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Durante la celebración presidida por el nuncio apostólico, monseñor Eliseo Antonio Ariotti, este reconoció que tanto la sociedad paraguaya como la Iglesia vive tiempos difíciles, “no obstante asumimos esta crisis como una ocasión favorable con la certeza de que la vida consagrada no desaparecerá”. “La verdadera accion de gracias es la vida consagrada al servicio de los pobres, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo, esperamos un Paraguay en el que habite la verdadera justicia”, afirmó.
El nuncio también exhortó a los sacerdotes y obispos a ser autocríticos preguntando si son transparentes. “¿Son coherentes los religiosos del país, capaces de compartir los gozos y los dolores de la humanidad y la sociedad paraguaya?, no se olviden que la profesía de la vida consagrada consiste en despertar al mundo, con misericordia y justicia”, sostuvo.
El sacerdote animó a los religiosos a practicar los valores de la caridad, sencillez, humanidad, y fidelidad para su misión evangelizadora. “¿Cómo podemos recibir un Paraguay nuevo, si en nuestras comunidades religiosas no hay fidelidad, ni misericordia, ni caridad”, expresó. En otro momento pidió que la resurrección del Señor se manifieste en los más jóvenes y que estos se entreguen a una vida consagrada a Dios.
Ariotti habló de las paradojas del misterio evangélico, enfatizando que el reino de Dios pertenece a los pobres de espíritu. “De aquellos que no cuentan para la sociedad, los ojos de los pobres son los más adecuados para ver a Cristo”, agregó.
“Los que tienen el corazón como pequeños recibirán el misterio de la salvación; Jesús no viene como un gobernante, sino como un brote humilde y manso, para traer la salvación para los enfermos y oprimidos. La grandeza del misterio de Dios se conoce en el de Jesús que se humilló y se sometió a la abnegación total”, indicó.