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Madrugada en Paraguay y en casi todo Occidente. Es miércoles a la 1:00 y las alertas de los principales medios del mundo envían sus servicios informativos a través de las aplicaciones y correos electrónicos; de alguna manera Corea del Norte lo hizo de nuevo.
El régimen de Kim Jong-un avisó que condujo con éxito las pruebas con bombas de hidrógeno en un sitio especial de su país. Inmediatamente el pánico comenzó a deslizarse por el mundo con un tinte tan alarmista en un nivel que solo Corea del Norte puede lograrlo.
Hay dos cuestiones esenciales para entender este tipo de “avisos norcoreanos”: siempre se dan en un momento distractor – como ocurrió también en 2013 en la recordada tensión con Corea del Sur – y casi siempre ocurren cuando Jong-un sufre de alguna que otra carencia para con su pueblo. Hay una tercera: el dictador norcoreano es conocido por tratar de llamar la atención como sea.
El pánico sembrado a nivel mundial tiene mucho que ver con lo hermético del régimen del país asiático, una cuestión que se remonta a décadas atrás. En lo político, nadie sabe qué ocurre allí. Los periodistas no tienen acceso (o si lo tienen, se les pinta un mundo feliz) y muchos de los comunicadores tienen que camuflarse como turistas para conocer cómo se vive en el comunismo dictatorial.
“Comencemos el 2016 - un año glorioso y victorioso en el que se celebrará la histórica séptima conferencia del Partido de los Trabajadores de Corea - con el sonido emocionante de la primera explosión de una bomba de hidrógeno, por lo que todo el mundo observará hacia a nuestra socialista y armada nuclearmente República del Juche y el Partido de los Grandes Trabajadores de Corea - 15 de diciembre 2015, Kim Jong-un”. Así dice el mensaje escrito en coreano. (AFP).
Este artículo no busca analizar el rompecabezas político del que tiene que ocuparse las Naciones Unidas de ahora en más, sino en tratar de explicar en qué consiste la bomba de hidrógeno.
Esteban Ferro, decano de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Asunción, explicó que la llamada “Bomba H” ya se desarrolló a finales de los años ‘50 y que es un artefacto que actúa por fusión.
La explicación más didáctica es la siguiente: las bombas que fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en el ’45 fueron las de fisión en donde los núcleos de las masas (uranio, plutonio) se parte en otros más pequeños que bombardean neutrones, y estos neutrones a su vez “golpea” a otros núcleos. Esto genera una reacción en cadena que libera mucha energía. El problema es que esa energía llamada atómica puede servir para generar calor para calentar un café o destruir toda una ciudad.
Las bombas de hidrógeno están compuestas de isótopos de, por supuesto, ¡hidrógeno!, un químico abundante en nuestro planeta. Este elemento, al tener el calor suficiente se convierte en átomos de helio, lo que libera también mucha energía.
Un hombre observa las imágenes de la explosión de la bomba en una estación de tren de Japón. (AFP).
“No sé cuál es el tipo de bomba que desarrolló Corea del Norte”, se sincera Ferro. No es el único. Solo el régimen de ese país se jacta de su nuevo material bélico a medida que los países de Naciones Unidas tratan de determinar si la explosión, la prueba, realmente ocurrió.
La “Bomba H” tiene una serie de particularidades: primero, necesita de una fuerza atómica para poder “calentarse” y actuar. Claro, en menor medida que una bomba atómica real pero con el mismo poder destructivo.
“El problema es cómo calentar esa masa de hidrógeno. Se podría producir con una pequeña bomba atómica, donde se necesitaría menos masa de material fisionable (uranio, plutonio). Las primeras bombas de hidrógeno que se probaron tenían una pequeña bomba atómica que generaba el calor. Lo preocupante es que haya más países con ciertas ideologías con la capacidad para desarrollar eso”, indicó el decano de Química.
Otro detalle importante: las bombas atómicas liberan - según comentó Ferro – un gas llamado Radón que se puede detectar a través de satélites; en cambio el hidrógeno y el helio no, lo cual agrava la situación.
Mientras tanto, el Jong-un sigue con su juego de susto hacia Occidente. A ver cuánto dura esta vez.