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Sábado 11 de julio. La fecha quedará grabada para siempre para una buena parte de los vecinos del barrio Tembetary de Asunción, que se agolparon sobre la calle de Charles de Gaulle, pero más particularmente para los enfermos, voluntarios y médicos de la Clínica “Casa de la Divina Providencia” de la Fundación San Rafael.
La emoción de su fundador, el sacerdote italiano Aldo Trento, aquel hombre de carácter fuerte, polémicas declaraciones e incendiarias homilías, recorrió el mundo tras la visita del papa Francisco a la clínica de enfermos terminales que nació hace 11 años, cuando una joven llamada Laura, enferma de cáncer terminal, llegó a golpear las puertas de la parroquia San Rafael. Estaba muriendo, sufría mucho, era pobre y su familia la había abandonado.
Trento no supo decir no ante lo que él considera es el rostro de Cristo sufriente en la Tierra y enseguida arregló un pequeño cuarto en la casa parroquial para la joven. Pasó un tiempo y Laura consiguió salir de alta, acompañada de médicos, enfermeros y voluntarios a los que el padre pidió ayuda.
Después de ella, los enfermos pobres y abandonados comenzarían a llegar uno tras otro. La historia se regó como pólvora y en algunos casos eran las mismas patrulleras de la Policía las que llegaban al lugar con enfermos que encontraban tirados en la calle. En principio eran unos pocos a los que consiguió destinar un pabellón que se construyó sobre el salón multiuso de la parroquia, pero a medida que fueron llegando más y más enfermos, se vio obligado a ir ampliando hasta llegar a la imponente construcción que se alza actualmente sobre la Charles de Gaulle: un edificio con fachada inspirada en las Reducciones Jesuitas y en el que actualmente se encuentran internados cerca de 40 enfermos con cuidados que antes no podrían haberse imaginado.
La sensibilidad de don Aldo, como lo conocen, lo llevó a crear luego una escuela para niños de escasos recursos y cuando sus alumnos iban creciendo nació un colegio politécnico, además de varios hogares para niños huérfanos, abandonados, maltratados o abusados y dos hogares para ancianos, estos últimos nacidos luego de que alguien llevara a San Rafael un abuelo al que habían encontrado en la calle.
Desde que el argentino Jorge Bergoglio se convirtió en el sucesor 265 del apóstol Pedro bajo el nombre de Francisco, Trento fue invitado en dos oportunidades para mantener audiencias con el Sumo Pontífice en el Vaticano. La última había sido en los primeros meses de este año y, a su regreso, fue el sacerdote italiano el primero en anunciar la tan esperada visita.
Muy pocos le creyeron.
El teléfono del padre Aldo no paró de sonar desde que aparecieron los primeros rumores de que Francisco visitaría su Clínica. “Podés dormir tranquilo que hoy no viene por acá. Me dijeron que hay hipótesis de que puede pasar un rato en estos días”, había dicho en conversación con ABC Color la noche del viernes. Una gran cantidad de personas había llegado a su parroquia con pancartas y demás, aunque con el transcurrir de las horas no tuvieron más opción que volver a sus casas.
Muchos volvieron temprano en la mañana del sábado y otra vez el celular de Trento no paró desde las 04:00. No solo eran periodistas sino colaboradores o feligreses que querían estar allí en caso de que se produjera la visita, algo que se confirmó al mediodía y se concretó ya cerca de las 16:00 del sábado.
Trento, el hombre que parece hecho de roble, terminó quebrándose de la emoción mientras conversaba con los medios de comunicación apostados frente a su clínica una vez que el Santo Padre, quien lo saludó con un abrazo y una mirada fija, llena de ternura al llegar, se retirara. Pasaron los días de la histórica visita, pero la emoción del hombre nacido en Belluno, una provincia de la región del Véneto, a los pies de los Alpes italianos, no se puede esconder.
“Te podés imaginar lo que significa para mí que el Santo Padre, con todos los compromisos que tiene el mundo, haya venido a visitarme y a visitar sobre todo a mis hijos”, señala en conversación con ABC Color un par de días después de la visita de Francisco.
“Una emoción muy grande”. Así describe Trento el sentimiento que lo embarga incluso después de varios días de haber recibido la visita de Francisco. Relató que más allá de las dificultades que se pudieron presentar, el Sumo Pontífice llegó hasta la Clínica, recorrió y bendijo el lugar durante algunos minutos. Apenas ingresó al lugar, relata don Aldo, el Pontífice dio un beso a un paciente que sufre de espondilitis anquilosante, una enfermedad autoinmune reumática que produce dolores y endurecimiento paulatino de las articulaciones.
Francisco fue a la capilla, donde permaneció un instante frente al Santísimo Sacramento, que por disposición de don Aldo permanece expuesto en el lugar permanentemente, pues, según el sacerdote, es el que ayuda a llevar adelante la obra. Después, frente a una imagen de la Virgen de Caacupé, a la que le regaló un ramo de rosas.
La emoción de Trento fue tal que hasta se equivocó en la manera de dirigirse al Papa. “Monseñor”, le dijo en algún momento, tratando de corregirse rápidamente. Ahora, don Aldo recuerda el momento entre risas. “Somos felices de que venga a inaugurar y bendecir esta morada en la que vive una sola clase social: la que está a los márgenes, abandonados por todos”, señala Trento. Los enfermos fueron ubicados en el salón multiuso de la Clínica a fin de facilitarle a Francisco el trabajo de su desplazamiento.
Una vez que llegó a la puerta del salón, Francisco fue saludado por el grupo de enfermos que le esperaban. “Cuando vio a todos esos enfermos abrió los brazos como Jesús, con qué ternura y bendijo a todos”, recuerda Trento. Había también algunos niños, a los que Francisco enseguida se acercó para poder saludarlos personalmente. En un momento dado, una enferma tomó una de las manos del Papa, ante lo cual el equipo de seguridad enseguida se la sacó; sin embargo, Francisco fue quien buscó nuevamente la mano que lo había agarrado y le dio un beso.
“Si bien duró solo 10 minutos, para mí fue algo de otro mundo. Es una confirmación de que lo que estamos haciendo es bueno”, afirma Trento, quien reconoce que obras de este tipo son siempre complicadas y más aún encontrar las personas adecuadas para trabajar allí. Don Aldo afirma, ante la pregunta de qué fue lo que le dejó la visita del Obispo de Roma: “Me dio como una fuerza para seguir adelante”.
Quienes tuvieron la posibilidad de hablar con Francisco durante los días que permaneció en nuestro país coinciden en señalar que el Pontífice es poco expresivo con las palabras, pero que sus gestos y su mirada hablan lo suficiente por él.
- “Gracias padre Aldo. Gracias y adelante”, le dijo a Trento.
“Esto vale para mí más que todo el oro del mundo”, asegura el sacerdote italiano que llegó en enero de 1989 a Paraguay, enviado por Monseñor Luigi Giuissiani, fundador del movimiento Comunión y Liberación, debido al cuadro de depresión que lo aquejaba. “Ver que el Vicario de Cristo viene a mí, a nosotros, que somos pobres, pobres, me infundió una energía”, agrega.
Trento pudo observar que Bergoglio no tenía tiempo y estaba cansado, pero aun así no se olvidó de pasar por la clínica, incluso cuando el operativo de seguridad trataba de acelerar su paso por el lugar. Agradeció al Nuncio Apostólico, Eliseo Ariotti, quien fue el encargado de darle la noticia de la visita del pontífice. “Delante de la Clínica había muchísima gente, hasta algunos chicos sobre árboles y sobre los techos”, relata. “Para mí basta todo. Soy contento, soy contento. El Señor hace tiempo reconoce a sus siervos”, acota.
Recordó que durante su homilía en la misa oficiada en Ñu Guasu, el Papa habló de la acogida de los pobres con insistencia y lamentó que aun así no se entienda el mensaje y se sigan viendo madres abandonadas, enfermos cáncer abandonados.
Sus detractores critican a Trento por la suntuosidad de la parroquia y de las obras que han crecido alrededor. “Muchos dicen: 'Mirá qué plata que tiene el padre'. La gente ve la puerta de afuera pero no ve lo que hay adentro: el amor a la persona que muere, el amor a la niña devastada, a los ancianos tirados en la calle. Ellos merecen tener un lugar digno, lindo”, responde él.
“Este es verdaderamente el papa de los pobres, en particular, de los desprotegidos, de los que no tienen nada. Lo veía cansado, caminaba lentamente, pero no renunció a venir a la Clínica. Es una gracia para todo el pueblo paraguayo”, apostilla.
Se reconoce sorprendido por todo lo que vivió el fin de semana, algo que nunca se había siquiera imaginado cuando llegó a nuestro país agotado psíquicamente y cuando de pronto comenzaron a iniciarse las obras en un pequeño rincón del barrio Tembetary que ha florecido en los últimos 15 años. “Yo que tengo apenas el 5º grado de Italia, donde nací. Soy un pobre hombre que vino aquí, agotado psíquicamente, y después no sé qué pasó. Muchos no saben que vivimos de caridad, de la ayuda de los pobres, de los ricos y del Gobierno también. Son gotitas que nos ayudan también a dar de comer a la gente que trabaja en las dos Fundaciones que tenemos también”, sentencia.
Don Aldo es interrumpido al otro lado del teléfono por alguien que le recuerda que tiene algún compromiso. Nos despide, invitando a que pasemos uno de estos días por la Clínica para conversar con los enfermos que vieron al papa Francisco. “Estoy muy contento, es una emoción muy grande”, finaliza.
Fotos: L'Osservatore Romano - Pedro González, ABC Color.
juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano