“Brasiguayos” piden paz al próximo presidente

SANTA ROSA. Armando Feix sabía que no se equivocaba cuando decidió dejar Brasil para asentarse en Paraguay hace 40 años: la selva era impenetrable, no había caminos, el precio de los cereales era bajo, pero las tierras eran baratas y fértiles.

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“Había mucha propaganda del gobierno. Inclusive se hablaba de que Paraguay era la Suiza de América del Sur”, recuerda el productor de 71 años a la AFP, en un portuñol cerrado, rodeado de su familia en su casa en Santa Rosa del Monday, en el departamento de Alto Paraná, a 360 km de Asunción y a unos 70 km de la frontera con Brasil.

En 1973, cuando Feix emigró desoyendo a quienes le decían que “ficou louco” (estaba loco), el dictador paraguayo Alfredo Stroessner (1954-89) promovía la conquista del Este para impulsar el intercambio con Brasil.

La construcción del Puente de la Amistad sobre el caudaloso río Paraná, inaugurado en 1965, alentó la colonización de la jungla paraguaya.

Como Feix, miles de brasileños de origen europeo compraron entre los años 1960 y 1970 terrenos en Alto Paraná o en el también fronterizo departamento de Canindeyú. Y en 40 años vencieron la espesura y el aislamiento y convirtieron el monte tropical en “oro verde”, la zona de mayor producción agrícola de Paraguay, en especial de soja.

Los llamados “brasiguayos”, estimados en poco más del 10% de la población de Paraguay, de casi 7 millones, se atribuyen el 80% de la producción agrícola del país, responsable del 40% del crecimiento económico nacional, según cifras oficiales.

“Muchos de los productores vinieron sólo con su mochilita en la espalda y hoy tienen 100, 200 hectáreas”, asegura Sergio Lahr, un ingeniero agrónomo de 40 años que habla con fuerte acento portugués.

Con su típico atuendo de sombrero, pantalón vaquero, botas y camisa a cuadros, Lahr representa la pujante nueva generación de “brasiguayos”, la de los hijos de los brasileños emigrados, nacidos en Paraguay, impulsores de la mecanización y el desarrollo tecnológico de la agricultura y defensores de los cultivos transgénicos.

Y, al igual que sus padres, reclaman “paz y tranquilidad” al gobierno para seguir trabajando sus tierras, en su mayoría de menos de 1.000 hectáreas, afirman.

Las tierras de los “brasiguayos” fueron motivo de conflicto durante el gobierno del expresidente Fernando Lugo (2008-2012). Se hizo cuestión de sus títulos de propiedad. Se les acusó de no respetar la franja fronteriza de seguridad de 60 km, que por ley no debe estar en manos de extranjeros.

Y hubo invasiones de propiedades por parte de grupos de campesinos sin tierra sustentados por las autoridades.

“Todo estábamos con miedo porque si se entraba en la pelea tal vez se iba una guerra civil que nadie quería. Y esa es la gran preocupación que hubo en tiempos de Lugo”, dice a la AFP Lauro Olhweiler, un “brasiguayo” que llegó al Alto Paraná hace 36 años.

Feix asegura que, a diferencia del reclamo campesino, “en ningún momento” hubo conflicto con los indígenas. “Estaban muriendo de hambre en el monte. Ahora son agricultores promisorios. Copiaron el conocimiento de nosotros y están trabajando bien”.

“Compramos la tierra con escritura legalmente reconocida por Paraguay y de repente vino la gente de Lugo diciendo que esta tierra no nos pertenecía”, apunta Feix.

Destituido por el Congreso en junio de 2012, días después de la muerte de 17 personas en enfrentamientos durante el desalojo de una propiedad en Curuguaty, a 250 km de Asunción, Lugo fue acusado por los “brasiguayos” de haber sembrado el terror entre ellos por las amenazas de invasiones.

Pero el exobispo católico, que conoció bien la zona de influencia “brasiguaya” en sus tiempos de seminarista, rechazó esas afirmaciones.

En primer lugar, aquí no se ha respetado la línea de seguridad fronteriza. Tienen eso como una espada de Damocles sobre ellos. En segundo lugar, está la clarificación y la legalidad de sus títulos”, dijo Lugo a la AFP.

Lugo, que lidera una coalición que postula a un dirigente campesino como candidato a vicepresidente, aseguró que su gobierno no estuvo “contra la inversión, ni contra el capital, ni contra la migración”.

El expresidente izquierdista, quien según todas las encuestas conquistaría una banca en el Senado el próximo domingo, llamó a instalar “un nuevo tipo de relación (...) especialmente con los ’brasiguayos’”.

La contienda en Paraguay para elegir al sucesor de Federico Franco, el exvicepresidente de Lugo que asumió tras la crisis política de junio pasado, se dirimirá, de acuerdo con los sondeos, entre los partidos tradicionales.

Los “brasiguayos”, cuyos representantes apoyaron a Franco apenas asumió y pidieron igual gesto a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, creen que tanto el oficialista Efraín Alegre, del Partido Liberal, como el opositor Horacio Cartes, del Partido Colorado, pueden garantizarles tranquilidad.

“Cualquiera que sea electo tiene las condiciones de gobernar bien el país y dar la seguridad que se necesita para continuar trabajando”, asegura a la AFP Celito Cobalchini, mientras asiste a la 15ª Expo Regional Canindeyú que él mismo fundó.

Este productor brasileño de 62 años, que lleva 35 viviendo en la cercana localidad de Katueté y es dueño de 2.500 hectáreas, no oculta su orgullo por organizar esa feria anual, uno de los eventos empresariales más importantes del país y del Mercosur.

“Este año esperamos superar los 250 millones de dólares en volumen de negocios”, subraya.

Tractores, maquinaria agrícola, agroquímicos y semillas se reparten por el enorme predio, donde también se ven indígenas de la etnia guayakí, originarios de la región, exhibiendo sus artesanías.

Allí, el portugués reina en conversaciones, en los carteles y en la música ambiente, pero pocos parecen hablar en guaraní, el idioma oficial de los paraguayos junto con el castellano.

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