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Sobre la avenida Eusebio Ayala, a la altura de la llamada “Calle Última”, donde la avenida se convierte en la Ruta 2 “Mariscal Estigarribia”, se observa una imagen que sin duda puede verse replicada en innumerables otros puntos de Asunción y el área metropolitana en el amanecer del segundo día consecutivo de huelga de choferes del transporte público.
Allí se encuentra reunida una multitud de las víctimas colaterales de la medida de fuerza de los conductores: los ciudadanos que dependen de los buses del transporte público para llegar a sus trabajos. Las historias son familiares, repetidas: gente que está esperando desde hace horas, cuando aún era de madrugada, y que aún no avista el tan esperado ómnibus que los llevará a sus trabajos. Personas como Lourdes Pedrozo, cuyo puesto de trabajo se encuentra en el kilómetro 26 de la ruta, mucho más allá del alcance de los camiones particulares que ayer y hoy salieron a las calles para proveer el servicio que los choferes de ómnibus niegan. Estos, afirma, solo llegan hasta San Lorenzo.
Más grave aún, podría decirse, es el caso que relata María Estefa Cardozo de Acosta, quien llegó hasta Eusebio Ayala y Calle Última con su esposo, desde Mariano Roque Alonso pagando un taxi, un viaje que le costó nada menos que G. 80.000 y que, por lógica, debería costarle otros G. 80.000 al regresar. Un viaje que normalmente quizá le costaría un poco más de G. 10.000, hoy bien podría despojarla de G. 160.000.
El marido de la mujer fue operado ayer del ojo y hoy debe realizar su curación en una clínica privada, por lo que el viaje era inevitable. “El taxi es carísimo, somos pobres”, se lamenta la mujer. “¿Qué va a pasar dentro de poco de los pobres? No podemos vivir así, es demasiado injusto lo que estamos viviendo ahora”, lamentó.