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La denunciante, Basílica García, se animó a contar su historia a la emisora 780 AM, en un intento de recuperar lo que la familia del diputado le debe y para alertar a otras personas sobre el caso, teniendo en cuenta que el legislador está en el ojo público por el caso de sus “caseros”, otra muestra de la aparente miserabilidad del matrimonio Ibáñez.
Todo empezó en el año 1998, cuando la mujer trabajó con ellos por primera vez como empleada doméstica. Luego de un tiempo, le propusieron viajar a Chile para seguir con las mismas funciones. Sin contrato y movida por las dificultades económicas por las que atravesaba, aceptó. “Me pagaba 50 pesos mensuales, que en Chile no es nada”, dijo la denunciante.
Estuvo en esa situación por dos años en el país andino, cuando Ibáñez le propuso en el año 2000 seguir trabajando para ellos pero en los Estados Unidos, donde el legislador debía realizar un masterado en Administración Pública y Relaciones Internacionales. Sin embargo, los trámites para ir allí eran más exigentes, lo que obligó a la familia a firmar con Basílica un contrato de trabajo en el cual figuraba que le iban a pagar US$ 1.100 mensualmente.
“Pregunté si eso era lo que me iba a pagar. Me dijo que era solo cumpliendo un requisito, y luego ya no pregunté más; era tan jovencita en ese momento, la palabra es ignorante. Llegamos aquí y pregunté cuánto me iba a pagar y la señora me dijo US$ 100 al mes”, relató García, con evidente indignación.
Cien dólares (casi G. 450.000) no alcanza para vivir dignamente ni en Estados Unidos ni en cualquier otra parte del mundo. Basílica enviaba la mitad de su “salario” a su familia en Paraguay y con el resto compraba algunos pocos objetos personales. Estuvo en esa situación un año y medio y luego decidió volver a nuestro país.
Además de la poca paga, el trabajo en la casa de los Ibáñez era esclavizante, denunció. “Yo trabajaba prácticamente 24 horas del día con ellos. Tenían tres hijos, uno recién nacido. Ellos se iban de parranda, estaba hasta las 2:00 de pie y luego me tenía que despertar de nuevo a las 6:00. Era prácticamente esclavizada por ellos”, lamentó. Dijo que ni siquiera la dejaban salir de la casa diciéndole que la iban a detener por ser ilegal ni tampoco le permitían estudiar inglés.
Llegó un momento en que Basílica fue tajante con Ibáñez y le repitió que quería regresar a Paraguay. “Le dije que era mi derecho”, manifestó la mujer. Entonces, el actual legislador tramitó con la embajada un salvoconducto para que ella regrese a Paraguay. Basílica prestó de la única persona conocida que tenía en Estados Unidos los US$ 400 para comprar su boleto de regreso.
Sin embargo, esta persona le dijo que “no podía volver a Paraguay con nada”. Finalmente, le convencieron. Se quedó, consiguió otro trabajo e inició sus estudios del idioma inglés. Denunció su caso por primera vez en una radio local de habla hispana llamada América, donde uno de los conductores tiene relación con la comunidad paraguaya en Estados Unidos.
La mujer volvió ahora a contar su historia, que coincide con la de los “caseros” de Ibáñez en una parte. Los tres encargados de la lujosa quinta del legislador en Areguá solamente cobraban una parte de lo que figuraba en la nómina de la Cámara de Diputados, donde estaban “contratados”, según ellos mismos confesaron.