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Un verdadero mar de gente se extiende a la largo de la ruta II: todos esperaban por el papa Francisco, quien se desplazó desde el Hospital Pediátrico Acosta Ñu de San Lorenzo hasta Curusu Peregrino en un coche Fiat, el mismo modelo que ya había usado durante la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, un modelo sencillo de línea, sin ninguna adaptación especial.
La gente lo saludó incluso desde antes de que bajara del auto, donde lo esperaba además el obispo de Caacupé, Claudio Giménez, para recibirlo. El Papa llegó raudamente al lugar y no tardó más de tres minutos entre bajar de un vehículo y subir luego, subió a su papamóvil, con el cual inició su trayecto hacia el Santuario Nacional de Caacupé, distante a 5,8 kilómetros del lugar donde hizo el transbordo. Todo el trayecto estuvo acordonado por decenas de miles de servidores de todo el país.
El Papa saludó a dos niñas que se encuentran en silla de ruedas y que antes de que él lelgue fueron ingresadas a la zona restringida. Luego de saludarlas, en medio la emoción caracterizada por gritos y llantos de la gente, el Papa siguió camino.
Una vez que el Papa se fue, el público comenzó a dispersarse, muchos de ellos siguieron al Pontífice hacia a Caacupé y al menos la mitad tomó camino de regreso hacia la capital.