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Dentro de la institución existen dos grupos de académicos que defienden el “purismo lexical” y aquellos que trabajan por un “guaraní paraguayo”, señala Tadeo Zarratea, integrante de la Academia que plantea la adaptación de ciertas palabras castellanas al guaraní.
Como ejemplo, comentó que la palabra “voto” genera oposición de algunos académicos, quienes defienden la palabra “jeporavo”. Según Zarratea, esta visión purista sobre el guaraní generará que próximamente sea incorrecto decir frases como “Che vóto ovale”, “Maria ndovotaichéne”, “Pevota kuaa piko”, entre otras.
“De estas expresiones y de muchas otras se verá privado el idioma guaraní por causa de sus propios Académicos. Lo triste del caso es que vienen a frenar el desarrollo de la lengua quienes la estudiaron porque la aman y fueron puestos en cargos esenciales para promover su desarrollo”, subrayó.
Otra palabra que los académicos puristas se resisten a aceptar son “pelota” (la cual es sustituida por “vakapipopo”).
“Sobre la asimilación de los hispanismos he sostenido siempre que los paraguayos padecemos de una inconcebible estupidez, porque mientras la Real Academia de la Lengua Española ya tiene incorporado a su diccionario más de 300 palabras del idioma guaraní, nosotros resistimos tercamente a la incorporación de dos palabras del castellano, alegando que puede destruir el idioma”, afirmó el estudioso del guaraní.
Sostuvo que la ley de lenguas declara que el soberano de la lengua es el pueblo hablante y que la Academia es su representante.
“Pero si la representante se alza contra su representado, cuyos intereses tiene el deber de defender, la cuestión se torna muy delicada. Una Academia que lleva al idioma hacia la pobreza lexical, no es una Academia, es un clavo”, concluyó.
A continuación, la carta de Zarratea enviado a ABC.
"La lengua guaraní y los académicos de su Academia
En la tarde de hoy salí muy decepcionado de la sesión de la Academia o más que eso: exasperado; porque esta Academia es una de las más preciosas instituciones de cuya creación participé, y por tanto, tengo el deber de evitar que fracase. Pero, sobrellevar la tarea se me hace cuesta arriba. Es una lucha diferente de aquellas libradas contra los detractores y enemigos del guaraní. Ahora debo lidiar contra guaraniólogos que alegan estar al servicio de la lengua y que buscan lo mejor para ella, pero tienen un exagerado apego al purismo lexical. Buscan pureza para la lengua y creen que la pureza está en el léxico del idioma. Esta postura es consecuencia del desconocimiento de uno de los principios cardinales de la lingüística: toda lengua se dialectaliza y por ende todos hablamos dialectos. La falta de aceptación de la variedad idiomática denominada: guaraní paraguayo ya ha causado estragos al interior de la lengua y tiende a seguir perjudicándola. El guaraní paraguayo es, simplemente, el que usamos los paraguayos.
En la sesión, en un momento dado y habida cuenta la necesidad, propuse que usáramos una palabra que llegó al guaraní paraguayo por vía de préstamo del castellano. Se trata de la palabra VOTO, la cual, les dije, tendrá que incorporarse en su momento al léxico del idioma. Los puristas sostuvieron que debemos usar para el caso una palabra genuinamente guaraní: jeporavo.Traté de convencerles que la misma no es funcional para el caso y argumenté: La palabra “voto” no figura en el diccionario de Montoya ni en ningún otro por una razón muy simple: los Guaraní no la inventaron ni la van a inventar porque no la necesitan. La democracia guaraní no usa la votación y por tanto allí no se conoce el voto; es una democracia de consenso. Ellos debaten las ideas insumiendo más de tres veces del tiempo que nosotros dedicamos para resolver un asunto. Tratan de aproximar las posturas y de llegar a una transaccional o intermedia. Quienes sostienen argumentos poco racionales en la asamblea van perdiendo credibilidad. El consenso puede ser pleno o simplemente amplio. Cuando se evidencia una mayoría amplia la cuestión queda resuelta y la resolución se hace obligatoria para todos.
La cuestión es diferente para la población paraguaya que usa el guaraní, porque ésta ya no vive en comunidad ni en pequeñas tribus sino en un Estado enorme; ya no dispone de tanto tiempo para discutir y por ello ha adoptado el sistema europeo de resolver las cuestiones echando manos al voto. Pero la sociedad paraguaya no le dio al voto un nombre en guaraní; en vez de hacerlo, adoptó directamente la palabra castellana; y lo hizo porque la palabra “voto” no plantea ningún problema fonético ni silábico al idioma ni al hablante. Se realiza con 3 fonemas (v/t/o/) propios del idioma y con 2 sílabas directas (consonante-vocal) propias del idioma. Estas son las razones por las cuales la lengua realizó el préstamo directo, sin modificación fonética, y el pueblo paraguayo viene usando la palabra desde los albores de la independencia. Pero hoy la Academia de la Lengua Guaraní le negó a su representado (EL PUEBLO) el uso de esta palabra.
Es importante señalar que con esta actitud no se le niega solamente la incorporación de una palabra, sino de todas aquellas otras que el guaraní, como lengua polisintética, forma con ella. Es así que, de mantenerse la Academia en esta postura hoy asumida, en adelante quedaría desautorizado el uso de frases y palabras tales como: Che vóto ovale. Aháta votohápe. Aháta avota. Avotase. Avotáta. Avotáma. Sepi ndovotái. Ndovotaséi. Maria ndovotaichéne. Kili oime oporombovotahína. Javotava’erã. Votorã ouva’ekue hikuái. Heta che votorangue oho upépe. Ivótore orairõhína chupe. Revotápiko. Evotána che ra’a. Pevota kuaa piko. Pevotáke. Araka’épiko javotáta. Ojevotapa rire. Ojevotahína. Ojevotárõ mante. Ojevotakuévo. Ovota haguãite ou. Ha che vóto to’u jagua.
De estas expresiones y de muchas otras se verá privado el idioma guaraní por causa de sus propios Académicos. Lo triste del caso es que vienen a frenar el desarrollo de la lengua quienes la estudiaron porque la aman y fueron puestos en cargos esenciales para promover su desarrollo. Cuando un hombre común se equivoca, su error lo pagará él; pero el error de un intelectual lo debe pagar todo un pueblo. Esa es la diferencia en materia de responsabilidad.
Otra palabra muy resistida por los puristas en la palabra: PELOTA. Para evitar su uso inventaron la palabra: VAKAPIPOPO. Un engendro absurdo para una resistencia estúpida porque “pelota”, en castellano es hoy un arcaísmo; fue sustituida por: BALÓN. Pero el guaraní paraguayo perdería una importante cantidad de frases y palabras con el rechazo de “pelota”. Ya no se podrá decir:Pelóta jára. Ndopeloteái chéve. Omombo chéve pelóta tata. Ombokua chehegui che pelóta en vez dechemollanta. Ipelotapa. Oñembopelóta. Ipelotarã. Ipelotakue. Nome’ẽi chéve pelóta. Epeloteamiẽna oréve. Ndopeloteapái ñandéve, etc. El guaraní paraguayo asimiló esta palabra castellana, en el uso oral, hace siglos y ha desarrollado con ella una serie importante de frases y figuras retóricas, como puede verse en estos ejemplos. ¿Acaso es tolerable que el guaraní sea privado de toda esta fraseología que constituye su riqueza lexical?
Sobre la asimilación de los hispanismos he sostenido siempre que los paraguayos padecemos de una inconcebible estupidez, porque mientras la Real Academia de la Lengua Española ya tiene incorporado a su diccionario más de 300 palabras del idioma guaraní, nosotros resistimos tercamente a la incorporación de dos palabras del castellano, alegando que puede destruir el idioma.
La ley de lenguas declara que el soberano de la lengua es el pueblo hablante y que la Academia es su representante. Pero si la representante se alza contra su representado, cuyos intereses tiene el deber de defender, la cuestión se torna muy delicada. Una Academia que lleva al idioma hacia la pobreza lexical, no es una Academia. Es un clavo.
La impotencia personal es, en ocasiones, madre de soluciones imprevistas. No lo pensaba hacer, pero como consecuencia de lo ocurrido hoy tomé la resolución de hacer saber al pueblo, soberano de la lengua, en todos los casos, las trabas que se ponen a su lengua y todas las mezquindades que se manifiestan en el seno de la Academia"