Brasil pide perdón por crimen

El Estado brasileño decidió pedir formalmente disculpas a Ñasaindy Barret de Araújo por la persecución y asesinato que sufrió su madre, Soledad Barret Viedma, durante la dictadura del Brasil.

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Soledad fue declarada oficialmente muerta y desaparecida por la responsabilidad del Estado brasileño. Ahora también fue amnistiada por todas las persecuciones que sufrió en vida. Su hija, Ñasaindy Barret de Araújo, recibe formalmente el pedido de disculpas del vecino país.

La historia de Soledad Barret Viedma está marcada por la lucha contra dictaduras en Paraguay, Uruguay y el Brasil. Había sido asesinada el 8 de enero de 1973 en Recife, Brasil. Tenía 28 años. Había nacido en Paraguay y era nieta del escritor hispanoparaguayo Rafael Barret. Su brutal asesinato a manos de la policía política brasileña causó una profunda impresión entres las personas que le conocieron.

Nació el 6 de enero de 1945 en Paraguay. Muy joven se exilió en Uruguay con sus padres y vivió en Montevideo buena parte de su juventud. En julio de 1962 un grupo neonazi la raptó en su condición de destacada dirigente estudiantil y con amenazas de muerte quisieron obligarla a gritar consignas a favor de Hitler y en contra de Fidel Castro. Como se resistió, le grabaron con una navaja la cruz esvástica en su muslo. De ahí fue a Cuba donde vivió varios años. Allí conoció al brasileño José María Ferreira de Araujo, se casaron y tuvieron una hija. Su marido volvió al Brasil en 1970 para integrarse a grupos de la revolución socialista, pero fue apresado y asesinado.

Ya en Brasil, Soledad conoce al cabo Anselmo dos Santos, fue uno de los líderes del llamado “movimiento de los marineros” que en 1963 se atrevió a desafiar la rígida estructura militar reclamando condiciones dignas. Anselmo era amigo y camarada del compañero de Soledad, José María Ferreira. Las vidas de Soledad y Anselmo se fueron acercando siendo luego pareja. Lo terrible de la historia fue que el cabo Anselmo en esa época era en realidad un infiltrado, un agente al servicio de la policía política del Brasil, colaborando con los más sanguinarios grupos de la represión.

Completó su traición entregando a seis miembros del grupo del cual el mismo formaba parte. Entre ellos se encontraba su propia compañera, Soledad, quien además estaba embarazada de cuatro meses del propio Anselmo.

No hay palabras que puedan reflejar lo que pasaría en aquellos momentos por la cabeza de Soledad. Tan sólo la sequedad tremenda de ese repetitivo “¿por qué?” nos indica algo de su desconcierto ante la brutal densidad del drama. Ni la más terrible tragedia griega ha llegado a dibujar una situación semejante: descubrir de golpe que se ha incubado el huevo de la serpiente y que su pareja y padre de su futuro hijo se ha transfigurado en el verdugo que empujará a la muerte a sus compañeros, a ella misma y a su propio hijo antes de nacer.

Así, con esa imagen sangrienta de la crueldad, pusieron injusto fin a la vida de aquella mujer extraordinaria que fue Soledad Barrett. Su corta existencia fue un canto de rebeldía y libertad; su final, una triste historia de lucha, amor, traición y muerte en tiempos oscuros de dictadura. Una triste historia que no debería ser olvidada.

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