Esplendor y ocaso de las ideologías

Los antiguos imperios y las naciones actuales se rigen por la visión del mundo que tienen sus líderes. En su devenir histórico, la humanidad ha ensayado una amplia variedad de formas de convivencia, pero hasta hoy no se encuentra la fórmula ideal.

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El sociólogo y filósofo alemán Karl Marx revolucionó el mundo con su teoría de que el sistema de producción económica determina la superestructura ideológica, jurídica y política de las sociedades, dando así origen al marxismo. Sin embargo, otro gran pensador, el también sociólogo y filósofo Max Weber sostuvo que la forma de ver el mundo, la ideología, es la que configura la organización política y social de los pueblos. Luego, Adam Smith y Karl Popper establecieron los principios básicos del liberalismo y la teoría del libre mercado que dieron paso a lo que hoy se conoce como el capitalismo.

Circunscribiéndonos solo a los siglos XX y XXI, registramos el esplendor y el ocaso de varias ideologías políticas en el mundo. A principios del siglo pasado, se produce la caída del imperio de los zares en Rusia y el advenimiento del comunismo que centraliza todas las actividades de una nación bajo el control del Estado. La ilusión del gran imperio comunista se desmoronó con la caída del muro de Berlín en 1989.

El capitalismo creció con fuerza en países económicamente muy desarrollados como EE.UU. y Alemania, pero nunca pudo resolver el problema de que el progreso en dicho sistema siempre es selectivo y no incluye a las clases marginadas.

Un intento de respuesta a los problemas latinoamericanos fueron los regímenes militares de los años 60 y 70. Las botas castrenses pisotearon los derechos humanos, torturaron y asesinaron a miles de personas y luego fueron derrocadas sin pena ni gloria.

En los años 80 y 90, surgieron los gobiernos neoliberales que abrieron las puertas a la inversión extranjera, se vendieron muchos entes del Estado, se puso énfasis en el respeto a las libertades públicas, etc. El talón de Aquiles de la franja de pobreza y miseria extrema continuaba invariable.

En los primeros años de la década del 2000, comenzaron a abrirse camino los gobiernos que decían pertenecer al nuevo socialismo del siglo XXI. Con Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina y Lugo en Paraguay, parecía que por fin los pobres y más necesitados serían atendidos en primer lugar. La experiencia pintaba bien al principio, pero en muy pocos años fracasó rotundamente pues, al igual que en el antiguo comunismo, el Estado pretendía controlar toda la economía, una fórmula segura para favorecer la corrupción y destruir el aparato productivo del país.

Y ahora, casi todas las naciones latinoamericanas estamos en medio de un nuevo comienzo de no sabemos muy bien hacia qué modelo apuntar. La experiencia continental nos ha dejado claro qué es lo que no funciona, pero no tenemos ejemplos de naciones que han logrado combinar con éxito la libertad política, el libre mercado y el crecimiento económico de toda la población, sin exclusiones. Las franjas de pobreza y marginalidad están ahí, como si fueran un cartel de alerta de que, hasta ahora, los discursos y las promesas de los políticos no les sirven en absoluto para nada.

La disputa de fondo sigue siendo la misma: capitalismo versus comunismo, aunque ahora se denominen neoliberalismo y nuevo socialismo. ¿Existirá una tercera opción exitosa?

ilde@abc.com.py

 

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