Strickland visita esta semana Madrid para recoger la Medalla de Oro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ofrecer una conferencia magistral.
- ¿De qué va a hablar a los científicos, estudiantes y autoridades españolas?
“De lo que la gente quiere saber desde hace cinco años: qué hice para ganar el Premio Nobel de Física”, dice riendo la científica canadiense, una mujer de 64 años, afable, simpática y muy didáctica.
- ¿Y cuál es la respuesta? “Nunca he sido alguien que se haya propuesto conseguir algo grande, como un premio Nobel. He sido una persona que simplemente ha disfrutado muchísimo jugando con la ciencia en el laboratorio, particularmente con los láseres, y que quiere seguir haciéndolo”.
En una excursión del instituto a la Universidad de Ontario, cuando apenas tenía 16 años, Strickland vio por primera vez la tecnología láser que décadas después perfeccionó hasta llevarte a ganar un premio Nobel y quedó fascinada por ella.
D. Strickland, la investigadora dice que la ciencia debe parecer fácil
“Hablamos de comienzos de los 70, entonces no se veían láseres por ninguna parte, y tuve algo parecido a una revelación supongo -ríe de nuevo- y me dije yo quiero aprender mucho más de esto”.
“Creo que la escuela o el instituto son buenos momentos para que los jóvenes jueguen con diferentes cosas y encuentren qué es lo que les gusta hacer”, explica.
“No soy de las que cree que la ciencia es para todo el mundo. La ciencia es para quien le parezca fácil y divertido jugar con este tipo de cosas que hacemos los científicos, y, además, tenga mucha paciencia porque si no se va a frustrar muy pronto y no va llegar a ninguna parte”.
“Si la ciencia te divierte y cuentas con esa paciencia debes de luchar para que nada te impida dedicarte a eso” afirma Strickland al preguntarle que le diría las chicas jóvenes para animarles a hacer carreras STEM.
Ella fue en 2018 la tercera mujer en conseguir el Nobel de Física en más de un siglo de historia, después de Marie Curie (1903) y Maria Goeppert-Mayer (1963).
D. Strickland, la investigadora que investigó los láseres de pulsión corta
Strickland desconocía ese dato cuando la llamaron para comunicarle que había sido galardonada, y ni siquiera tenía entrada en wikipedia hasta ese momento, lo que viene a ejemplificar muy bien cómo muchos de los grandes avances de ciencia -y de la humanidad- parten de investigadores humildes y anónimos -más allá de su campo- y de su gran constancia y tenacidad.
Los trabajos de la ingeniera y física canadiense, que inventó la Amplificación de Pulso Gorjeado con solo 26 años, han sido fundamentales para perfeccionar y hacer más potentes los láseres de pulsión corta, una tecnología gracias a las cual se curan enfermedades oculares o tenemos móviles con los que se puede hacer (casi) de todo.
Los avances en esa línea de investigación, en la que ha sido pionera, “pasan por afinar nuestros hallazgos de tal manera que podamos fabricar láseres de muy alta intensidad, con una mayor capacidad de aceleración de partículas de tal manera que nos permitan profundizar más en el cerebro con los tratamientos de radiación”.
La investigadora reconoce que entre el COVID y sus compromisos como Nobel no pasa todo el tiempo que le gustaría en el laboratorio: “antes de galardón, probablemente iba cinco veces al día sólo para jugar con los estudiantes en el laboratorio y ver qué pasaba. Soy una persona que necesita visualizar lo que se está haciendo, remangarme y ver cuáles son los problemas”.
Científicos ambientales y el papa Francisco
Aunque insiste en que siempre que está en Ontario no pierde ocasión de ir a su laboratorio de la Universidad de Waterloo a “jugar” con los proyectos de investigación en marcha y a hablar con los estudiantes, también asegura “entender que ahora tengo una voz mucho más grande, y por eso siento que debo dedicar tiempo a promover la ciencia y los desafíos a los que nos enfrentamos.
De todos esos retos, el que Strickland considera más urgente es el medio ambiental: “Estamos intentando reunir científicos ambientales que no tienen las herramientas tecnológicas adecuadas para hacer lo que quieren hacer con investigadores más dedicados al desarrollo tecnológico, por ejemplo de sensores ópticos, y formar redes de colaboración que permitan mejorar los sistemas de vigilancia ambiental”.
“Si conseguimos reunir a estos dos grupos, tal vez podamos acelerar la tecnología necesaria para una mejor vigilancia y comprensión de los problemas ambientales que nos permita un mejor abordaje, porque ese entendimiento requiere de un número ingente de mediciones”, subraya la científica, que ya está en un trabajo colaborativo de este tipo sobre el Ártico con la Universidad de Laval (Quebec).
Hace apenas unas semanas el Papa ha nombrado a Strickland, de religión protestante, miembro de la Real Academia Pontifica de las Ciencias.
Aunque aún no ha tenido ocasión de asistir a ningún encuentro si que ha podido hablar con representantes del Vaticano sobre qué se espera de ella “quieren estar al día de los últimos avances científicos, de que dan respuesta a los desafíos de la humanidad y de que son éticos”.
“Y lo que sí he podido comprobar ya es la preocupación del Papa Francisco por el medio ambiente”, incide.
Jugar y divertirse
Al término de la entrevista, Strickland se dirige a recoger su reconocimiento y a dar su conferencia magistral en la que, al igual que en la entrevista, hay dos verbos que repite notablemente: jugar y divertirse.
Mientras habla, parece que de fondo resuena esa canción que ella misma hizo sonar cuando le tocó intervenir en el banquete del Nobel: “Girls just wanna have fun” (Las chicas solo quieren pasarlo bien).