Este domingo se cumplirán 33 días de implementación de medidas de restricción por parte del Gobierno nacional para retrasar la circulación comunitaria del coronavirus covid-19. De prohibición de actividades públicas y privadas que impliquen aglomeraciones, se pasó a restringir la circulación de personas sin razones estrictamente necesarias, como la adquisición de alimentos, asistencia médica o trabajos que cubran necesidades básicas.
Con la gente en sus casas, alejada de los espacios verdes de esparcimiento y de las fábricas, varias de las cuales están cerradas, la naturaleza aprovecha para renovarse. En paz, ausente el ser humano, ella sigue su curso y parece sanar.
El arroyo Mburicaó es uno de los más contaminados de Asunción. Usualmente su curso, oscuro, arrastra todo tipo de desechos y expide un fuerte olor a podrido. Esta semana, la última de este primer periodo de cuarentena, esta situación cambió notablemente.
Aunque a los costados aún hay cubiertas viejas y bolsas de basura, el Mburicaó circula ahora más transparente, pudiendo verse el fondo. Grupos de aguapé y blancas aves lo sobrevuelan, nadan, descansan en sus aguas.
También es más transparente el agua del río Paraguay en las orillas que dan a la costanera, donde una pareja de aguiluchos degustaba viejos peces. Comparten el espacio con palomas, garzas, mbiguás y otras aves que han tomado cuenta de la bahía de Asunción.
A lo lejos, en el río, el solitario bote de un pescador rompe las aguas del Paraguay. Del otro lado, sobre la avenida Costanera, fiscales y policías controlan el lento pasar de algunos ciudadanos que salieron de sus casas de manera excepcional. La cuarentena es para mantenernos sanos. Sana también nuestro medio ambiente.