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La pesquisa destapó que los “consagrados” –entre ellos, Urrutigoity– cometieron abusos sexuales y recibieron encubrimiento por parte de jerarcas de la Iglesia Católica de ese estado, donde al menos 1.000 niños fueron víctimas de esos actos en los últimos 70 años.
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El ahora exsacerdote Carlos Urrutigoity figura entre los 301 curas depredadores sexuales que trabajaron en las diferentes diócesis de Pensilvania. De acuerdo con el informe de más de 880 páginas elaborado por la Fiscalía General de Pensilvania, Estados Unidos, el cura formó parte de un grupo de cuatro religiosos que recuperaría miembros de la Sociedad de San Pío, un seminario que no tenía autorización papal para ordenar sacerdotes.
En el año 2001, el obispo de Scranton, James Timlin, fue informado de que Urrutigoity acostumbraba dormir en la misma cama con niños y adolescentes, según el reporte. “Inmediamente, Timlin cuestionó esta práctica a Urrutigoity, quien negó todo comportamiento inmoral”, dice el documento. Y agrega que le ordenó suspender esa práctica. Sin embargo, como no hubo una queja específica, se consideró que esto era todo lo que se podía hacer.
El 12 de enero de 2002, Timlin recibió correspondencia del Vaticano. Adjunta venía una carta escrita por el padre de una de las víctimas de Urrutigoity, que acusaba a este, al padre Eric Ensey y a otro cura de abusos sexuales. Hubo una investigación fiscal, pero debido a que los plazos legales habían expirado no hubo cargos criminales. Urritigoity y Ensey fueron evaluados clínicamente y suspendidos hasta el final de la investigación. El resultado de esa evaluación fue que ninguno de los dos podía continuar al frente de un ministerio que involucrara a niños.
La víctima aceptó un arreglo por 380.000 dólares.
El informe concluye con un párrafo que relata la forma en que el depredador sexual intentó reestablecer la Sociedad de San Juan en Paraguay, y obtuvo el apoyo del obispo de la diócesis de Ciudad del Este, Rogelio Livieres Plano.
Mientras esta investigación de la denuncia seguía su curso, Urrutigoity huyó de los Estados Unidos y se refugió en Paraguay en el 2005. Contactó en su momento con el obispo conservador Livieres Plano, perteneciente al Opus Dei, quien lo incorporó en la diócesis de Ciudad del Este. Lo defendió a muerte.
Livieres Plano pretendía que la opinión pública creyera que el cura Urrutigoity era un perseguido mediático, pero a medida que saltaban acusaciones hacia el religioso argentino, el también entonces arzobispo de Asunción, Mons. Pastor Cuquejo, como máxima autoridad de la Iglesia, abrió la posibilidad de revisar el incardinamiento de Urritigoity en la diócesis del Este.
Ante estas declaraciones, Livieres Plano reaccionó airadamente tratando a Cuquejo de “homosexual”. También se enfrentó abiertamente a la Conferencia Episcopal Paraguaya, por lo que tuvo que intervenir el actual nuncio Eliseo Antonio Ariotti, cuya actuación fue rechazada por Livieres Plano.
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El enfrentamiento con el arzobispo y la Conferencia Episcopal Paraguay motivó la intervención de su diócesis por el Vaticano, que envió al cardenal Santo Abril y Casteló para enterarse del caso. Al poco tiempo, Livieres Plano fue destituido y fue nombrado como administrador Mons. Ricardo Valenzuela.
Tiempo después, la Santa Sede nombró obispo de la diócesis a Mons. Guillermo Steckling, quien en junio de 2015 expulsó de la diócesis a Urrutigoity. En 2002, Urrutigoity, junto a otro sacerdote, y la diócesis de Scranton fueron acusados de tener un patrón de mala conducta sexual y fueron demandados.
Urrutigoity fue acusado de dar alcohol y cigarrillos a los adolescentes, compartiendo camas y sacos de dormir con los seminaristas y tocar de forma inapropiada al menos a dos hombres jóvenes.
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En otro caso, un exseminarista en Minnesota dijo que Urrutigoity le pidió que insertara supositorios anales delante de él. Cuando se negó, según expresó el joven, Urrutigoity estaba furioso y calificó eso como “una traición”.