Denigrante trato a la prensa

Apenas pasados unos minutos del 8 de diciembre en Caacupé, los dispositivos de seguridad se endurecieron en los alrededores de la Basílica Menor. A los trabajadores de la prensa les resulta imposible acercarse a la explanada.

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Faltando aún cinco horas para el inicio de la misa central de la fiesta religiosa de Caacupé, de la que participará el presidente de la República, Horacio Cartes, los dispositivos de seguridad fueron reforzados, cercando las inmediaciones del templo mariano, y de esta manera, haciendo imposible la labor periodística.

Es el segundo año consecutivo en que los trabajadores de la prensa encuentran restricciones, coincidiendo con la segunda ocasión que el jefe de Estado participa de la mayor celebración religiosa de nuestro país. Ya el año pasado, periodistas de ABC Color debieron protestar ante el cierre de portones al costado de la basílica. Ante esta “presión” al Mons. Claudio Giménez, obispo de la Diócesis de Caacupé, no le quedó más remedio que autorizar que los periodistas ingresen, en plena celebración de la misa principal.

Esta vez, periodistas de este medio comprobaron in situ que los organizadores dispusieron una especie de jaula para los trabajadores de prensa, en un sitio muy alejado de la explanada.

Este año desde el inicio del novenario de las festividades, con la excusa de una mejor organización, se impusieron una serie de restricciones a la prensa, lo que dificulta enormemente su labor. Los responsables serían el Presbítero Arnaldo Godoy, rector del Santuario y el locutor y político liberal, Alfredo Aranda, portavoz de la Diócesis local.

Esta lamentable situación se da pese a la existencia de una exhortación apostólica del Vaticano que garantiza la labor de la prensa y recomienda que la Iglesia propicie el acercamiento con la prensa, de modo a que los medios sean un vehículo para propagar la palabra de Dios.

Por otra parte, efectivos militares apostados en la zona procedieron – ante los ojos de numerosos testigos – a desalojar a los peregrinantes que se encontraban acostados descansando en la vereda de la Basílica, para posteriormente proceder a la colocación de las vallas de seguridad e impedir el paso a los fieles.

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