Si en la ciencia biológica se adora al benigno dios del agua, la prensa es feligrés religioso de su malignidad. Los acuíferos son parte del agua buena, que en ellos están ocultas y quietas, no se infectan, no crían mosquitos, son potables y pueden producir harto dinero. Tenemos muchos y buenos depósitos de agua fósil en nuestro territorio, pero estamos tratando de agotarlos. Si no lo conseguimos, se supone que al menos hemos de lograr contaminarlos”.
Así fue el título y fueron algunos párrafos del primer articulo de la serie de los comentarios dominicales que, como este, vengo escribiendo desde hace… ¿20, 25 años? La ocasión tiene alguna significación para mí porque fue el primer comentario transferido al diario por correo electrónico, pasando luego por el proceso informático interno para la impresión final, un trámite que actualmente no despertaría la curiosidad de nadie.
Tan veloces fueron las transformaciones tecnológicas que se adoptaron desde entonces, que también van modificando el lenguaje. Ya no hablamos igual que hace una década. Hoy en día ni siquiera es ya suficiente decir “diario” a secas, hay que especificar si es el tradicional o el digital (pronto habrá mas opciones); tampoco basta hablar de artículo o comentario, pues hay blogs, novedad tan imperativa que obligó al DRAE a incorporarla: “Sitio web que incluye, a modo de diario personal, de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentado por sus autores”.
Dio el DRAE una entrada, asimismo -como no podía demorarse-, a su derivado: ‘bloguero’, la persona que escribe un blog o a lo que sea propio de este recurso periodístico. Ahora mismo las empresas que crean y desarrollan las redes sociales, van creando otras vías y técnicas de comunicación masiva que permiten divulgar opiniones de interés público a través del teléfono, lo que manda de inmediato a la joven prensa digital al desván de los medios “tradicionales”. ¡Así de rápido se cabalga hoy, Sancho!, diría don Quijote.
Muchos medios y periodistas van quedando atrás con sus viejas cabalgaduras. Todos los días se cierran periódicos en el mundo; miles de periodistas, los viejos, los que no se adaptan, se van, retornan al inframundo donde las palabras no reinan. Todavía les resta la opción de entregarse al placer solitario de la literatura, no obstante el hecho de que tampoco hay garantías de pervivencia para ella, en la forma que la conocemos.
Ignoramos, pues, nuestro futuro inmediato; las artes adivinatorias no nos anticipan nada. Es posible que un día de estos desaparezcamos en medio de la tumultuosa disgregación histórica del periodismo en su forma tradicional. Si sucede, algunos probaremos el sabor del fin del mundo, pero, para muchos más, será un glorioso alumbramiento.
Las cosas de este país, lo bueno y lo malo, van en directa proporción con nuestro tamaño físico, económico y cultural. Nada hay aquí, por tanto, que sea demasiado bueno o demasiado malo. La medianía tiene sus grandes ventajas. Pero su gran desventaja es dejarnos cada vez más lejos de la vanguardia, porque el progreso tecnológico nos va haciendo un poco más medianos todos los días. Y, entretanto, el mundo se aproxima a la era de Acuario, es largo el camino que nos resta; tanto lo es, que tendrán que acabarlo nuestros sucesores.