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En ese discurso que leyó frente a Cartes, el papa Francisco agradeció al Paraguay por hacérsele sentir “como en casa”. Resaltó en persona la valentía de la mujer paraguaya tras la guerra de la Triple Alianza y el aporte cultural a la Nación.
Las frases:
Quiero rendir tributo a esos miles de paraguayos sencillos, cuyos nombres no aparecerán escritos en los libros de historia, pero que han sido y seguirán siendo verdaderos protagonistas de su pueblo.
Quiero reconocer con emoción y admiración el papel desempeñado por la mujer paraguaya en esos momentos tan dramáticos de la historia, de modo especial esa guerra inicua que llegó a destruir casi la fraternidad de nuestros pueblos. Sobre sus hombros de madres, esposas y viudas, han llevado el peso más grande, han sabido sacar adelante a sus familias y a su País, infundiendo en las nuevas generaciones la esperanza en un mañana mejor. Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
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Francisco saludó a los niños del hospital con el amor del Padre. Les exhortó a hablar con él.
Las frases:
¿Jesús se enojó alguna vez?, ¿se acuerdan cuándo? Sé que es una pregunta difícil, así que los voy a ayudar. Fue cuando no dejaron que los niños se acercaran a Él. Es la única vez en todo el evangelio de Marcos que usó esta expresión (10,13-15). Algo parecido a nuestra expresión: se llenó de bronca. ¿Alguna vez se enojaron? Bueno, de esa misma manera se puso Jesús, cuando no lo dejaron estar cerca de los niños, cerca de ustedes.
Mamás, papás, abuelos sé que no es nada fácil estar acá. Hay momentos de mucho dolor, incertidumbre. Hay momentos de una angustia fuerte que oprime el corazón y hay momentos de gran alegría. Los dos sentimientos conviven, están en nosotros. Pero no hay mejor remedio que la ternura de ustedes, que su cercanía. Y me alegra saber que entre ustedes familias, se ayudan, estimulan, «palanquean» para salir adelante y atravesar este momento.
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Francisco dio un mensaje de amor hacia la Virgen en Caacupé. Convirtió el Santuario en Basílica menor. Allí volvió a referirse a la mujer paraguaya.
Las frases:
Y ustedes lo saben, han hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos ustedes, todos los paraguayos, tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas que, con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua.
Sean ustedes los portadores de esta fe, de esta vida, de esta esperanza. Ustedes, paraguayos, sean forjadores de este hoy y mañana.
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Este fue el momento en el que Francisco comenzó a “soltarse”. Habló de lo dañino de las ideologías y contó cómo llegar a un diálogo útil y aperturista.
Las frases:
Qué importante es que ustedes los jóvenes – y ¡vaya que hay jóvenes acá en Paraguay!–, que ustedes los jóvenes vayan intuyendo que la verdadera felicidad pasa por la lucha de un país fraterno. Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos.
Jueguen limpio, jueguen con todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen el arreglo previo para evitar el cansancio, la lucha. No coimeen al réferi.
Busquen charlar, aprovechen a escuchar la vida, las historias, los cuentos de sus mayores y de sus abuelos, que hay sabiduría allí. Pierdan mucho tiempo en escuchar todo lo bueno que tienen para enseñarles. Ellos son los custodios de ese patrimonio espiritual de fe y valores que definen a un pueblo y alumbran el camino.
Yo les confieso que a veces a mí me da un poquito de alergia, o para no decirlo así en términos tan finos, un poquito de “moquillo”, el escuchar discursos grandilocuentes con todas estas palabras y, cuando uno conoce la persona que habla, dice: “Qué mentiroso que sos”. Por eso, palabras solas no sirven. Si vos decís una palabra comprometéte con esa palabra, amasá día a día, día a día. ¡Sacrificáte por eso! ¡Comprometéte!
El diálogo es sobre la mesa, claro. Si vos, en el diálogo, no decís realmente lo que sentís, lo que pensás, y no te comprometés a escuchar al otro, ir ajustando lo que vas pensando vos y conversando, el diálogo no sirve, es una pinturita.
Con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo, ¿no es cierto? El diálogo es para el bien común, y el bien común se busca, desde nuestras diferencias, dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas.
También un aspecto fundamental para promover a los pobres está en el modo en que los vemos. No sirve una mirada ideológica, que termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y personales. Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso, fíjense en el siglo pasado. ¿En qué terminaron las ideologías? En dictaduras, siempre, siempre. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo.
Y en esto hay que ser muy claros. «La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro» (Evangelii gaudium 55). Las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de velar para que éste siempre tenga rostro humano.
Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política, lo primero siempre es la persona y el hábitat donde vive.
Amen a su patria, a sus conciudadanos y, sobre todo, amen a los más pobres. Así serán ante el mundo un testimonio de que otro modelo de desarrollo es posible. Estoy convencido, por la propia historia de ustedes, de que tienen la fuerza más grande que existe: su humanidad, su fe, su amor. Ese ser del pueblo paraguayo que lo distingue tan ricamente entre las naciones del mundo.
Lo peor que les puede pasar a cada uno de ustedes cuando salgan de aquí es pensar: “Qué bien lo que le dijo el Papa a fulano, a sultano, a aquél otro”. Si alguno de ustedes acepta pensar así –porque el pensamiento suele venir, a mí también me viene a veces–, pero hay que rechazarlo: “¿El Papa a quién le dijo eso?” –“A mí”. Cada uno, quien sea: “A mí”.
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En esta homilía, el Papa instó a reconstruirse las veces que sean necesarias, como lo ha hecho el edificio de la Catedral.
Las frases:
Esta Catedral, que tantas veces ha tenido que comenzar de nuevo; esta catedral es signo de la Iglesia y de cada uno de nosotros: a veces las tempestades de afuera y de adentro nos obligan a tirar lo construido y empezar de nuevo, pero siempre con la esperanza puesta en Dios Y, si miramos este edificio, sin duda no los ha defraudado a los paraguayos. Porque Dios nunca defrauda Y por eso le alabamos agradecidos.
Todos tenemos limitaciones, ninguno puede reproducir en su totalidad a Jesucristo, y si bien cada vocación se configura principalmente con algunos rasgos de la vida y la obra de Jesús, hay algunos comunes e irrenunciables.
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Este es el sitio donde Francisco se sintió más a gusto, feliz por conocer a los más desamparados de Asunción.
Las frases:
Les confieso que desde que comencé a pensar en esta visita, desde que comencé a caminar desde Roma hacia acá, venía pensando en la Sagrada Familia. Ver sus rostros, sus hijos, sus abuelos. Escuchar sus historias y todo lo que han realizado para estar aquí, todo lo que pelean para tener una vida digna, un techo. Todo lo que hacen para superar la inclemencia del tiempo, las inundaciones de estas últimas semanas, me trae al recuerdo, todo esto, a la pequeña familia de Belén. Una lucha que no les ha robado la sonrisa, la alegría, la esperanza. Una pelea que no les ha sacado la solidaridad, por el contrario, la ha estimulado y la ha hecho crecer.
Una fe que no se hace solidaridad es una fe muerta, o una fe mentirosa. “No, yo soy muy católico, yo soy muy católica, voy a misa todos los domingos”. Pero dígame, señor, señora, “¿qué pasa allá en los Bañados? ‒“Ah, no sé, sí…, no…, no sé, sí…, sé que hay gente ahí, pero no sé…”. Por más misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabés lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe sin Cristo.
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La misa central del Papa en Paraguay fue un pedido a la hospitalidad.
Las frases:
Una palabra central en la espiritualidad cristiana, en la experiencia del discipulado: hospitalidad. Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía a vivir la hospitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender una de las características fundamentales de la comunidad creyente. Podríamos decir que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar.
Hoy el Señor nos lo dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar
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Este fue el momento de mayo efusividad del papa Francisco, frente a los jóvenes, a quienes escuchó y enseñó con una prédica de jugarse por todo y de hacer lío, pero un “lío ordenado”.
Cabe destacar que en este tramo final de su visita, el Pontífice tuvo un discurso preparado, que no lo leyó, pero que de igual manera se reproduce en el documento oficial del Vaticano.
Las frases:
La explotación, la falta de medios para sobrevivir, la drogadicción, la tristeza, todas esas cosas nos quitan la libertad. Así que todos juntos, agradeciéndole a Orlando que haya pedido esta bendición, tener el corazón libre, un corazón que pueda decir lo que piensa, que pueda decir lo que siente y que pueda hacer lo que piensa y lo que siente. ¡Ese es un corazón libre! Y eso es lo que vamos a pedir todos juntos, esa bendición que Orlando pidió para todos.
Liz con su vida nos enseña que no hay que ser como Poncio Pilato: lavarse las manos. Liz podía haber tranquilamente puesto a su mamá en un asilo, a su abuela en otro asilo y vivir su vida de joven, divirtiéndose, estudiando lo que quería. Y Liz dijo: “No, la abuela, la mamá…”. Y Liz se convirtió en sierva, en servidora y, si quieren más fuerte todavía, en sirvienta de la mamá y de la abuela. ¡Y lo hizo con cariño! Hasta tal punto –decía ella–, que hasta se cambiaron los roles y ella terminó siendo la mamá de su mamá, en el modo como la cuidaba. Su mamá, con esa enfermedad tan cruel que confunde las cosas. Y ella quemó su vida, hasta ahora, hasta los 25 años, sirviendo a su mamá y a su abuela. ¿Sola? No, Liz no estaba sola. Ella dijo dos cosas que nos tienen que ayudar: habló de un ángel, de una tía que fue como un ángel; y habló del encuentro con los amigos los fines de semana, con la comunidad juvenil de evangelización, con el grupo juvenil que alimentaba su fe. Y esos dos ángeles –esa tía que la custodiaba y ese grupo juvenil– le daban más fuerza para seguir adelante. Y eso se llama solidaridad.
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