El 6 de febrero, cuando nuestro diario informaba que los libros de matemática elaborados y distribuidos por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) estaban plagados de sistemáticos errores, el ministro de Educación, Eduardo Petta, minimizaba la situación. Se trataba de solo dos páginas, dijo, y planteaba que los alumnos jueguen a encontrar los errores. El viceministro de Educación, Robert Cano, decía que eran errores de tipeo. Informaba que los libros –parte de la herramienta MaPara (Matemática Paraguay) que se implementará este año en todas las escuelas del país– no se reimprimirían, sino que elaborarían una fe de erratas.
Días después, el MEC acabó por asumir los errores y Eduardo Petta hizo corresponsables de los mismos a la Unión Europea, que financió la impresión de los libros. La gravedad del asunto llevó a que el 9 de febrero, en una urgente conferencia de prensa, se anunciara la destitución del director de Educación Escolar Básica, Guido Barrios, y de Teresa Oviedo, responsable de Desarrollo Educativo.
Tras estas destituciones, el MEC anunció la revisión de todos los libros. Los materiales seguían distribuyéndose en las escuelas del país, con el anuncio de que más tarde se reimprimirían las páginas corregidas y estas se enviarían a los docentes.
Con alrededor del 80% de los libros ya entregados, el viernes último Eduardo Petta dispuso la suspensión de la distribución de los materiales. A los libros que aún no se entregaron, se les adherirán las páginas corregidas.
Estas decisiones, que fueron cambiando según la reacción de la población y la presión de los gremios –que piden la destitución de Petta– son una clara señal de que el MEC no tiene un rumbo definido. El futuro de la educación está en manos de una institución que más bien navega a la deriva, según analistas consultados.