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En nuestra Constitución Nacional se menciona claramente, en el artículo 129, la obligatoriedad del servicio militar. Todos los paraguayos deben presentarse para prestar defensa al servicio de la patria; sin embargo, la Carta Magna permite que aquellas personas que no estén de acuerdo con la ley presenten su objeción de conciencia y, en cambio, tienen que realizar actividades en beneficio de la sociedad.
El servicio militar siempre ha sido obligatorio; en la época del dictador Alfredo Stroessner, los jóvenes que no portaban su carnet de baja eran subidos a camionetas y trasladados hasta el cuartel para cumplir con su obligación.
Muchas personas, en rebeldía, encontraban la manera de falsificar este documento para no ser acuarteladas. Quizás, varios temían a los golpes, a los abusos cometidos por las autoridades y a estar durante largos días encerrados en los calabozos.
Ahora, si bien la ley sigue vigente, numerosos jóvenes nunca han pisado siquiera los establecimientos del Cimefor. Esto se debe a que las nuevas generaciones se oponen a este servicio “brindado” a la patria.
Probablemente, la cifra que indica que 147 personas hayan fallecido mientras realizaban su formación militar desde la caída de la dictadura hasta el año 2012 tampoco ha de ayudar demasiado para despertar el deseo de los jóvenes de “servir” al país, en caso de un ocasional conflicto armado.
Tal vez, en vez de intentar que las personas se sientan forzadas a realizar un servicio con el que no están de acuerdo, deberíamos fomentar el amor a nuestro país, pero no para armarnos y estar preparados “en caso de”, sino para que cada vez más chicos se llenen de valor y nos defiendan de los males que nos aquejan actualmente: la corrupción, la impunidad y los constantes atropellos a los principios democráticos.
El servicio militar debe ser exclusivamente para aquellas personas que tengan el anhelo de prepararse con la finalidad de defender al país. En todo caso, fomentemos el amor a la nación, pero recordemos que, aprender a manipular armas y a desempeñarse eficientemente en caso de que sobrevenga una guerra, no son las únicas formas de “hacer patria”.
Por Fiona Aquino (18 años)