Con el tema del coronavirus, que para el inefable presidente brasileño se trata de una “gripecita”, el viento se le habría puesto del lado de la puerta, aparentemente. Ahora piden su renuncia los gobernadores, hay protestas, crece el número de contagiados y muertos por causa del covid-19. Son muchos factores que juegan en su contra y su estabilidad, pero falta saber algo que es decisivo: qué dicen los militares.
De estos es que depende la suerte del jefe de Estado. La pandemia es un asunto demasiado importante como para no creer que los militares brasileños lo siguen muy de cerca y pensar que Bolsonaro no cuenta con su respaldo.
En definitiva, la política que aplica Brasil es la de las FF.AA. y es llevada adelante según los tiempos, las circunstancias y lo que le conviene a Brasil ya sea por Lula, Dilma, Temer, o Bolsonaro. Por ahora parece que conviene que Bolsonaro siga. Lo demás es cháchara.
Es un hecho que Bolsonaro es un enemigo de la libertad de expresión y que no le gusta la libertad de prensa. A Lula tampoco le gustaba y tuvo sus arbitrariedades, pero no se animó a sacarse la careta. Pretendió que Dilma hiciera una ley para “regular” la prensa, pero ésta, la más seria de todos, no le atendió el pedido.
Bolsonaro suma además que se maneja a través de las redes y twitters, una vía fácil para los que no piensan en profundidad y recurren a los escupitazos demagógicos y populistas o a los insultos, exabruptos, embustes y verdaderos vómitos autoritarios. Maduro y Bolsonaro son dos casos típicos.
La prensa no quiere a Bolsonaro; y con razón. Pegarle a Bolsonaro cae bien, además, tanto a la izquierda y a los neoprogresista, porque es un enemigo duro, como a la derecha y los conservadores por cuanto les sirve para “blanquearse”. “Bolches” y “fachos” no lo quieren y con distintos propósitos lo putean por igual. En este aspecto algo parecido pasa con el presidente Trump.
Consecuencia de todo ello es que Brasil hoy tenga mala prensa y que toda la información que surge de allí en alguna medida este contaminada. No es bueno para Brasil, pero tampoco lo es para el público y menos para la prensa que pone en juego su mayor capital que es la credibilidad.
Como ya se señaló, las crisis anunciadas y las caídas han sido demasiadas y ninguna se concretó hasta hoy. Sobre el incendio del Amazonas se dijeron cosas de Bolsonaro que no eran ciertas y se dejo al costado, por ejemplo, cual había sido la política de Evo Morales que sí ordeno quemar los bosques. Respecto al caso Lula, se vaticinaron protesta y levantamientos populares que nunca se dieron.
Se invento una crisis que nunca hubo y se anuncio la liberación de Lula como inminente en tres o cuatro oportunidades previas a que ocurriera, que fue ni mas ni menos que cuando las normas lo hacían factible. Ni antes ni después.
Lo mismo con temas como la seguridad social y la inseguridad publica, campos en que el gobierno ha conseguido avanzar mucho y sobre los que poco se informa.
Con esto del coronavirus, Bolsonaro ha aplicado una politica similar a la que al principio aplicó Trump en EE.UU., López Obrador en México y Ortega algo bastante peor en Nicaragua; sin embargo, no ha sido tratado igual. A lo sumo comparable con Trump.
De Nicaragua nada o muy poco, y a AMLO, en un México donde siguen matando periodistas y los narcotraficantes actúan tan campantes, se le da un trato más amigable. Ahora cambió, y a nadie se le ocurre destacar entre otros hechos la coincidencia con EEUU, país del cual AMLO parece estar muy pendiente y con animo de no molestarle (pasó con los emigrantes centroamericanos que cruzaban México camino a los EE.UU.).
Muy de izquierda en la OEA y en la pavada, pero en lo que pesa no se equivoca y respeta al imperio.
Estos son todos hechos comprobables y decididamente hacen difícil muchas veces saber qué es lo que pasa y hacia donde va Brasil. La guerra prensa vs. Bolsonaro empaña mucho. Y, sin embargo, sería tan fácil saber en que se está y por donde van las cosas: bastaría con tener una buena fuente militar.