Esto contrasta con la situación del grupo de familias indígenas que protestan desde hace algunas semanas por el despojo de sus tierras en la Plaza de Armas, quienes pasaron la Navidad sin celebraciones y en condiciones de extrema pobreza.
El ajetreo que llena las chozas que los refugiados de las inundaciones han levantado fue sustituido anoche por la tranquilidad que otorga la Nochebuena.
“Pollo, asado, sopa, un poco de chancho (cerdo), un poco de todo, ensalada, gaseosita”, fue lo preparado para la comilona de Nochebuena, según detalló a Efe Carolina Benítez, una de las refugiadas de las inundaciones en el barrio de La Chacarita, y que pasó la Navidad en la improvisada casa.
La mujer adornó su precaria casita con un pintoresco pesebre, que, aparte del nacimiento de Jesús, contiene figuras de Papá Noel, la “Virgen María y a la Virgencita de Caacupé, que yo digo que son mis protectores”.
Señaló además que, aunque su pesebre no la tiene, “normalmente” hay que poner comida en el mismo. Y relató que, para ello, es conveniente adornarlo con la chipa (el panificado hecho a base de almidón de mandioca y queso duro, que es el santo y seña de la gastronomía paraguaya), que se cree que protege la salud. Además de fruta, en este caso“ para tener abundancia al año”, según Benítez.
Es el precepto que sigue la señora Alberta, creadora del mayor pesebre del campamento de refugiados, que ocupa un gran sector de su vivienda, quien comentó que le añade chipa por ese motivo, aunque confesó que “nos las comemos a la noche”.
Ambas mujeres son las cabezas de unas de las 7.800 familias que, desde octubre, se vieron obligadas a abandonar sus hogares en los barrios ribereños por la crecida del río Paraguay. Pese a que el nivel del agua está remitiendo, los afectados no podrán regresar a sus casas hasta después de la nueva crecida, que se espera para el próximo marzo.
Diferente suerte de esos desplazados corren los indígenas acampados frente al Congreso Nacional, en carpas de plástico que evidencian su carencia de recursos para que las fiestas de fin de año sean especiales.
Una de las indígenas asentadas desde hace un mes, Carolina Romero, lamentó que “no tenemos nada para celebrar” porque “somos muy pobres” y explicó que permanecerán en la plaza situada junto al Congreso por tiempo “indefinido”.
En la zona del campamento se instaló una especie de árbol de Navidad adornado con bolas de cartulina en cuyo interior hay imágenes de políticos que consideran “corruptos”.
Cerca de una veintena de familias indígenas procedentes del departamento de Canindeyú permanecen acampadas como medida de presión al Gobierno para que les proteja del despojo de sus tierras que dicen sufrir por parte de las compañías cultivadoras de soja, en connivencia, según ellos, con el Poder Judicial.
También exigen la destitución de la presidenta del Instituto Paraguayo del Indígena, Ana María Allen, al considerar que desconoce su función y no defiende sus intereses frente a esas empresas.
La población indígena de Paraguay asciende a unas 120.000 personas, el 76% de las cuales vive en situación de pobreza extrema, según datos oficiales, debido especialmente a la expropiación de sus tierras.