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En un inicio “se crearon instituciones más modernas, en teoría también la separación de los poderes del Estado, la Constitución, la Contraloría, el TSJE, todo tipo de cosas, pero no hubo ninguna voluntad ni proyecto de una reforma profunda del Estado paraguayo. Como que se le dió una fachada moderna y democrática al Estado”, consideró la socióloga sobre los primeros instantes de la transición democrática, pero no se lograron matar varios de los vicios anteriores.
“Defectos estructurales que existían antes, y que no viene solo de Stroessner, sino que de fines de las décadas del 40 más o menos, como la cuestión de la corrupción, del clientelismo, que no hay apoyo popular, sino que se compra apoyo a través de cargos públicos o privilegios, eso continúa y no cambió”, remarcó.
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Insistió en que se pensó en un proyecto de Estado que funcione, pero los encargados de cumplir la ley buscan siempre la manera de esquivarla. “Sí hubo (transición democrática) en la década del 90, donde se suceden muy rápidamente reformas legales, eso si mirás la Corte del 90, como que se preparó la estructura para una transición democrática”, dijo.
Pero agrega que, inmediatamente después, los partidos políticos terminaron echando por tierra ese trabajo. “Los hábitos políticos que están en todos los partidos se encargaron de bastardear todo eso, lo de elegir a dedo a entre familiares y amigos a los fiscales, lo de politizar la justicia, implantar el clientelismo como norma de contratación de funcionario público, todo eso como que se repartió nomás. Antes era todo colorado, y eso pasó a ser colorado y de cualquier partido que tenga peso parlamentario”, afirmó.
Pero la socióloga considera que los políticos son apenas una parte de un pequeño todo, que termina definiendo el concepto de democracia en nuestro país. “Lo que yo creo a esta altura del partido es que la élite paraguaya, que no es tan paraguaya, porque tiene elementos multinacionales y extranjeros (...), no tiene un proyecto de Estado democrático para Paraguay. No es eso lo que quieren; quieren tener las posibilidad de acceder al botín del Estado, concesiones, acceder a licitaciones. Mo les interesa un Estado con derechos garantizados y libertades; creo que ese es el problema fundamental” refirió.
Si bien, males como los que ahora terminaron rebosando, como la podredumbre en la Justicia, y los escándalos de corrupción son algo de bastante tiempo atrás, en los últimos tiempos el deterioro se volvió mayor, hasta llegar al punto de que ya no ruboriza.
“Hubo una destrucción muy rápida y tolerada de las instituciones; el indicador de percepción de corrupción empeoró en Paraguay, no es que mejoró en los últimos 5 años, como que salió a flote sin ser penalizados todos estos mecanismos de nepotismo, represión ilegal sobre el Poder Judicial, chantaje, corrupción abierta de autoridades, como que se destapó y se volvió impune el manejo arbitrario del Estado”, estimó.
A estas alturas, afirma no tener indicios siquiera de una solución para ese problema. Por otra parte, si bien reconoce que hubo un crecimiento en cuanto cobertura de derechos fundamentales como salud y educación, la desigualdad también fue aumentando.
Lo que se ve que creció es la desigualdad. En términos de distribución de tierras, por ejemplo, creció. Disminuyó un poco la pobreza, pero aun así parece que hay una pobreza estructural que ya no se combate, que ya no se trata de arreglar”, consideró.
En cuanto a una parte del civismo, como es el aspecto electoral, la analista no cree que haya aumentado el porcentaje de voto crítico del electorado y, además, aprecia que el nivel de representación de los partidos decayó a niveles tales que las principales agrupaciones debieron buscar figuras fuera de ellos.
“Las elecciones se siguen manejando con operadores y plata limpia, los que votan con criterio son mínimos El grueso del electorado son arreados por operadores. Esa protesta ciudadana que se mueve más a modo de presión en redes no se manifiesta en las elecciones. El proceso electoral sigue funcionando el mecanismo del arreo”, analizó.
Es más, afirma que la participación en elecciones, algo que va en aumento cada año, se da principalmente por un aumento del arreo. “Lo que si creció y se vé en dos o tres encuestas que se hicieron, es la gente que es llevada a votar. Era del 25% en 1998 y está cerca del 40% ahora. Lo que está ocurriendo ahora es que de cada 5 electores, 2 están controlados, estan comprados”, afirmó, responsabilizando al Tribunal Superior de Justicia Electoral y a la Fiscalía por no sancionar y a los partidos políticos por avalar y promover este sistema.
Sobre los políticos recordó que en los últimos presidentes elegidos en votación, Fernando Lugo y Horacio Cartes, no salieron del seno de los partidos tradicionales, por más que llegaron al poder a través de ellos. “Lo dos últimos presidentes de la República no salen de los partidos. Los partidos no están creando estadistas”, remarcó, además de comparar los primeros parlamentarios tras el golpe con los de ahora.
Lo que sí notó tras los escándalos de tráfico de influencias evidenciados en la filtración de los audios es que la prensa se empoderó más que antes. “Más que movilización ciudadana, que no llegan a penetrar el organismo del Estado, lo que sí hay es un poder grande de la prensa. Los procesos que están ocurriendo ahora, de retirarle la investidura a senadores, eso sale de la prensa, no sale de la ciudadanía. Puede repercutir a nivel de redes, Facebook, pero no es la gente en la calle la que le echó a González Daher y Oviedo Matto”, consideró.
Agregó que la influencia de la prensa siempre estuvo, pero no en estas dimensiones actuales. También cuestionó la afirmación absoluta de que se mejoraron las libertades ciudadanas. “La gente dice: ‘bueno, hay libertades, hay prensa libre, libertad de reunión’. Eso funciona como también funcionaba de alguna manera incluso en la dictadura, que funcionan para la élite, para la población clase media alta urbana, pero sigue sin funcionar para los sectores más pobres. Es de vuelta un privilegio, no es como una derecho ciudadano que se garantiza a toda la población”, apuntó.
Finalmente, evaluó el gobierno de Cartes como un proyecto autoritario que intentó imponerse pero se truncó. “El proyecto Cartes era un proyecto autoritario, pero dudo que el gobierno siguiente siga con esos hábitos”, mencionó por último.