plástica y educadora ejemplar, que iluminó a varias generaciones de creadores paraguayos. Fue la primera jefa de redacción de varios diarios paraguayos. Falleció en 1999, dejando varios libros publicados con poesías, cuentos, teatro, ensayos e historia social.

CARMEN CASCO DE LARA CASTRO. Apodada cariñosamente como “Ña Coca”, nació en Concepción en 1918. Fue una de las más grandes luchadoras a favor de los derechos humanos durante el gobierno stronista. Es creadora de la Asociación Cultural de Amparo a la Mujer, en el año 1962, y fundadora de la Comisión Paraguaya de los Derechos Humanos, en 1967. Soportó persecuciones, pero nunca se doblegó.

CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES. Nació en Caazapá, capital del departamento del mismo nombre, el 26 de abril de 1891. Maestra normal especializada en arte, narradora, dramaturga, ensayista y periodista, colaboró desde muy joven en diarios de la capital paraguaya y en revistas y publicaciones de países limítrofes. Extraordinaria conferencista, entre 1936 y 1975 dictó más de 30 conferencias sobre temas diversos. La última de ellas, en la Academia Paraguaya de la Historia, versó sobre “La mujer en la historia de América”, y fue unánimemente elogiada por su profundidad y rigurosa documentación. Su nombre cobró notoriedad nacional cuando, en un Concurso convocado por el Ministerio de Educación y Cultura, sus libros de lectura fueron aprobados para el uso en todas las escuelas de la República. Así, “Amanecer”, “Caminito”, “Nave”, “Alegría”, “Patria mía” y “Cumbre”, libros para el primero al sexto grados de la escuela primaria, fueron los aliados de maestros y niños en el logro de una educación significativa para el país. Obras suyas fueron publicadas en revistas de los Estados Unidos, como “Ride with the Sun” y “United Nation Women’s guide” y figuran, asimismo, en la antología hispanoamericana “América habla” (Buenos Aires, 1976) y en la “Historia de la Literatura Iberoamericana”, publicada en Madrid en 1982. Su mejor novela es “Madame Lynch y Solano López”. Casada con Manuel W. Chaves –profesor, periodista y parlamentario–, fue madre de seis hijos. Falleció en Asunción en 1985.

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