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“Mi mayor anhelo es que mi hija siga con vida”, dice doña Arminda Escobar en conversación con ABC Color. Apenas puede pronunciar las palabras de la angustia que le aqueja ante la posibilidad de que su hija sea ejecutada a miles de kilómetros de distancia.
Su hija mayor, Rosalía Amarilla Escobar, fue condenada a muerte en China, donde permanece recluida en una cárcel industrial luego de que la detuvieran con una carga de cocaína. La pena fue aplazada dos años, un tiempo que está cerca de cumplirse.
Las lágrimas se agolpan en sus ojos mientras toma un poco de aire. De algún lado consigue sacar fuerzas para seguir hablando. Que su hija siga con vida, es el clamor de esta madre.
La última vez que doña Arminda Escobar vio a Rosalía Amarilla Escobar, la mayor de sus tres hijos, fue el 14 de julio de 2012. Aquél frío sábado, la joven dejó su hogar en Ñemby…hogar al que hasta ahora, más de dos años y cinco meses después, no ha conseguido regresar.
Cuatro días después, el teléfono de doña Arminda recibió una llamada. Era un número extraño, con características del extranjero.
Atendió, dubitativa.
- “Disculpame mami que yo tuve que viajar de sorpresa. Ya estoy en el Brasil”, le escuchó decir a Rosalía.
- “¿Ya estás en el Brasil?”, le preguntó.
- “Sí, ya vinimos con la señora. Estamos en Sao Paulo”, respondió su hija.
Rosalía había viajado bajo engaños al vecino país. Le habían dicho que irían a la ciudad más grande de Sudamérica para comprar ropas, ropas que luego podría traer a Paraguay para venderlas nuevamente y ayudar así a su madre y a su pequeño hijo de apenas tres años.
Por aquel entonces, en la enorme metrópoli caía una copiosa lluvia y esa fue la excusa que le dieron a Rosalía para mantenerla encerrada en algún lugar.
- “Si este fin de semana no me voy, para el lunes o martes ya voy a estar en casa”, le aseguró Rosalía.
Pero en realidad, el destino le tenía deparadas varias desagradables sorpresas.
Después de esa llamada, Doña Arminda no volvió a saber nada de su hija. Rosalía estaba desaparecida y lo último concreto que supo es que había viajado a Brasil para comprar ropas que pretendía volver a vender en nuestro país.
Hasta que una mañana, mientras se encontraba en la fábrica de confección en la que trabaja, recibió una nueva llamada. Como la que había recibido la última vez que habló con su hija, era un número extraño con características del extranjero…solo que esta vez el número no tenía código brasileño sino uno diferente.
En medio del barullo de las máquinas de coser trabajando al unísono, doña Arminda escuchó como un hombre con acento colombiano le decía que su hija estaba viva, pero que permanecía recluida en una prisión de China.
“Me quedé desvanecida”, recuerda mientras conversamos.
Sus compañeros la rodearon enseguida. Detuvieron las máquinas más cercanas, apagaron las radios y le insistieron en que siguiera hablando con aquél desconocido que decía comunicarse desde Colombia. Aún así, el ruido seguía siendo muy fuerte y las emociones que sacudían a doña Arminda no le dejaban entender nada, así que decidió pedirle que volviera a llamarla pero un domingo, cuando se encontraba en su casa, un poco más tranquila y sin el escandaloso ambiente.
Al día siguiente decidió acudir a la Fiscalía para relatar lo que hasta en ese momento sabía de concreto sobre el caso. “Puede ser que cualquiera te esté queriendo hacer una broma”, fue la primera respuesta que recibió por parte de los funcionarios del Ministerio Público.
“Parece que no tomaron tan en serio”, asegura.
Para tener mayor respaldo, le pidió a sus hijos que le consiguieran un teléfono que le permitiera grabar las conversaciones. Así lo hicieron y cuando quince días después volvieron a comunicarse desde Colombia, grabó todos los 20 minutos que duro la charla que mantuvo su hijo con aquel hombre.
El desconocido que le estaba dando la noticia resultó ser el tío de una joven que también se encontraba recluida en una cárcel del gigante asiático. Rosalía, aún sin conseguir comunicarse con las autoridades por los problemas obvios del idioma, le pidió a su compañera que le solicitara a su tío que se comunicara con su familia.
Con grabación en mano, llegó una vez más a la Fiscalía. “Ahí empezaron a tomar en serio”, señala.
Rosalía había sido detenida en el aeropuerto de Beijing el 24 de julio. De acuerdo a algunos reportes a los que tuvo acceso ABC Color, hablando apenas guaraní y español, consiguió dar a entender que le habían cargado algo ilegal y que había tres personas esperándola afuera del aeropuerto.
Según un informe de CLADEM y Amnistía Internacional, Rosalía colaboró en todo momento con las autoridades chinas, lo que le valió la suspensión de la pena capital por dos años.
La Unidad de Lucha contra la Trata de Personas encontró nexos entre este caso en particular con integrantes de redes delictivas que ya eran buscados por participar en la captación de mujeres que luego eran llevadas bajo engaños a otros países.
La mujer que había engañado a Rosalía, de hecho ya fue detenida en nuestro país hace algún tiempo.
Lo que no sabía doña Arminda es que Rosalía no solo se encontraba en prisión, sino que estaba esperando el momento de su ejecución. “Había sido que el consulado ya le había traído luego a mi hija el relato del caso”, recuerda.
Doña Arminda se enteró hace apenas algunos días.
- “Mamá…te voy a ser sincera. Vamos a tener que salir únicamente en los periódicos para que nos ayuden porque el caso está muy mal”, le dijo su hija menor, Patricia.
Una vez más, sintió un duro golpe. Desde que se enteró debe andar con calmantes que le ayuden a controlar sus emociones todo el día.
Pese a lo establecido por la ley de tratas vigente en nuestro país, la familia de Rosalía aún no recibió protección alguna por parte de las autoridades.
Aguantando las lágrimas y tomando aire para ganar fuerzas, consigue dirigirse a las autoridades a las que les pide solo una cosa: “Que hagan lo posible para ayudarle a ella (a Rosalía), para salvarle y si se puede traerle. Es mi mayor anhelo como madre, verle a mi hija. Eso es lo que más deseo, que le salven”.
“Ahora me dicen que tiene pena de muerte, es lo más triste para mí”, continúa.
Otra vez, las lágrimas vuelven a agolparse en sus ojos.
Las gestiones que realizó estado paraguayo hasta el momento han sido muy pocas y el tiempo es el principal enemigo de una familia que espera que su hija siga con vida.
“Quiero pedirle al gobierno, a todos los que puedan ayudarme para salvarle a mi hija y traerle si es posible. Que pague acá su condena pero le voy a tener cerca. Ella es una chica estudiante, ella es trabajadora, lastimosamente que cayó en esto porque quería ayudarme, porque quería ayudarle a su hijo”, asegura.
“Mi mayor es anhelo es que ella regrese sana y viva”, sentencia mientras termina sucumbiendo ante la angustia; y las lágrimas que había aguantado comienzan a correr por sus ojos.
Es el clamor de una madre desesperada.
juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano