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Cinco minutos antes de las 13:00 de ayer, la hora del almuerzo pasaba de forma cotidiana en las cuadras adyacentes de la Universidad Católica de Asunción. Las cámaras de los hogares recogían imágenes de una de las siestas más calurosas del año.
Dos lujosas camionetas, una blanca y una roja, conducían a alta velocidad por la calle Pizarro y abruptamente giraban en Tte. Lidio Cantalupi, ante la mirada de algunos curiosos que pocos segundos después quedaron helados al escuchar la ráfaga de disparos que se prolongó por al menos cien metros. Varios de los proyectiles impactaron incluso contra columnas del tendido eléctrico.
Lo que le siguió a esa intensa escena fue peor: la camioneta Toyota Hilux de color blanco se estrellaba contra una vivienda mientras dos personas continuaban acribillando el rodado. Poco después escaparon, seguido de otra camioneta de color bordó, que acompañaba a una distancia prudencial todo el hecho.
Jacques (41) y Millena Soares Bandeira (26), ambos de nacionalidad brasileña con raíces paraguayas, fueron asesinados de varios disparos. Una tercera persona del rodado, joven hermana de la fallecida, logró inexplicablemente salir ilesa pese a que decenas de proyectiles pasaron a centímetros de ella. Se trata de uno de los asesinatos por encargo más violentos vistos en la capital.
Las tomas obtenidas de los residentes lograron captar parte de la persecución y también el momento en que escapaban los sicarios en la camioneta de color bordó. Se presume que los autos usados para perpetrar el crimen fueron robados en Brasil.
El brasileño, principal objetivo del atentado, era comerciante preferentemente del rubro de teléfonos celulares según las primeras pesquisas. Reducción y violación a la ley de armas en Paraguay y estafa en Brasil son los antecedentes de Jacques, según averiguaciones de la División Homicidios de la Policía.
Si bien no es oficial, formaba parte del primer anillo del narco Jarvis Chimenes Pavão, a quien incluso visitó un día antes del atentado, en su celda de la Agrupación Especializada, lo que refuerza la teoría, aunque solo se hable de una estrecha relación de amistad.
La única superviviente del ataque sigue con férrea protección policial y aún manifiesta secuelas de la conmoción tras el atentado. Desde que sucedió el hecho no ha ingerido alimento alguno y manifiesta temor y malestar general. El programa de Protección a Testigos la acompaña desde un primer momento.