Pese al alto número de reubicados, que permanece “estable desde hace un mes”, según confirmaron fuentes de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), algunas familias deciden permanecer en sus hogares, bien porque el agua no ha llegado a entrar en ellas, aunque estén aisladas, bien por cuestiones de seguridad.
Esas familias se mantienen en la zona a pesar de la insalubridad que provoca el agua estancada, foco de enfermedades y de criaderos de mosquitos transmisores de males como el dengue, el zika o el chikunguña, según alertan las autoridades.
Es el caso de Ismael Martínez, su mujer Alexis Vera y sus dos hijos, que conviven desde hace ya “tres meses”, con el fuerte hedor del agua estancada que anega su calle del Bañado Sur de Asunción, situación agravada por la gran cantidad de basura que en ella se acumula.
Vera aseguró que esa situación provoca que “los chicos estén con vómitos, con diarreas y problemas en la piel”. Para evitar esos peligros, la autoridades de la SEN y de la Municipalidad de Asunción, instan a los vecinos de las zonas inundadas a trasladarse a lo que llaman refugios, zonas públicas como plazas o descampados, donde reubican a los damnificados en precarias viviendas que ellos mismos se construyen.
El hacinamiento de esas personas en dichas zonas no les libra de la insalubridad, pues a parte de algunos baños portátiles, no cuentan con suficientes medidas higiénicas ni de recolección de residuos.
La principal fuente de trabajo del barrio son los astilleros cercanos, que fabrican y reparan buques de gran tonelaje, pero que según los vecinos del barrio, cesan los trabajos cuando “sube el agua”, dijo Ismael Martínez, de 36 años, que añadió que la crecida fluvial “prácticamente ataja todo el progreso de la comunidad”.
A esos problemas se añade el aislamiento que salvan moviéndose en barcas, manejadas por algunos habitantes del barrio, como Agustín González, de 51 años, que explicó que en la zona inundada “hay peligro de muchas alimañas, específicamente víboras”, por lo que “la gente tiene que usar las embarcaciones para ir a trabajar”.
Esa actividad supone un alivio laboral para una parte de los habitantes del Bañado Sur, que se encontraban desocupados debido a la prohibición estacionaria de la pesca en esa zona del río, y que gracias al transporte de “aproximadamente 20 personas diarias” en sus barcas de pesca, consiguen el sustento económico familiar.
González, habitante del lugar comentó que aunque su casa también ha resultado inundada y su familia se trasladó a uno de los “refugios” improvisados, permaneció en su vivienda para evitar robos, otro de los problemas asociados al desalojo de los bañados por las crecidas. “Hay bastante gente que se aprovechan de estas oportunidades para delinquir”, denunció.
La mayoría de los damnificados coinciden en el diagnóstico de que el problema de las inundaciones, que se repite cada año, no es solventado por falta de voluntad política.
El barquero González afirmó en ese sentido que “sería bueno que se tenga que hacer la franja costera” , una suerte de dique que separe los barrios inundables del río, y que se “rellene el bañado para que podamos vivir un poco más tranquilos”.
Por su parte, Ismael Martínez añadió que es necesario que “indemnicen a la gente” que pierde sus casas y tienen que “volver a empezar”.
Desde la SEN aseguran que la crecida del río Paraguay, que comenzó a principios de octubre, “está en proceso de bajar” , aunque la mayoría de las 7.500 familias desalojadas en Asunción tardarán aún en volver a sus hogares, ya que deben esperar a que se retiren las aguas y la zona vuelva a ser habitable.