El primer caso confirmado de coronavirus en Paraguay se dio a conocer el 7 de marzo del año 2020 en Asunción por el ministro Julio Mazzoleni. El paciente era un hombre de 32 años, proveniente de Ecuador, residente en San Lorenzo.
Tres días después se confirmó el segundo caso, un hombre de 61 años proveniente de Argentina; ese mismo día se confirman tres casos más, todos contagiados por contacto con el segundo enfermo. El Gobierno Nacional toma medidas y se inicia una cuarentena estricta para evitar una masiva propagación de mal.
Como si fuera una bendición, en comparación con otros países Paraguay mantiene la menor tasa en cuanto a contagio, hospitalizados, en terapia y fallecidos. La comparación es obligada para calificar los resultados de los cuidados implementados.
Es el resultado de la conciencia ciudadana que respetó y respeta el protocolo sanitario en el marco de la cuarentena que ya lleva más de tres meses, aún a costa de grandes pérdidas económicas. Miles de personas quedaron sin empleos, sin fuentes de ingresos, miles de pequeñas empresas tuvieron que cerrar, trabajadores independientes caídos en la miseria.
Sin embargo, pese a millonarios recursos a disposición, las autoridades no cumplieron lo prometido: equipar los hospitales como se requiere, en primer lugar. Los casos de corrupción en el proceso de compras de insumos sanitarios y otros es solo una muestra de que actuaron peor que la plaga que nos acecha.
La indignación ciudadana va en aumento, más aún después de la publicación de las declaraciones juradas de las autoridades que demuestra un alto crecimiento del patrimonio de las autoridades que ocupan cargos electivos, mientras la población está a un paso de pasar hambre y vive de las migajas que reciben de los programas sociales del gobierno y de la solidaridad de sus vecinos.
Gran parte de la población perdió la paciencia y urge castigar a los corruptos.