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Quien alguna vez haya transitado por la calle Charles de Gaulle, en la zona del barrio Tembetary de nuestra capital, se habrá quedado boquiabierto ante la majestuosidad de un edificio, hasta "extraño" si se quiere, ubicado en la zona. Es una imponente obra de 5 pisos, con la fachada tallada a mano y hecha con el mismo tipo de piedra que hace 400 años se utilizaba en las Reducciones Jesuíticas del sur de nuestro país.
El inicio
"Hace algunos años llegó hasta nosotros una chica llamada Laura, enferma terminal que había sido abandonada por sus familiares, para pedirnos ayuda", comienza relatando el sacerdote italiano Aldo Trento, fundador de la obra.
"No teníamos nada que ofrecerle, pero tampoco podíamos dejarla morir tirada por la calle así que la recibimos en nuestra casa (la casa sacerdotal de la Parroquia San Rafael), le dimos una pieza y el jardinero de la parroquia cumplía con el papel de enfermero (durante el día estaba aquí con nosotros, durante la noche cuidaba a Laura, decidiendo tiempo después estudiar Enfermería, carrera que está por terminar), así comenzó nuestra Clínica", agrega el sacerdote.
A partir de ahí el crecimiento no se detiene hasta hoy. Han pasado ya por sus habitaciones 1.000 pacientes, enfermos de SIDA, cáncer, en la gran mayoría de los casos terminales, todos con un denominador en común: el abandono al que la sociedad los había sometido.
"En más de uno de los casos tuvimos que ir a buscar a los enfermos que se encontraban tirados en la calle, en los basurales", relata Trento, con un dejo de tristeza en la voz. "La gente ya había escuchado sobre lo que estábamos haciendo y nos comenzaban a llamar para pedirnos socorro o contarnos de algún mendigo enfermo tirado delante de sus casas", asegura.
La estructura
"Nada estaba previsto, en ningún momento pasó por mi cabeza la creación de un hospital, lo único que queríamos era abrazar a los enfermos", sostiene el sacerdote italiano, con una sonrisa en los labios, ante la mirada atónita de quienes lo escuchábamos.
"Para nosotros lo importante no son los papeles, de hecho estos son los últimos en ser solicitados. La orientación es clara en este sentido: se recibe al enfermo, se lo acoge, se lo abraza, después se le pide los documentos, que quedan a cargo de la asistente social", reflexionó.
¿Por qué?
"Yo no vine a Paraguay para crear una clínica (ni tampoco las casas para niños abandonados, los asilos para ancianos, la casa para niñas embarazadas, obras que funcionan todas dentro de la misma manzana de la Parroquia San Rafael). Yo vine porque Mons. Luigi Giussani (sacerdote italiano fundador del movimiento católico Comunión y Liberación) me abrazó y me envió aquí por la fuerte depresión en la que yo vivía sumido", recuerda Trento.
"La historia de este lugar es la historia de un abrazo, a mí me abrazaron cuando estaba inmerso en el dolor y yo ahora quiero abrazar a aquellos que viven en el dolor y son, así como yo me sentí mucho tiempo, los despreciados de la sociedad", afirma.
Limpieza y orden
En un pequeño recorrido por las instalaciones de la actual clínica y del edificio de la nueva, sorprendía gratamente la limpieza y el orden en que se encontraba todo. El padre Aldo, jugando con una ironía, afirma: "No sabíamos que tendríamos visitas así que está como siempre está. ¡Impecable!".
El sacerdote italiano interrumpe nuestra admiración y nos comenta: "Es que son los mismos empleados quienes se esfuerzan al máximo para que la clínica esté siempre así. Es simple, me dicen ellos, si todo esto está limpio y lindo, nosotros mismos somos los primeros en sentirnos felices y da gusto trabajar así".
"Aquí nadie dice no es mi trabajo, que lo haga fulano, más de una vez me encontré con las encargadas de la limpieza que temprano por la mañana se quedan a ayudar a los enfermos para que éstos puedan desayunar", asegura el religioso.
El financiamiento
Ante una obra así es imposible evitar la pregunta, ¿de dónde viene el dinero? Aquí, el padre Aldo no puede evitar soltar una carcajada. "Esto es lo más bello, porque lo primero que pregunta la gente es de dónde viene la plata para hacer todo esto. Otros dicen, ah, porque es un gringo, o porque es un cura, dicen. Sin embargo, esto nace de la fe, de lo que los cristianos llamamos Divina Providencia, porque todo proviene de donaciones, la mayoría de gente pobre que ve la obra y se conmueve. Lo que pasa es que si la gente ve adónde va la plata quiere ayudar, porque se da cuenta de que dentro de la negatividad generalizada en la que vivimos es posible trabajar bien en Paraguay, con un único fin, la atención integral a la persona humana".
Actualmente, la nueva obra está entrando en el tramo final de su construcción. Sin embargo, las ayudas nunca están demás. "Todavía necesitamos 300.000 dólares para culminar la obra", señala el sacerdote. A esto se suman el pago de salarios de funcionarios, actualmente 60 sólo en la Clínica, 180 en toda la Fundación, y tantos otros gastos.
Un minuto de silencio. Nada más se podía hacer ante la inmensidad de esta obra que nos enseña que también en Paraguay es posible trabajar bien.