Dalia Scappini: “Iba a volver en una bolsa”

Dalia Scappini contó, entre lágrimas, los episodios difíciles que le tocó vivir en los días que estuvo en cautiverio en agosto de 2011. Fue en el marco del juicio oral y público contra tres implicados en su secuestro.

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La joven recordó que el día del secuestro, el 30 de agosto de 2011, se dirigía al trabajo en horas de la mañana, alrededor de las 7:30, cuando sufrió un pequeño choque. “Me molesté mucho porque era el tercer o cuarto choque en pocos días”, sostuvo y luego se bajó a tomar los datos del responsable del accidente. Del vehículo descendieron dos personas, pero ninguna de ellas era el conductor, informó Perla Silguero, periodista de ABC Color.

Notó que mientras uno de los sujetos se acercaba a ella se colocaba guantes blancos de látex, hecho que le llamó la atención. Luego de cerciorarse que todo estaba bien, Dalia le dijo que solo iba a tomar sus datos para terminar el trámite, pero en ese momento, cuando volvía a su auto para tomar algo con qué tomar nota, los dos sujetos la acorralaron. “Me dijeron que no grite, que no haga escándalo, que era un secuestro”, para luego llevarla a la fuerza hasta el asiento trasero del Toyota Corola en que estaban, que era robado.

“Yo no entendía lo que pasaba, me subieron del lado de la parte trasera del acompañante”, contó y luego oyó que uno de ellos decía: “Rápido, rápido, encapuchale, que hay gente mirando”. Recordó que fue maniatada y obligada a poner su cabeza en el asiento, mientras uno de ellos le ponía sus piernas encima y la cubría con una manta oscura. “Pedí que me den aire, por favor; me dijeron que me calle y si me tranquilizaba me iban a dejar respirar”, recordó.

Luego de varios minutos, finalmente llegaron a una casa, donde la bajaron del auto “como una bolsa de papa” y la tiraron a una cama. “Una cosa que había dicho esta persona que siempre hablaba en el auto es que era un negocio, que si mi familia colaboraba las cosas iban a salir bien, y si no salían bien las cosas, iba a volver con mi familia pero en una bolsa negra. Yo solo lloraba, recuerdo que solo podía llorar”, rememoró.

Luego, sus captores le pidieron el número de su casa para iniciar las conversaciones. “Llorando les pedí que no le llamen a mi mamá, porque era una persona mayor y con problemas de presión. Les pedí que le llamen a mi hermano Omar”, detalló. Durante su cautiverio hasta tuvo que suplicar para usar el baño, pero le dijeron que no podía ir porque en la primera casa donde fue mantenida, el sanitario quedaba afuera, entonces trajeron una especie de tacho y la ayudaron para hacer sus necesidades ahí.

Otro día, Dalia se animó a preguntarles cuánto dinero exigían a su familia por el rescate. “Me dijeron un millón y medio (de dólares), y ahí me desbaraté, cuando me dijeron ese monto empecé a llorar muchísimo”. Relató que le contaron que un grupo de brasileños manejaba la información de que su familia había vendido un edificio en Ciudad del Este, dinero que pretendían como rescate. “Les dije que no fue así, que fue hace mucho tiempo la venta de ese edificio y que eso no nos pertenecía solamente a nosotros”.

Dalia contó que el último día de secuestro le comentaron que iba a terminar todo, entonces los captores empezaron a juntar sus cosas también para irse. “Me decían que nunca más iban a hacer algo así, me pidieron que les perdone, que me iba a estar mirando desde alguna tele en el momento que llegue a mi casa”.

Recordó que Benito Luis León, quien se identificó en aquel entonces como “Carlos”, le quitó la capucha y le dijo que ya no importaba si le veía el rostro o no, aunque de todas formas confesó que no se animó a hacerlo. “Me dijo: ‘Vas a abrazarme, vas a fingir que sos mi novia”, mientras abordaban el taxi que pidió para llevarla hasta el lugar que escogieron para soltarla.

Una vez que llegaron a la estación de servicios, en inmediaciones del autódromo Rubén Dumot (Ex Aratirí), recibió un beso en la mejilla y descendió del taxi. “Con la cabeza agachada llego a la estación de servicio, le pedí al que estaba en la caja un teléfono, temblando. Le llamé a mi hermano Omar y me dijo: 'No te muevas de ahí'”. Fue el final de aquel secuestro.

“A mí me sacaron muchas cosas desde ese día, me robaron muchas cosas: la seguridad, la confianza, el volver a retomar mi vida; fue un proceso largo”, dijo afligida Dalia al término de su testimonio.

Víctor Aquino Domínguez, su hijo Víctor Amín Aquino y su pareja María Alejandra Neyra son los tres sospechosos que enfrentan juicio por los cargos de secuestro, extorsión, extorsión agravada, privación de libertad y asociación criminal. Por este caso ya fueron condenados en octubre de 2014 Benito Luis León (autor confeso del hecho), a 25 años de encierro, Genaro Vidal Blaires recibió como castigo 23 años y a 20 años Julio César Fernández Müller.

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