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José María Ibáñez, centro de gran parte del disgusto ciudadano, presentó su renuncia en la Cámara de Diputados, luego de casi una semana en que un grupo de diputados lo apañaron en el caso conocido como de los “caseros de oro”, a persar de que él mismo había admitido el delito.
El documento tiene mesa de entrada a las 15:45 de la fecha, en la cual resalta su "renuncia indeclinable" tras una "serena reflexión con colegas de distintas bancadas", por la "paz de la República".
“Estamos en puertas de inicio de una nueva administración política, y el país se merece reguardar la estabilidad institucional, la armonía social, para que la República pueda seguir la marcha, trabajando entre todos los sectores políticos, económicos y sociales por una agenda orientada al desarrollo”, sostuvo. Finalmente agradeció a las personas que votaron por él en el departamento Central.
La reacción ciudadana fue fundamental para forzar la decisión de la renuncia por medio de escraches a domicilio y la solidaridad de centenares de empresas, clubes y organizaciones sociales que declararon persona no grata al “ladrón confeso y sus cómplices” en diferentes lugares, no solo del país sino incluso del exterior, se tuvo este desenlace.
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Además en el grupo de sus colegas "salvadores", hay varios imputados y con procesos por sospechas de delitos en el ejercicio de la función pública.
El caso del diputado colorado comenzó en 2013, cuando en su calidad de diputado Ibáñez pidió la contratación de Favio Gómez, Viviana Falcón y Éver Falcón para prestar servicios en la Cámara de Diputados en calidad de auxiliares administrativos. En agosto de ese año fueron contratados, pero luego se descubrió que en realidad trabajaban como caseros en su quinta de Areguá.
Ibáñez certificó documentos a través de los cuales se confirmaba la asistencia de los tres a la Cámara de Diputados, aunque luego se corroboró que no asistían.
Se pudo comprobar también que Lorena del Pilar Plabst de Ibáñez, esposa del parlamentario, depositaba en su propia cuenta bancaria los cheques correspondientes a los salarios de los tres caseros.
Para librarse de una condena, Ibáñez admitió los hechos ante la Justicia.