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Santiago Leguizamón denunciaba los atropellos que realizaba la mafia en el departamento de Amambay; con reportes en la radio Mburucuyá de Pedro Juan Caballero y Ñandutí, de Asunción, no cesaba en poner al conocimiento de la ciudadanía todo lo que acontecía.
También – en su carácter de corresponsal – escribía para el desaparecido diario Noticias. Primero firmaba sus reportes, pero luego, debido a la peligrosidad que representaba las informaciones, dejó de hacerlo.
El periodista sabía que la muerte le rondaba, desde la mafia que imperaba en la zona, pero no cesaba en su noble trabajo. El 26 de abril de 1991 hizo una pausa a su trabajo, porque era el día del periodista.
Con su compañero conductor Baldomero Cabral, dejaron la labor periodística por algunos momentos abordaron un vehículo y se dirigieron a un restaurante para almorzar por el día del periodista.
Leguizamón sabía que corría peligro, según lo admitió en esa mañana del 26 de abril al periodista Humberto Rubín. Igual, no quiso dejar pasar ese día tan especial para los comunicadores y emprendió marcha a lo que sería su destino final: La muerte.
Aproximadamente al mediodía de ese día soleado, un rodado cerraba el paso del vehículo de Leguizamón, sobre Doctor Francia y José De Jesús Martínez, de Pedro Juan Caballero. Bajaron dos sicarios, quienes dispararon a mansalva contra el periodista; el chofer Cabral corrió como nunca lo hizo en su vida.
Las balas acabaron con la vida de Leguizamón en segundos; el vehículo fue rociado de proyectiles. El asesinato causaba una conmoción en la ciudadanía paraguaya.
Los sicarios y autores intelectuales, nunca fueron procesados por la justicia paraguaya.
A casi 22 años del asesinato, casi la historia se repite en Pedro Juan Caballero con la muerte del periodista Carlos Artaza y la amenaza al corresponsal de ABC Color, Cándido Figueredo.
“Prefiero la muerte física a la muerte ética”, dijo Leguizamón, poco antes de ser asesinado.