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Don Jorge, hijo de inmigrantes italianos, nació el 5 de abril de 1958 en Asunción. De profesión artesano, decidió otorgar su apellido a su hijo Cristian Verdun, con cuya madre se encuentra separado.
Para ello, viajó el 2 de marzo pasado hasta Horqueta, departamento de Concepción, para gestionar los trámites correspondientes en el juzgado de la ciudad, atendiendo a que su hijo es concepcionero.
Los trámites tardarían varias semanas, incluso meses. Decidió aguardar en la ciudad mientras duren los papeleos. Pero su poco dinero rápidamente se le fue de las manos.
“Como no tenía trabajo, empecé a juntar latitas. El primer día junte 14 kilos. Caminando por Concepción, encuentro una bicicleta vieja tirada en una gomería. Dije ‘vení bici que te voy a reparar con mis propias manos’ y comencé a repararla”, relató el aventurero.
Con los ingresos que obtenía mediante la recolección de latas de gaseosa y cerveza, además de otras “changas” diarias, compró ruedas nuevas a la vieja Monark modelo 1960. Adaptó el manubrio de una moto a la bicicleta, además de un canasto en su parte delantera, nuevas cadenas y otros detalles.
“Gaste 320.000 guaraníes en total”, rememora, contemplando a la Monark, cuyo color negra es más pronunciado por el paso del tiempo que por su color original.
Los meses pasaron. De marzo saltó a junio, y finalmente obtuvo la sentencia de su hijo. Se había prometido, al lado de su bici, que una vez obtenido los documentos realizaría la travesía de llegar hasta la capital.
Estaba confiado. No era la primera vez que caminaba kilómetros durante aquellas largas jornadas diurnas y nocturnas en busca de latitas, cartón, plásticos y todo lo que le produjera un poco de dinero para sobrellevar el día a día.
El sábado 29 de junio, a la aparición de los primeros rayos del sol, don José tomó el manubrio e inició su camino rumbo a Asunción, tomando el camino por el Chaco paraguayo.
“En mi primer día ya hice 120 kilómetros”, explicó el aventurero, quien recuerda haber juntado algunos billetes y monedas en el bolsillo para emprender la travesía.
“Por el camino compre para mi comida y también la gente me ayudaba con algunas cosas”, relata.
Agrega que por el trayecto fue recordando los conflictos armados en Israel, lo que lo indignó por ser una tierra sagrada. Desde ese momento, cambió el fin de su meta.
“La tierra sagrada es Israel, tierra de Jesucristo. Soy católico hasta que él (Cristo) aparezca y me diga ‘hijo mío, acá está lo que te he guardado’. Este viaje es por la paz en Israel porque por algo mi nombre también es Jesús”, indicó.
A lo largo del camino durmió en cuarteles, comisarías y en lo de algún lugareño caritativo que lo recibió en su morada.
“Hoy salí a las 6 de la mañana del cuartel de Cerrito (Chaco) donde me he quedado a comer y dormir y acabo de llegar al diario”, explica don José, contando su historia en predio del diario ABC Color.
A su lado, la bicicleta del relato lo acompañaba, así como en los cuatro días de viaje, en los que recorrió un poco más de 440 kilómetros.
Cuenta que los días sobre el asfalto fueron tranquilos. Menciona que su silbato funcionaba de bocina al cruzarse con los vehículos y camiones. “Solo viajaba durante el día porque mi bici no tiene luces”, subrayó.
Dedica su viaje también a los jóvenes de la actualidad. “No a los vicios, no a la violencia, para eso están papá y mamá, para recibir el cariño de ellos”, resaltó.
Anhela finalmente que en los próximos 15 días su hijo sea Cristian Pusineri Verdun. “Espero que este viaje tampoco sea el último”, finalizó y se retiró del diario en su vieja bici.