Félix de Azara refirió sobre la distribución y el nombre de esta ave:
“Es bastante común aquí [en el Paraguay], pero mucho más en los campos de Montevideo. También abunda en el Tucumán, según me dicen, donde es llamado Casero. Aquí le llaman Alonso García, y no tiene nombre guaraní. Yo le llamo Hornero aludiendo a su nido, que parece horno, y porque también es conocido por este nombre, y no por otro, en Buenos Aires”. En sus Apuntamientos, en casi iguales términos, anotó:
“Al presente llaman hornero en el Río de la Plata, y casero en el Tucumán, aludiendo a su nido de barro, que tiene la figura exterior de un horno. En el Paraguay le llaman Alonso García no sé por qué”.
Bertoni lo catalogó como Hornero, Ogaraity, y Alonso García.
Azara mató al individuo que describió de un fusilazo y, en sus Apuntamientos, consta que mantuvo suelto en su cuarto, por más de un mes, a un individuo adulto.
Nomenclatura. Sonnini y Azara concluyeron que tal Hornero era de la especie del que Commerson vio en Buenos Aires, al que Buffon describió con el nombre de Fournier y está representado en la estampa iluminada número 739 de Martinet con la denominación de Fournier de Buenos Aires; Sonnini aclaró, además, que se debe a Azara las noticias sobre sus costumbres puesto Buffon se limitó a señalar sus formas y colores.
Azara, por su parte, advirtió que en la referida estampa esta ave aparecía con el pico más largo y con el tarso teñido de pardo amarillento; esto en razón de que el Hornero de Buenos Aires es diverso al del Paraguay; el descrito por Azara resultó una subespecie nueva para la ciencia, la que fue identificada por los naturalistas estadounidenses George Kruck Cherrie y Elsie Margaret Binger Reichenberger (conocida luego como Elsie Naumburg) en 1921 con la denominación de Furnarius rufus paraguayae en su Descriptions of proposed new birds from Brazil, Paraguay, and Argentina (in American Museum novitates, p. 5).
El epíteto que identifica a dicha subespecie corresponde al de su hábitat.
Costumbres y nido. Sobre las costumbres y nido del Hornero comentó Azara:
“No habita los bosques espesos, aunque corre sus orillas, su domicilio es en campos y chacras, donde también hay algunos matorrales bajos. No va en bandas, sino solo uno o dos, ni es de pasa. Sus alas tampoco parecen de volador, porque son cortas y muy corvas, supongo que come insectos, porque no pude buscar otra cosa por entre las mantillas. Para cortar, que lo hace con bastante frecuencia, echa algo el cuerpo hacia adelante, tira el cuello, y menea bastante las alas, manifestando en esto que hace bastante esfuerzo. Su canto es fuerte y casi se reduce a repetir esta sílaba Chó, doce o quince veces seguidas. Las primeras despacio, y acelerando cada vez más, hasta finalizar con la prisa de trino. No conozco diferencia en los sexos”.
“Su nido lo coloca siempre sobre algún árbol de pocas hojas o seco, o sobre algún poste de los corrales. Lo asegura fuertemente en alguna horqueta o en algún tronco de rama fuerte, cada año lo hace nuevo, sin embargo de que las aguas y temporales no lo destruyen. Su figura exterior es una semiesfera u horno de pan, no contando en esto lo que sigue para aferrarlo en el palo. Es de barro. Su superficie exterior no es lisa, su diámetro por fuera es de seis y media pulgadas, y el grueso de la bóveda de una pulgada justa por los costados, y algo más en lo alto. De este modo queda un vacío semiesférico casi (porque es algo chato en lo alto internamente) de cuatro y media pulgadas de diámetro. En el lado que mira al Norte, o por lo menos que no mire al Sur, tiene dicho vacío su entrada cuatro pulgadas alta, dos ancha, y es como elíptica o más formada por dos arcos verticales, así lo he reparado en nidos viejos, pero en uno nuevo, que tengo presente, noté que dicho agujero o entrada está tapada por la parte inferior con barro postizo, de modo que solo queda el agujero de veintisiete líneas alto, y veintiuna ancho. La cavidad o vacío referido está dividido en dos divisiones, que las gentes suelen llamar sala y aposento. La separación es por un tabique que empieza en la borda derecha de la entrada, y va curvamente a acabar en la pared de enfrente adelgazando bastante, de modo que con esta disposición curva o espiral del tabique queda a la derecha una gran capacidad para el nido, al cual se entra desde la sala, que es irregular, comprendida entre dos trozos de esferas, de las cuales la del tabique tiene su centro mucho más alto que el de la esfera a quién corresponde la pared o trozo exterior. El paso del uno al otro cuarto se hace en la parte opuesta a la puerta, sobre dicho tabique, que aquí no llega [a] arriba. Las bordas e inmediaciones de la boca, por fuera, son lisas como bruñidas. Lo interior es lizo, sin bruñir”; además, que:
“Dos de estos nidos idénticos me ha proporcionado dicho doctor [Juan Antonio de] Zavala, uno me dijo que era viejo, y otro con cría. No pude examinarlos la tarde que los tuve, los puse juntos en mi cuarto, y la mañana siguiente, veintinueve de octubre, al levantarme vi sobre el nido nuevo un pájaro todo negro; lo examiné y vi que, aunque cubierto de plumas, era muy pollo. Tuve dudas sobre el nido de que habría salido. Aserré los dos horizontalmente, y hallé en el viejo solo el colchón compuesto de hierba seca, mole de hoja angosta, como de grama, sin excremento fresco, ni pluma alguna. En el nuevo hallé igual colchón con algunas plumas oscuras, no tanto como las del pájaro dicho, pero que no pueden ser del hornero. No hallé excremento fresco, ni seco, ni cáscaras, vi solo cuatro huevos, los dos rotos y podridos con gusanos, y los dos enteros. Lo exterior manifestaba ser todos unos. Rompí uno de los enteros y le hallé tan fresco como si le acabasen de poner, conservo el otro para ponerlo en un nido de Chesi hasy. Los dichos huevos son de diez líneas de diámetro mayor, y de nueve de altura, algo más agudos en una punta, donde no tiene tantas manchas. El fondo es blanco, pero el todo es un perfecto jaspeado de dicho color y del que el Hornero tiene en su corona, esto es acanelado”; y, que:
“En vista de este examen no pude convencerme de que mi pájaro negro había salido del nido nuevo sino por dichas plumas, y porque los huevos rotos me hacen sospechar que se habrán roto apartadas de dicho pájaro negro, que después describiré. ¿Pero cómo este pájaro es adulto y los huevos frescos? Ya no lo entiendo. Solo diré, para que otro discurra, lo que oí en Santa Teresa, yendo al Río Grande, acudían a comer entre las palomas que criada don Gabriel Figueroa una especie de tordos, todos negros, del tamaño del que salió del nido, y me dijo dicho señor (hombre de razón y de verdad), éstos no hacen nido, y para multiplicarse atisban a los horneros, introduciéndoles en el nido sus huevos, para que se los saquen y cuiden. Yo he sacado (añadió) un nido de Hornero en que había pollos de Hornero y de Tordo. No dudé que decía la verdad, y hoy con mi experiencia lo creo más, pero no sé cómo componer que los huevos estén frescos y el pollo negro casi adulto, otra dificultad es que dichos tordos son granívoros y los horneros creo que solo comen gusanos, aunque no estoy cierto en esto. Dichos tordos van en bandadas y abundan mucho más que los horneros, esta diferencia de costumbres, color, y número, no sé cómo componerla. ¿Acaso los tordos serán granívoros de grandes solamente y, entonces, no sabrán o hozarán comer y tocar los mismos insectos que fueron su leche para llevarlos a sus hijos? ¿La naturaleza les negó el talento de hacer nido, dándoles suma astucia en su conducta? Sea lo que fuere, mi pájaro negro, que estoy criando con carne, para conocerlo mejor, salió del nido de hornero y Figueroa es hombre de suma verdad”.
Finalmente, indicó, que:
“He visto que macho y hembra llevan alternativamente una bola de barro en el pico, del tamaño de una nuez moscada, la cual depositan en el nido, y toman de ella para formar su Hornero o casa. En esta maniobra alternan los dos, de modo que cuando uno llega con material al nido, va el otro a buscar su pelota, sin que jamás quede sola la obra. Para añadir sienta un pie con prontitud, y levantando el otro bruscamente, y manteniéndolo elevado un ratillo, luego sienta el pie que elevó y levanta el otro, y para como antes, hace esto dos o tres veces, y da una carrerita viva y veloz, para, y repite lo dicho primero. Esto solo lo distinguirá de muchas aves”.
En sus Apuntamientos reveló también las costumbres que observó en el individuo que mantuvo en su cuarto:
“comía maíz quebrado, siempre prefería la carne cruda; y si el pedazo era mayor de lo que permitía el gaznate, lo comprimía con el pie contra el suelo, tironeando con el pico. Para caminar sienta un pie con prontitud, levantando con la misma el otro al mismo tiempo; y manteniéndole un poco en el aire, le sienta lejos para levantar el otro. Después de repetir esto algunas veces, da una carrera veloz, parando repentinamente para andar con la majestad referida. Así alterna siempre, con un aire despejado, llevando la cabeza y cuello elevados. Para cantar echa el cuerpo adelante, estira la garganta y bate las alas. La voz común a los sexos, que se oye todo el año, es muy fuerte, y la repiten con frecuencia, reduciéndose a cantar doce o quince veces la sílaba chi: las primeras despacio, y acelerando hasta acabar en trino, que se oye de media milla. El de mi cuarto acometía y ahuyentaba a los zorzales y habías cuando se acercaban a la carne”; y, sobre su nido, agregó:
“Coloca el nido en lugar muy aparente sobre el tronco de rama fuerte que tenga pocas o ningunas hojas, sobre las ventanas de las casas, cruces, estacas, o postes levantados de dos a tres varas. Su figura exterior es una semiesfera u horno de cocer pan. Le construye de barro, y a veces le concluye en dos días, ayudándose los amantes, llevando cada uno su bola de barro como una pequeña nuez, y componiéndolo mientras el otro recoge su bolita. El diámetro del nido por fuera es de seis un medio de pulgadas, y el grueso del muro tiene una. La entrada, que está en el costado, es doble alta que ancha. Lo interior tiene dos divisiones separadas por un tabique, que empieza en la borda derecha de la entrada, y va curvamente a terminar en el muro interior, dejando junto a este una puerta para entrar en el aposento, donde tiene cuatro huevos sobre colchón de gramilla, algo agudos en un extremo, blancos salpicados con canela, y sus ejes de diez y nueve líneas. Mi golondrina parda, el chopí, el lorito menor, y otros pájaros, aprovechan estos nidos viejos para criar; pero sus dueños los arrojan a fuerza de reñidos combates cuando los han menester; porque no los hacen nuevos todos los años, ni las lluvias los destruyen en muy largos tiempos. Los pollos se parecen a los padres”.