La desigualdad está incentivada por unos impuestos que gravan más a los que menos tienen y una baja inversión social.
Paraguay ha crecido una media del 4,7% al año desde 2003, comparado con el 2% en la década anterior, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que ha conllevado una caída de la pobreza.
El porcentaje de paraguayos que tienen que vivir con 2,5 dólares al día, que es como el Banco Mundial define la pobreza extrema, bajó del 19,7% en 2007 al 14,4% en 2011, según un informe divulgado esta semana por esa entidad.
La pobreza “moderada”, que agrupa a los que tienen ingresos de 4 dólares al día, cayó del 38,7% al 27,7% en el mismo periodo.
Sin embargo, el coeficiente Gini, la medida más usada de desigualdad, subió en esos cinco años de 0,521 a 0,526 en Paraguay, mientras que en el resto de Suramérica bajó, aunque levemente, según los datos del Banco.
Para ver lo que este indicador significa en la vida real los gobernantes paraguayos no necesitan ir muy lejos.
A tiro de piedra del Palacio de López, la sede presidencial, se encuentra la Chacarita, un barrio de construcciones precarias situado en un área baja, inundable, en la bahía de Asunción.
En los pasillos del Congreso y el Palacio de Justicia menores de la Chacarita limpian los zapatos a diputados y jueces, pese a las leyes que prohíben el trabajo infantil.
La desigualdad se puede comprobar en la diferencia de acceso a oportunidades de dos niños, según la familia en la que nazcan, de acuerdo con el informe del Banco Mundial.
Paraguay tiene, por ejemplo, la peor red de agua y sanidad de Suramérica tras Bolivia, lo que afecta a la salud de los menores de barrios pobres y la pérdida de días de aula por enfermedad.
La inversión en salud, educación y otros servicios públicos es precisamente uno de los mecanismos para reducir la desigualdad, de acuerdo con el organismo.
Paraguay solo gasta 147 dólares per cápita en servicios sociales al año, frente a los 1.601 de Argentina o los 1.419 de Brasil, según Julio Ramírez, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep).
El país tiene dificultades para elevar esa cantidad porque la recaudación tributaria únicamente asciende al 12% del Producto Interno Bruto (PIB), según el FMI.
No es solo que recauda poco, sino que recauda mal. En su estudio el Banco Mundial asevera que un sistema impositivo que depende de tasas al consumo, como el IVA, agrava la desigualdad, ya que para los pobres esos impuestos suponen un porcentaje mayor de sus ingresos.
En cambio, recomienda el uso del impuesto sobre la renta, por el cual los ricos pagan más que los pobres, y que es la mayor fuente de ingresos públicos en los países desarrollados.
Paraguay solo introdujo ese impuesto en 2012, tras ser postergado cuatro veces en el Congreso, e incluye muchas deducciones.
Las desigualdades tributarias se dan también entre sectores económicos. El negocio más dinámico, la agricultura y ganadería, dominado por grandes latifundistas, solo contribuye un 2,2% a los ingresos públicos totales, según dijo a Efe Ramírez.
Ese porcentaje previsiblemente aumentará con la entrada en vigor de un impuesto sobre la renta agropecuaria y la ampliación del IVA del sector, aunque su impacto real está por verse, dijo ese experto.
El agronegocio paraguayo está basado en el cultivo de enormes extensiones de tierra, de soja, maíz o trigo, para la exportación, con elevado nivel de mecanización, poca mano de obra, de alta especialización, por lo que a menudo es extranjera.
Frente a eso está el minifundio de la mayoría de la población rural, muy poco productivo, sin acceso a créditos o asesoría técnica, explicó Ramírez.
La baja calificación laboral también es un tema clave en las ciudades, donde existe una gran masa de población abocada a trabajos informales por la falta de preparación, destacó.
El Banco Mundial pronostica un crecimiento “modesto” en América Latina en los próximos años, por lo que para reducir la desigualdad recomienda a los Gobiernos replantearse la forma en que recauda ingresos y en qué gasta el dinero.